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El único triunfo real de Perturabo en los tiempos que siguieron a la Herejía fue el que lo encumbró a la categoría de Príncipe Demonio. Los Guerreros de Hierro habían estado muy cerca de abrir una brecha en las defensas del Palacio Imperial, pero vacilaron al conocer la muerte de Horus. Tras su huida, su imperio fue desmantelado por los Puños Imperiales de Rogal Dorn gracias a su aplastante superioridad numérica. Por ello, Perturabo preparó una trampa para el Primarca en el planeta Sebastus IV, donde mandó construir la singular "Fortaleza Eterna". En cuanto tuvo noticias de la fortaleza, Rogal Dorn declaró públicamente que los Puños Imperiales sacarían a rastras a Perturabo de su agujero y lo traerían de vuelta a la Tierra en una Jaula de Hierro. Roboute Guilliman ofreció su colaboración a Dorn; pero este, tal y como Perturabo había planeado, fue lo bastante arrogante como para llevar a cabo la misión en solitario.

Rogal Dorn esperaba una batalla honorable, pero no era esto lo que Perturabo tenía en mente. La Fortaleza Eterna no era otra cosa que una trampa tremendamente sofisticada. En su centro había una fortaleza amurallada rodeada por treinta y cinco kilómetros cuadrados de búnkeres, torres, campos de minas, trincheras, alambradas, trampas antitanque y reductos. Dispuestos en radios que partían del centro de la fortaleza formando una estrella de ocho puntas, había infinidad de túneles subterráneos que conectaban las fortificaciones de la superficie. Todas las entradas a la red subterránea estaban selladas y la propia fortaleza era una construcción decorativa sin valor real. La mayoría de fortificaciones se limitan a proteger algo cuando es necesario; la Fortaleza Eterna eran más de cien kilómetros cuadrados de terreno letal.

Perturabo y los Guerreros de Hierro aguardaron los primeros impactos del bombardeo orbital bajo la superficie. En cuanto comenzaron, respondieron a ellos con una serie de disparos desde unos silos alejados de la fortaleza. Los Puños Imperiales reaccionaron precipitadamente enviando al ataque contra los silos a sus tropas transportadas en Thunderhawks y, pronto, desembarcó el resto de la Legión en pleno para llevar a cabo un asalto a gran escala. En cuanto los Puños Imperiales iniciaron su ataque a los silos, Perturabo hizo explotar los almacenes de misiles. Miles de toneladas de escombros se esparcieron por la atmósfera de Sebastus interrumpiendo cualquier posible comunicación entre las tropas terrestres y su flota.

La explosión era la señal que esperaban los Guerreros de Hierro para atacar. La flota traidora no era más fuerte que la de los Puños Imperiales, pero las cañoneras Thunderhawk de la flota leal se encontraban en la superficie del planeta. Además, las naves del Caos contaban con muchos Guerreros de Hierro ansiosos por dirigir las naves de asalto. La flota de los Puños Imperiales intentó resistir, pero fue inexorablemente alejada de su posición. Después de algunas horas, los únicos objetivos atacados en el planeta eran coordenadas calculadas previamente por Perturabo.

 

Los Puños Imperiales, bajo el fuego que llegaba del espacio, procedieron a preparar su asalto y formaron un frente de cuatro compañías. Perturabo los vigilaba desde una torre de observación y empezó a destruirlos metódicamente. Primero, los campos de minas diezmaron sus filas; después, en cuanto los Puños Imperiales alcanzaron la primera hilera de fortificaciones, los Guerreros de Hierro emergieron de sus trincheras y abrieron fuego. Mientras las trincheras atraían la atención de los Marines leales, varias escuadras de Guerreros de Hierro equipados con granadas perforantes y bombas de fusión salieron de sus búnkers ocultos y atacaron los tanques que se habían detenido al lado de las fortificaciones. Los Puños Imperiales se dieron la vuelta para responder a aquella nueva amenaza y, durante varios minutos, fueron acribillados entre las trampas antitanque. Se reagruparon una vez más y efectuaron un movimiento de barrido para arrasar a los Guerreros de Hierro de las trincheras; no obstante, cuando llegaron, las encontraron vacías. La lucha prosiguió así: Perturabo eliminaba a los Puños Imperiales tanque por tanque y escuadra por escuadra. Rogal Dorn seguía convencido de que la victoria estaba al alcance de la mano, así que hizo avanzar a sus hombres. Perturabo replegó a algunos de sus defensores y dio orden de mantener la posición a otros: una estratagema que fracturó a los Puños Imperiales primero en compañías, después en escuadras. Al sexto día de combates, cada Marine luchaba prácticamente solo. Las tropas de Dorn se vieron obligadas a esconderse en el fango y a apilar los cadáveres de sus compañeros para tener algo de cobertura. Perturabo conservó la paciencia y dejó que Dorn corriera de trinchera en trinchera gritando su nombre y retándole a un combate personal, pues contaba con que la visión de la impotencia de su Primarca minaría la moral de los Puños Imperiales.

El asedio de la Fortaleza Eterna iba a durar tres semanas más todavía. Los Puños Imperiales habían penetrado en la zona letal y no tenían posibilidad de escapar. Aunque sus capitanes aconsejaron la retirada, Rogal Dorn no quiso dar la orden. Rechazó las evidencias que le mostraban sus ojos y siguió insistiendo en esa "última carga" o en que Perturabo se enfrentaría a él. Incapaces de abandonar a su Primarca, los Puños Imperiales se prepararon para morir con él.

Si Perturabo cometió algún error, fue el de recrearse demasiado en atormentar a sus enemigos. Podría haber acabado con los Puños Imperiales en cualquier momento, pero prefirió no hacerlo. Por fortuna para Rogal Dorn, Roboute Guilliman puso la seguridad del Imperio por delante del orgullo y llevó a los Ultramarines al rescate. La poderosa flota de los Ultramarines obligó a los Guerreros de Hierro a replegarse, mientras que sus Thunderhawks se zambullían entre las nubes de polvo para evacuar a los Puños Imperiales. Perturabo no tenía ningún deseo de luchar contra dos Capítulos y se concentró en evitar que los Puños Imperiales pudieran evacuar a sus muertos y heridos.

Rogal Dorn estaba deshecho. Tuvieron que pasar diecinueve años para que él y los Puños Imperiales pudieran volver a participar en una guerra. Dejaron a más de cuatrocientos Marines en la Fortaleza Eterna y los que sobrevivieron lo hicieron con horribles heridas.

La semilla genética capturada fue sacrificada a los Dioses Oscuros, que, a su vez, elevaron a Perturabo a la categoría de Príncipe Demonio. Uno de los insultos había sido vengado y, desde entonces, los Guerreros de Hierro solo han vivido para saldar cuentas con el cadáver encerrado en el Trono Dorado.