Evidentemente, esta web utiliza cookies, estrictamente necesarias para su funcionamiento; no para fines publicitarios. Las cookies empleadas por terceros son ajenas a nosotros.

  

De acuerdo con la herética crónica manuscrita de su vida, titulada El Oscuro, el primer recuerdo de Konrad Curze es de cuando cayó desde el cielo envuelto en una bola de luz sobre el nocturno planeta Nostramo .Su forma embrionaria impactó contra el denso paisaje urbano de Nostramo Quintus y atravesó kilómetros de estructuras urbanísticas y parte de la geosfera antes de detenerse cerca del núcleo líquido del planeta. Su descenso dejó una profunda cicatriz en el estrato de adamantio del planeta Nostramo. El cráter que había creado con su descenso fue sellado y contemplado con miedo y superstición. En teoría, el único modo que tuvo el primarca de llegar a la superficie fue nadar a través de metal líquido y ríos de lava. El Arcana Progenitum de Nostramo Quintus detalla el incidente de manera vaga:

 "…tenía el aspecto de un niño y resplandecía; salió gateando de El Pozo hasta la superficie mientras el metal líquido hirviendo goteaba por todo su cuerpo. Era un demonio, con la apariencia de un niño y la expresión de un anciano. Sus ojos eran negros y fríos como la obsidiana". 

Debido a la atmósfera cargada de polución, Nostramo era un planeta sin luz. La oscuridad perpetua mantenía el planeta engullido por los colores grises y negros. Solo los ricos podían permitirse lo que en Nostramo consideraban luz, unas barras con un brillo azulado que ponían en las más importantes estancias de sus viviendas. El adamantio que recubría el planeta, principal exportación a los mundos vecinos, era la razón de la existencia de todas las fábricas que polucionaban la atmósfera y envenenaban el aire. La mayoría de los habitantes eran trabajadores del metal y vivían en la extrema pobreza, mientras que los ricos se enriquecían cada vez más y asesinaban a todo el que se atreviese a hacer peligrar el statu quo. El asesinato, el robo y la extorsión estaban a la orden del día. El crimen pasaba inadvertido y la única especie de justicia que existía era la horrible brutalidad de los guardaespaldas de las clases altas. No se podía evitar la depresión y la superpoblación no se prevenía ni con la guerra ni con la enfermedad ni con la legislación, sino con el suicidio.
Al contrario que la mayoría de sus hermanos primarcas, Konrad Curze se hizo a sí mismo. Su instinto de supervivencia y su constitución de hierro le ayudaron a superar los rigores del aire polucionado de la ciudad de Nostramo Quintus. Pasó sus primeros años escondiéndose en las sombras de las calles y alimentándose de los animales salvajes que vagaban en jaurías por los distritos bajos de la ciudad. No fue escolarizado y no recibió ni enseñanza intelectual de los mejores tutores ni adiestramiento en el manejo de la espada o el hacha de nobles mentores. Pero fue capaz de llegar por sí solo a lo más alto de la cadena alimentaria. Primero comió ratas, luego perros y otros animales de mayor tamaño y, finalmente, se alimentó de los cadáveres humanos de las víctimas de la corrupta sociedad de Nostramo. Su poder creció y se convirtió en un depredador cuya reputación aumentó rápidamente debido al miedo que producía su amenaza en la ciudadanía.

La purga de Nostramo Quintus

Uno de los hechos más conocidos de la vida de Konrad Curze es que sufría horrendas visiones. Pero en vez de ver todas las opciones que plantea el futuro, tal y como los Eldars aseguran que pueden hacer, a él solo se le presentaban imágenes de los más oscuros caminos que el futuro podía tomar. Las revelaciones contenidas en el segundo volumen de El Oscuro se encuentran entre los textos más debatidos sobre la vida de Curze.

"A veces, acompañadas de grandes dolores, tenía visiones de lo que iba a ocurrir. En estos sueños, tomaba la vida de innumerables personas con mis propias manos y guardaba sus cabezas como trofeos. Moría una y otra vez a manos de mi padre y mis propios hijos mataban a sus hermanos. Mi nombre se convertía en sinónimo del terror. Pero la visión que más se me repetía y que me parecía más real era aquella en la que un gigantesco rayo de luz atravesaba la atmósfera de mi planeta y lo reducía a polvo".


Algún suceso desconocido durante su madurez llevó a Curze a una espiral de persecuciones y asesinatos, casi siempre centrados en los elementos criminales de la sociedad de Nostramo. Aunque esta guerra vigilante comenzó a pequeña escala, con un Curze que solo intervenía en aquellos crímenes que presenciaba, pronto empezó a dar caza a todo miembro de la sociedad que transgrediera las reglas.
Al principio, empezó a echarse en falta a alguna de las figuras más importantes de la jerarquía corrupta de la ciudad. Pero sus puestos eran rápidamente ocupados. Durante el primer año, todos aquellos cuyas voces se alzaban para protestar empezaron a desaparecer. Los ciudadanos de Quintus cesaron en sus protestas inmediatamente. Los cuerpos de los asesinos más conocidos eran encontrados en la calle despedazados por un asesino invisible. Los cadáveres de los oficiales de la jerarquía aparecían colgados por sus pies desde las ventanas más altas. Se encontraron cuerpos desmembrados y con el estómago abierto para que su corrupción fuera expuesta al aire fétido de Nostramo. Muchos de los cadáveres resultaban irreconocibles debido a la brutalidad con la que habían sido atacados. Los cuerpos y miembros habían saturado el alcantarillado de la ciudad y los niños y los ladrones les desproveían de sus joyas y ricas vestimentas. Era obvio que Curze no tenía ningún reparo en aplicar su ley de la manera más expeditiva.
Para cuando terminó el año, el índice de criminalidad de Nostramo casi había desaparecido. La sociedad se había transformado y las consecuencias se sintieron en todo el planeta. Se impuso un toque de queda voluntario en Quintus y nadie permanecía en la calle después de la tarde. Las calles, antes bulliciosas durante la medianoche, permanecían ahora silenciosas como una cripta. Las madres decían a sus hijos que, si no se portaban bien, vendría a buscarlos el Acechante Nocturno. En poco tiempo, este nombre pasó a estar en boca de todos. Por la ciudad se extendió el rumor de que una criatura tenebrosa acechaba en los túneles y en los callejones con sus garras preparadas para desmembrar a todo aquel que se aventurase de noche por la ciudad. Los ciudadanos de Quintus vivían con un constante miedo a que sus palabras fuesen consideradas heréticas. Nostramo se regía por las reglas del Acechante Nocturno.

El rey Tenebroso

Konrad Curze no tardó en entender que el mundo que habitaba tenía salvación. Ya no quedaban criminales (a excepción de él). Era la única figura que producía miedo y odio en toda la ciudad. La gente ya no tenía miedo de ser robada o de recibir un disparo mientras dormía. La carga del mal recaía sobre los hombros del primarca y este sabía que era algo que podría soportar. Parece que su martirio le hacía fuerte y pronto pasó a denominarse a sí mismo Acechante Nocturno. El siguiente extracto está sacado del último tomo de los Anales de Ghereticus y hace referencia al momento en el que algunos nobles juraron lealtad al primarca. "Nos esperaba. Éramos algunos de los pocos nobles que quedaban con vida en Nostramo. Estaba acuclillado y le envolvían las sombras (falta un fragmento). La magnitud de su presencia era increíble y eclipsaba el lujoso trono en que reposaba. Apenas pude respirar cuando (falta un fragmento) y sus rasgos pálidos y hundidos salieron a la luz. Pensé que en ese momento saltaría sobre nosotros y me quedé paralizado. Pero resultó que tenía pensado algo mejor para nosotros. Iba a convertirnos en sus interlocutores, los instrumentos mediante los que controlaría la ciudad de Nostramo. Sus palabras fueron absolutas: cualquiera que se interpusiera en su camino moriría. No lo mataríamos nosotros, sería él mismo quien encontrara a los trangresores y les diera su merecido. Había algo en su tono de voz que me daba ganas de echar a correr. Pero no teníamos otra opción más que obedecerle". Y es así como el Acechante Nocturno se convirtió en el primer monarca de Nostramo Quintus y absorbió conocimientos con una diligencia solo comparable a la avaricia. El Acechante Nocturno gobernaba de manera justa y atemperada hasta que se cometía algún crimen, momento en el que salía a la calle para dar caza personalmente al que hubiera transgredido la ley. A continuación, mutilaría a su presa, pero no hasta un punto en el que no fuera reconocible. Este extravagante modelo de sabiduría benevolente y venganza espantosa hizo de la población un reino honesto y eficaz. Las exportaciones de adamantio se triplicaron. La sociedad vivía en una pavorosa armonía entre el miedo y la riqueza. Nadie se atrevía a tener más que su vecino y, bajo el gobierno del Acechante Nocturno, la ciudad llegó a ser próspera y bien iluminada. El resto del planeta siguió los pasos de Nostramo Quintus, ansiosos por mantener al Acechante Nocturno lejos de sus hogares. Los historiadores imperiales sitúan el reinado del Acechante Nocturno sobre Nostramo Quintus en el momento en el que la Gran Cruzada alcanzaba los límites de la galaxia en los que orbitaba Nostramo. Lo siguiente es un extracto de las anotaciones personales del Astrópata Thoquai, transcritas durante la Gran Cruzada en el momento en el que el navío de guerra imperial Espada de la Divinidad entró en el sistema Nostramo. Dieciséis eruditos imperiales fueron castigados por no exponer correctamente lo que sucedía en el sistema. "Creía saber por qué la nave del Emperador había cambiado su ruta y había entrado en aquella órbita incluso antes de consultar el Arcanoi Menor. Las cartas hablaban de riqueza, prosperidad y estabilidad. La Luna, El Mártir y El Monstruo formaban un triángulo. El Rey aparecía boca abajo a los pies de El Emperador. Curiosamente, La Esperanza también estaba boca abajo y La Muerte, siempre presente, presidía la mesa. Pero la suerte estaba echada. Mis palabras eran tan solo un susurro frente a la tempestad de su voluntad". Los libros de historia de Nostramo están repletos de referencias a un evento llamado el Advenimiento de la Luz. La llegada del Emperador a Nostramo tuvo un impacto tan grande en las mentes de sus habitantes que el planeta sufrió un cambio irreversible. Aunque la llegada del Emperador trajo esperanza a las gentes de Nostramo, también trajo consigo una terrible maldición. Cuando los oscuros cielos de Nostramo se abrieron para dar paso a las luces de las naves del Emperador, todos los habitantes de Quintus, uno a uno, superaron su miedo. Salieron a la calle y miraron a los cielos (algo que muchos no habían hecho nunca antes). La luz llegaba a su mundo y se hacía más brillante por momentos. Los adultos parecían chiquillos, con la boca abierta y protegiéndose los ojos de una luz que era mucho más brillante que ninguna otra que hubieran visto antes. Muchos se sintieron confusos y asustados; otros lloraron de alegría; otros se tiraron al suelo en posición fetal, convencidos de que iban a morir. El Emperador de la Humanidad había estado siguiendo la evolución de este mundo. Sus pobladores eran limpios y eficientes y trabajaban en pro de un bien común silenciosa y diligentemente. De noche, las calles estaban vacías y todo el planeta dormía. Evidentemente, vivían ignorantes de la gloria del Imperio, pero su rey, que poseía gran autoridad y gobernaba sin ser cuestionado, había moldeado esta sociedad hasta convertirla en un modelo de productividad. Eficiencia sin igual; conformidad natural; obediencia total. Gracias al séquito de escribas, sirvientes y ayudantes que acompañaron al Emperador en su primer paseo por Nostramo Quintus, existen detallados informes de lo que sucedió cuando se encontraron el Emperador y el Acechante Nocturno. Incluso algunas de las primeras palabras del Emperador al primarca han superado el paso del tiempo. La Delegación de la Luz (como fue denominada) entró a pie en la ciudad de Nostramo Quintus. La llovizna ácida cesó como si reconociera la presencia del Señor de la Humanidad. Ante la delegación se encontraban los habitantes de Nostramo, pocos de los cuales podían mirar directamente al Emperador sin que sus ojos sufrieran, pero muchos de los cuales lloraron de alegría al poder distinguir los pálidos rasgos faciales de sus vecinos gracias al resplandor de la figura del Emperador. Muchos de los que miraron directamente al Emperador se quedaron ciegos de por vida por culpa del resplandor de su dorada armadura. La brillante imagen del Salvador de la Humanidad hacía que sus ojos color azabache ardieran. Curiosamente, ningún ciudadano hizo ruido al paso de la delegación. En su informe posterior, el Capitán Lycius Mysander de los Ultramarines relataba que la actitud de los habitantes de aquel lugar se debía muy seguramente a que nunca antes habían visto la luz. Los eruditos barajan la opción de que su actitud se debiese al miedo que sentían sus corazones y que los había convertido en gente gris y sin ilusión. 
Al final de la gran avenida que llevaba hasta la gigantesca torre del Acechante Nocturno se encontraba el primarca, que se protegía la cara de la luz con su lacio pelo al tiempo que la delegación se acercaba hasta él. Las gentes se marchaban como el grano de la cosecha que se lleva la brisa del verano. El Emperador abrió sus brazos mientras se acercaba al Acechante Nocturno.
De pronto, el Acechante Nocturno empezó a sufrir unas violentas convulsiones, se llevó las manos a los ojos como si pretendiera arrancárselos. El primarca empezó a gritar y cayó de rodillas. Sus asesores más cercanos se retiraron de su lado; este ataque era más fuerte que los que habían presenciado últimamente. Con una sonrisa benevolente, el Emperador se agachó y cubrió la cabeza del primarca con sus manos enguantaletadas. Sus gritos y lamentos se detuvieron, sus manos cayeron a los costados como muertas y su cuerpo dejó de temblar. Los servidores del Acechante Nocturno se temieron lo peor y quisieron adelantarse para ayudar a su señor, pero la presencia del recién llegado se lo impidió.
El Empernador habló al primarca y la respuesta que este le dio resonó en toda la ciudad. Desde ese día, los ecos de estas palabras resuenan en el Imperio. "Que la paz sea contigo, Konrad Curze. He llegado y te llevaré conmigo a casa". "Ese no es mi nombre, padre. Soy el Acechante Nocturno y sé de sobra lo que pretendes de mí".


La caída de Nostramo

El atisbo de esperanza que el Emperador había traído consigo a Nostramo desapareció en el momento en el que partió de vuelta a Terra llevándose consigo al primarca. Al principio, muchos se alegraron de que el monarca desapareciera de su vista, puesto que, así, podrían hablar y actuar libremente sin temer represión alguna. A pesar de la presencia del Administratum, la sociedad degeneró rápidamente y volvió a corromperse. De hecho, los informes del Administrador Regente Balthius (nombrado senescal de Nostramo cuando el Emperador y su delegación partieron hacia Terra) eran cada vez menos frecuentes y, con el tiempo, se hicieron depresivos e irreverentes. Los eruditos del Administratum de aquel tiempo rumoreaban que había acabado suicidándose. Lo peor para los habitantes de aquel planeta era que el Emperador les había mostrado que existían otras civilizaciones más allá del tenebroso sistema Nostramo, que existían lugares mejores en la galaxia y que estos lugares tenían luz y esplendor. La maldición que había caído sobre esta gente era la de la fútil esperanza, ya que todos sabían en sus corazones que todos esos mejores lugares para vivir se hallaban más allá de su alcance. La luz del Emperador había desprovisto a Nostramo de su mejor defensa contra la oscuridad: la ignorancia. El Acechante Nocturno se adaptó rápidamente a las enseñanzas del Imperio, aunque continuó siendo silencioso y retraído, incluso cuando le fueron presentados sus hermanos. Con Fulgrim, Primarca de los Hijos del Emperador y tutor suyo, aprendió a la perfección y con suma facilidad todas las complejas doctrinas del Adeptus Astartes. Se refería a Terra como si hablase de un paraíso y su metabolismo se adaptó muy bien a sus ciclos diurnos, tan diferentes de los de Nostramo. El Acechante Nocturno no tardó en ponerse al frente de los Amos de la Noche, su progenie genética, una legión de hijos que recuperaba así a su propio padre pródigo.
Cuando se reanudó la Gran Cruzada, el Acechante Nocturno demostró una capacidad estratégica sorprendente y su legión se adaptó a sus tácticas con inteligencia y dedicación. Aunque era un gran estratega en el campo de batalla, no se daba cuenta de las sutilezas de la negociación y los tratados con el enemigo. Simplemente, al Acechante Nocturno no se le ocurría una alternativa al uso de la fuerza para conseguir sus objetivos. Esta tendencia se extendió rápidamente entre los rangos más altos de los Amos de la Noche hasta que fue aceptada sin discusión. Donde un ataque tan preciso como un corte quirúrgico habría sido suficiente, el Acechante Nocturno utilizaba una fuerza desmesurada para lograr la victoria. Se relata que el primarca era de la opinión de que la mejor manera de asegurar que el enemigo fuera completamente derrotado era acabar brutalmente con su cabecilla delante de sus tropas; de este modo, no solo se solucionaba sin duda el problema original, sino que también se aseguraba que los que observaban no se atreverían a infringir la ley imperial. Esta fue la política y la táctica militar que utilizó el Acechante Nocturno desde el principio.
Durante sus primeros años como Primarca de los Amos de la NOche, su legión destruyó casi todo atisbo de herejía de forma tan fanática como la de los cazadores de brujas. El Acechante Nocturno hizo de sus hijos una eficiente legión de guerreros para los que matar era parte de su naturaleza y que conseguían sus propósitos como fuese. Se guarda una grabación de una de las primeras misiones del Acechante Nocturno en la que se le encomendó la misión de destruir un templo dedicado a una deidad agrícola y él no dejó piedra sobre piedra del asentamiento civil en el que se erigía el templo.
El incidente en el que los Amos de la Noche bombardearon un continente entero con bombas víricas porque había una ciudad en la que se había descubierto un floreciente culto a Slaanesh fue la prueba definitiva de que esta legión utilizaba la fuerza de manera excesiva. El Acechante Nocturno alentaba a sus soldados a que decorasen sus cascos y armaduras con iconos que produjesen miedo y con los que reforzasen su ya de por sí terrible reputación. La legión pintó en sus servoarmaduras con el mayor de los cuidados cráneos alados, máscaras de muerte y caras aullantes. A veces, incluso adornaban sus armaduras con las cabezas decapitadas de sus enemigos.
La táctica resultó ser increíblemente efectiva. Las medidas extremas que adoptaban los Amos de la Noche pasaron a ser infames y la mera mención de su presencia en un sistema planetario aseguraba que los planetas pagaran sus tributos, cesaran toda actividad ilegal y mataran a aquellos que presentaban deformidades antes de que los Amos de la Noche decidieran hacerlo.
Cuando sus Marines Espaciales caían en batalla, el Acechante Nocturno reclutaba iniciados en el planeta Nostramo. Sabía que los ciudadanos de este sistema le obedecerían sin rechistar y estaba convencido de que lucharían por la causa del Imperio con la misma dedicación con la que le servían a él. Pero lo que el Acechante Nocturno no sabía era que Nostramo había vuelto a la sociedad corrupta y decadente que tenía antes de su llegada. Solo los más rudos criminales habían sobrevivido sanos y fuertes al nuevo Nostramo; fueron justo estos hombres sin escrúpulos los que acabaron engrosando las filas de los Amos de la Noche. Surgieron cultos de guerreros entre estos reclutas de ojos color azabache y piel pálida, se llevaron a cabo pactos y se hicieron juramentos. Los incidentes en los que los Amos de la Noche acababan con poblaciones civiles durante un ataque a un objetivo militar incrementaron de manera alarmante.
Aunque un hijo del Emperador no tenía que responder ante nadie excepto ante el propio gobernante de la Humanidad, el comportamiento del Acechante Nocturno empezó a ser visto con recelo por sus hermanos primarcas. Las cicatrices del modo de vida que había llevado en Nostramo empezaron a hacer mella en él. Aunque pasaba tiempo con sus iguales, la distancia que mantenía con ellos no le permitía llegar al nivel de camaradería que existía entre los demás primarcas. Todavía sufría ataques en los que se convulsionaba y tenía visiones de su propia muerte y de los Amos de la Noche luchando guerra tras guerra contra las otras legiones del Adeptus Astartes. Pero, a pesar de la preocupación de sus compañeros, nunca dejó que una sola palabra de estas visiones saliese de su boca. Esta soledad no tardó en desembocar en paranoia y la separación entre el Acechante Nocturno y el resto de primarcas se hizo todavía mayor.

El problema de las creencias heréticas del Acechante Nocturno no quedó al descubierto hasta pasado un tiempo y solo gracias al lazo que el primarca mantenía con Fulgrim su tutor de entonces (algunos dicen que fue mas que un tutor). El propio punto de vista de Fulgrim pudo haberle ayudado a comprender la retorcida lógica del Acechante Nocturno.
El Acechante Nocturno empezó a confiar en Fulgrim cuando este salió en su defensa durante una disputa. Parece que, tras esto, el Acechante Nocturno pensó que le podía confiar sus miedos a Fulgrim. Le contó cómo había visto su muerte a manos de su padre en decenas de visiones y que los hijos del Emperador se matarían entre ellos en vez de a manos del enemigo. También le dijo que la luz que el Emperador había llevado a Nostramo acabaría con el planeta para siempre.
Fulgrim contó estas confidencias a Rogal Dorn, que se ofendió ante este desaire al Emperador. El siguiente extracto habla del momento en el que Rogal Dorn recriminó sus palabras al Acechante Nocturno. Por lo que cuenta el extracto, resulta evidente que ambos llegaron a las manos. El fragmento es parte de una grabación llevada a cabo por la Princesa Ichabod Lethrai en el banquete para celebrar la pacificación del Sistema Cheraut en 7232826.M29. La grabación se conserva en aceites para evitar su degeneración y es uno de los textos mejor guardados de la Biblioteca Sanctus. "…Rogal Dorn yacía en el suelo. La sangre cubría sus ropajes y tenía varias heridas en el torso. La gigantesca y pálida figura del Acechante Nocturno se erguía como una gárgola sobre él. Su cuerpo estaba cubierto de sudor y su pelo cayó sobre sus ojos azabache cuando nos miró. Aunque estaba sollozando, el gesto de su cara reflejaba odio y culpabilidad en igual proporción".
No se detalla lo que siguió a estos incidentes, pero parece que los primarcas llevaron a cabo una reunión al margen del Acechante Nocturno, que estaba recluido en sus aposentos. No se sabe la decisión que tomaron, pero sus efectos están claros si tenemos en cuenta la reacción en cadena que tuvo lugar y que dio paso a la época más oscura de la historia del Imperio. Cuando el concilio de los primarcas terminó horas después, descubrieron que el Acechante Nocturno había desaparecido tras acabar con la guardia de honor que le custodiaba en sus aposentos. Las paredes, el techo y el suelo de la habitación y del corredor por los que había huido estaban llenos de sangre y esquirlas de hueso. El Acechante Nocturno había movilizado las naves de su legión. Cuando los primarcas reunieron suficientes naves para perseguirle, él ya había saltado a la disformidad. Sin las habilidades sobrenaturales y la presciencia increíble de los primarcas, muchos de los perseguidores del Ángel Oscuro se habrían perdido aquel día al adentrarse las naves en el corazón del Empíreo. El viaje pudo haber durado días o meses, puesto que el tiempo es maleable en la disformidad. Lo único cierto es que, a pesar de su valiente persecución, sus hermanos primarcas llegaron demasiado tarde.
Las naves de los Amos de la Noche orbitaban alrededor de Nostramo y cientos de armas apuntaban a aquel planeta, iluminadas por el sol moribundo de aquel sistema. Mientras la nave insignia del Acechante Nocturno abría fuego sobre el planeta con sus armas de destrucción masiva, las naves que habían podido seguir el ritmo de su primarca emergieron de pequeñas distorsiones en el espacio y se unieron al ataque. Rayos y rayos de luz incandescente se unieron a la mortal lluvia. Todos ellos apuntaban al mismo lugar: el punto débil de la corteza de adamantio de Nostramo, el lugar en el que había aterrizado el primarca a su llegada al planeta. Los láseres de las naves de los Amos de la Noche se fundieron en una brillante lanza de luz que alcanzó el núcleo del planeta. Tras el cataclismo de explosiones, el planeta oscuro había dejado de existir.

La Herejía de Horus

Tras este horrible acto, el Acechante Nocturno empezó a escuchar las palabras del Caos. Ahora estaba peligrosamente trastornado y fue dejando por la galaxia un rastro de planetas devastados. Los pretextos que daba el Acechante Nocturno para asaltar los diversos mundos eran cada vez menos creíbles. Las naves de reconocimiento imperiales empezaron a enviar a la sala del trono del Emperador informes de lo que estaba aconteciendo. Las atrocidades que los Amos de la Noche estaban llevando a cabo en nombre del Emperador eran horribles. Estos actos blasfemos y la violencia sin medida tenían el sello de los Amos de la Noche, cuya flota no frenaba su avance como si esto fuera a evitar el castigo que les aguardaba. La legión pasó del daño físico de la tortura y el sadismo al daño psicológico. Los guerreros de armaduras oscuras ralentizaron su orgía de destrucción para llevar a cabo premeditadas campañas de terror psicológico. Se convirtieron en carniceros del dolor y de la desesperación y se pasaban semanas sembrando el terror entre la población de un planeta y alimentando sus mayores miedos. Los Amos de la Noche invadían aquellos planetas más desvalidos y peor defendidos, cuyas poblaciones no podían entender el infierno que había desembarcado en su mundo. El Acechante Nocturno había abandonado su cruzada en nombre del Emperador, a quien acusaba de hipócrita sin el coraje de reconocer que sus propias doctrinas eran igual de extremistas. Ahora, el primarca luchaba en nombre de la muerte y del miedo, convencido de que tendría éxito en su maligna empresa. El Acechante Nocturno cambió físicamente durante este tiempo; sus labios casi desaparecieron, su estructura muscular le hizo encorvarse y sus manos se transformaron en terroríficas garras. Asqueado por los grotescos actos de sus hijos, el Emperador requirió al Acechante Nocturno que se presentara ante él para que le diera explicaciones por los métodos utilizados por su legión. Pero, tan pronto como el edicto imperial vio la luz y la lenta pero poderosa mano de la justicia imperial comenzó a cerrarse sobre la legión de los Amos de la Noche, sucedió la traición más grande que nunca ha acontecido en el Imperio. Horus, primero entre los elegidos del Emperador, le traicionó y convirtió al Caos varias de las legiones de Marines Espaciales. La verdadera extensión de su traición no resultó evidente para el Emperador hasta que tuvieron lugar los hechos de Istvan V La misión de llevar ante la justicia a los Amos de la Noche se abandonó, puesto que el Imperio se vio envuelto en una cruenta guerra civil.
El Acechante Nocturno no tardó en aliarse con Horus y, en este punto, se hizo evidente que todas las acusaciones vertidas contra los Amos de la Noche eran completamente ciertas. Desde el planeta Tsagualsa, situado en la salvaje área espacial denominada Franja Este, los Amos de la Noche llevaron a cabo una campaña marcada por el genocidio y la maldad que hizo que sus atrocidades anteriores palidecieran en comparación. No rendían pleitesía a ningún poder del Caos en particular, pues veían las devociones como debilidades. De hecho, con el tiempo, fue a su propio primarca a quien más llegaron a odiar. En poco tiempo, las filas de la que había sido su orgullosa legión se llenaron completamente de sádicos criminales y asesinos con poder para oprimir a quien quisieran gracias a la potente semilla genética de su primarca. En vez de servir al Caos, los Amos de la Noche se aprovecharon de él para llevar a cabo sus actos más inhumanos. La galaxia temblaba ante la mera mención del nombre de esta legión y, poco a poco, los Amos de la Noche fueron acercándose a Terra dejando tras ellos un sendero de sangre y destrucción. Incluso tras el final de la Herejía de Horus, cuando el Elegido del Caos yacía sin vida entre los restos de su barcaza de guerra, los Amos de la Noche siguieron luchando ferozmente. Continuaron sus incursiones por el Imperio y cambiaron los términos de las campañas estratégicas bien organizadas que llevaban a cabo antaño por campañas de muerte y destrucción sin sentido. La mano del Acechante Nocturno aún resultaba evidente en todas las acciones de su legión, pero era obvio (por grabaciones de aquella época) que las órdenes de batalla del primarca habían variado. Donde originalmente eran fríos y calculadores, los Amos de la Noche empezaron a atacar a objetivos cuya capacidad militar era mucho menor, lo que parecía evidenciar una desesperación autodestructiva en la legión. Parece posible pensar que el Acechante Nocturno supiera que el Emperador había ordenado que una asesina del templo Callidus acabase con su vida. La mitad de los asesinos Callidus existentes tenía la misión de localizar y destruir al primarca, con la esperanza de que los Amos de la Noche se desbandasen para siempre tras la muerte de su líder. Las últimas palabras del Acechante Nocturno son uno de los grandes enigmas de la historia imperial. Se piensa que se permitió conscientemente la infiltración de la asesina M´Shen en el palacio de Tsagualsa, un edificio construido en su totalidad con cuerpos aún vivos. Aunque esperaba tener que enfrentarse a varios guardias, la asesina encontró el gran vestíbulo de hueso y carne completamente desierto. Las cámaras situadas en los brazaletes de la asesina, que se guardan en la capilla más venerada del templo Callidus, muestran el combate que tuvo lugar entre el retorcido primarca y el ángel vengador. Sentado en un trono construido a partir de los huesos de sus víctimas y cubierto por las sombras, se encuentra el propio Acechante Nocturno. Irradia odio y locura. M´Shen se detiene cuando el primarca levanta su cabeza y su cara se refleja en los negros e impasibles ojos del Acechante Nocturno. Tras un eterno momento, con una voz profunda y llena de dolor, el Acechante Nocturno habla. "No me sorprende tu presencia, asesina. He sabido de tu existencia desde que tu nave entró en la Franja Este. ¿Por qué no te he matado? Porque tu misión y la acción que estás a punto de llevar a cabo prueban que todo lo que he dicho o hecho es cierto. Solo he castigado a los que estaban equivocados, al igual que tu falso Emperador pretende castigarme a mí ahora. La muerte no es nada en comparación con la confirmación de lo que ya sabía". Luego, la imagen vibra en el momento en el que M´Shen salta hacia adelante. Lo último que se ve, antes de que la grabación se corte inexplicablemente, son unos ojos llenos de locura.


  

Gracias a Kharn de Wargamez por sacarlo del Index Astartes:Amos de la Noche.Gracias a Noldofinve de Deviantart .