MORDIA

En los extensos y siniestros archivos de la Inquisición Imperial pueden encontrarse numerosos relatos sobre el horror y la traición; sobre la destrucción de mundos enteros y el triunfo de la codicia y la locura de los hombres Tales archivos contienen toda la información conocida sobre la debilidad humana y el poder de los siniestros Dioses del Caos.

Sin embargo, entre los informes sobre planetas perdidos y las derrotas de los hombres y sus aliados pueden encontrarse también unas pocas victorias de la humanidad; casos aislados en los que las hordas demoniacas del Caos fueron derrotadas cuando estaban a punto de lograr la victoria y se vieron obligadas a retroceder a la dimensión de la que procedían. Uno de estos casos es el del planeta Mordia, el Mundo de la Noche Eterna.

El día en Mordia tiene la misma duración que un año Mordiano. El pequeño de Mordia gira sobre su eje una vez por cada órbita alrededor de su sol. Consecuentemente, la mitad de la superficie del planeta recibe constantemente los abrasadores rayos solares, mientras que la otra mitad se encuentra sumergido en una oscuridad eterna. Las tierras abrasadas por el sol están desprovistas de vida y son yermas; se trata de un desierto de rocas resquebrajadas y desfiladeros entre los que se enfrentaron los poderosos ejércitos durante la Edad de la Apostasía hace miles de años. En Mordia toda la vida se desarrolla en la cara oculta.

El lento movimiento de rotación de Mordia impide que se produzcan movimientos importantes en su densa atmósfera, por lo que su clima es constantemente cálido y no existen brisas que puedan renovar la opresiva atmósfera. Las vidas de los Mordianos discurren en esta sofocante oscuridad. Antiguas y ruinosas ciudades cubren la superficie de la cara oscura del planeta. Torres piramidales con numerosos niveles se elevan como colinas que llegan hasta el cielo. Cientos de millones de habitantes viven en una superficie de apenas una décima parte de la superficie terrestre.

Mordia es un planeta que bulle de gente, un mundo oscuro y superpoblado cuyos gobernantes -los Tetrarcas de Mordia- deben luchar continuamente contra la anarquía. Sólo un cuidadoso reparto de los recursos de Mordia permite a su gigantesca población sobrevivir. Toda la comida, ropa y todos los recursos y abastecimientos esenciales están estrictamente controlados y racionados. Esto permite a los Mordianos sobrevivir, aunque con grandes sacrificios y en medio de una considerable pobreza.

Estas duras y exigentes condiciones son una fuente constante de descontento. Son pocos los habitantes que se dan cuenta de la situación real del planeta. Algunos no se preocupan por sus compatriotas e intentan buscar el lucro personal y el poder, sin pensar en las consecuencias. En las decadentes ciudades la delincuencia aumenta constantemente. Las bandas y los cerebros criminales gobiernan el Submundo, donde una vida tiene muy poco valor y donde los desesperados no son más que peones a disposición de los antojos de sus amos.

LA GUARDIA DE HIERRO

La Guardia de Hierro de Mordia defiende el orden ante el peligro de la anarquía. Son las tropas de elite que la Tetrarquía de Mordia, visten uniformes de colores brillantes y son totalmente leales al gobierno. Sus enemigos son todos aquellos que intentan robar los escasos recursos de Mordia o ponen en peligro la existencia de Mordia. La Guardia debe enfrentarse sin descanso contra los jefes de las organizaciones criminales del Submundo, dementes grupos de caníbales y agitadores descarriados que prefieren provocar la destrucción total antes que seguir soportando los sacrificios necesarios para la supervivencia del mundo.

La Guardia de Hierro es implacable en la persecución de sus enemigos. Su disciplina es legendaria y su entrenamiento es el más riguroso posible. Todos los combatientes de la Guardia de Hierro comprenden perfectamente el horror en que se vería sumido su mundo si no cumplieran adecuadamente su misión. Su lealtad y decisión es lo que mantiene a Mordia a salvo de las plagas, la inanición y la barbarie.

LA CONSPIRACIÓN DEL CAOS

La mayor amenaza que nunca ha tenido que afrontar Mordia llegó un caluroso verano. El asfixiante calor era inusual incluso para Mordia. El planeta estaba al borde de la insurrección. Bajo las calles maduraba una conspiración secreta que representaba la peor amenaza que pudiera sufrir el planeta. En el subsuelo se reunía un cónclave oscuro, un grupo de hombres que conocían la riqueza de Mordia y que querían apropiarse de ella. Lejos de las miradas de los ciudadanos más cuerdos, llevaron a cabo sus invocaciones y llamaron a los Oscuros Dioses del Caos.

Estaban intentando lanzar un hechizo. Es imposible decir cuánta sangre inocente fue derramada para alimentar su magia, o cuántas siniestras invocaciones dirigieron a sus oscuros señores. Los que llevaron a cabo el ritual del hechizo sólo buscaban el poder personal. Su codicia no conocía límites, estando dispuestos a destruir el planeta si era necesario. La vida de los millones de habitantes del planeta les importaba tan poco como a los Dioses del Caos.

El verano se hizo cada vez más caliente mientras el hechizo iba completándose. En la capital sucedieron muchos acontecimientos extraños. Los grupos de caníbales y las bandas criminales estaban más activas que nunca, podían verse monstruos alados planeando sobre la ciudad. La gente desaparecía sin dejar rastro.

EL CIELO EN LLAMAS

Al completarse el hechizo, el mundo empezó a temblar, el cielo ardió en llamas y de las llamas surgieron los mismísimo, Señores de la Guerra del Caos. Del Ojo del Terror surgieron astronaves deformes e inmundas que se dirigieron hacia el cielo de Mordia para lanzar todo su poder de destrucción sobre el planeta. Los Marines Espaciales del Caos entraron en las ciudades matando a todos aquellos que encontraron en su camino en un gigantesco y sangriento sacrificio a sus dioses. Los demonios acechaban las torres en llamas para cazar las almas que huían de la devastación que tenía lugar en la superficie.

Los sirvientes del Caos salieron arrastrándose de sus oscuras guaridas para sumergirse en el fuego y el terror de su mundo, confiando en el favor de sus amos ahora que su trabajo había terminado.

LA GUERRA CONTRA EL CAOS

Cuando el cielo explotó en llamas, los Tetrarcas de Mordia ordenaron a sus Astrópatas que enviarán mensajes psíquicos pidiendo ayuda. El poder del Caos era tan fuerte que las mentes de los Astrópatas se quemaron por el esfuerzo. Era totalmente imposible saber si los mensajes habían llegado a su destino, o si la ayuda estaba en camino.

Mientras tanto, la Guardia de Hierro resistía heroicamente al ataque demoniaco. Mientras los humanos normales huían aterrorizados ante el poder del Caos, la Guardia de Hierro se mantuvo firme, disparando una y otra vez contra las tropas enemigas. Al final, los Capitanes de la Guardia de Hierro no tuvieron más remedio que ordenar la retirada. Aunque sus hombres deseaban resistir hasta el final, poco podían hacer contra las hordas a las que se enfrentaban. A regañadientes, la Guardia de Hierro se reagrupó alrededor de la capital, abandonando el resto del planeta al enemigo.

Mientras las fuerzas del Caos arrasaban Mordia, la Guardia de Hierro preparaba la defensa de la capital. Cada edificio se convirtió en una fortificación, cada torre en un reducto, y cada calle y plaza en una zona de fuego cruzado para las cuidadosamente apuntadas armas de la Guardia de Hierro. En el centro, se encontraba el Palacio Tetrarcal, desde donde se coordinaba la defensa de la ciudad.

Cuando empezó el ataque, la Guardia de Hierro estaba preparada. Los marines Espaciales del Caos caían ante sus certeros disparos mientras las sucesivas andanadas atravesaban sus filas. Conducidos a trampas cuidadosamente preparadas, los marines Espaciales fueron rechazados; pero tras ellos avanzaban enemigos mucho más peligrosos y poderosos.

EL ATAQUE DESDE LAS PROFUNDIDADES

De las cloacas y los conductos de mantenimiento surgió un ejercito compuesto por aquellos que habían vendido su alma a los Dioses Oscuros. Vestidos con harapos y armados sólo con algunas barras de hierro y cadenas, se lanzaron contra los defensores. Motivados por su demencial devoción al Caos, no les importaba vivir o morir, y miles de ellos murieron bajo el fuego de las devastadoras armas de la Guardia de Hierro, Sin embargo, este inesperado ataque dejó a los defensores desmoralizados para enfrentarse al siguiente asalto.

Las fuerzas del Caos se lanzaron contra la Guardia Imperial con enloquecida determinación. Los Demonios y los marines del Caos avanzaron al unísono. Los Devoradores de Almas de Khorne rugieron su gran desafío que heló la sangre de los mortales. Los Guardianes de Secretos recorrieron el campo de batalla matando con su mirada a aquellos que se atrevían a mirarles. Horrores oscilantes brincaban y parloteaban en fantasmagóricas manchas de energía incandescente. Era una visión estremecedora, pero la Guardia de Hierro se mantuvo firme ante la matanza aunque muchos pagaron un alto precio por su devoción.

Calle a calle, edificio a edificio, la Guardia de Hierro retrocedió hacia el centro de la ciudad. Sus líneas se debilitaron pero los Guardias se negaron a desfallecer y rechazaron un ataque tras otro. Cuando las bajas eran demasiado cuantiosas para seguir resistiendo, o cuando sus posiciones estaban siendo rodeadas y se hacían insostenibles, la Guardia de Hierro se retiraba a una nueva línea defensiva, conservando tanto como podían sus hombres y armas. Era una batalla tácticamente brillante en la que pudo apreciarse la gran disciplina de las tropas Imperiales. Pero era una batalla que los Mordianos no podían ganar. Finalmente no les quedó ningún lugar al que retroceder.

LA BATALLA POR EL PALACIO

al final, la Guardia de Hierro tomó posiciones alrededor de! Palacio Tetrarcal, el último reducto ante el Caos en todo el mundo. Parapetada detrás de defensas construidas apresuradamente, la infantería esperaba el inevitable ataque final. Desde las torres, los balcones ceremoniales, los tubos de los Cañones Láser y otras armas pesadas brillaban a la luz del ardiente cielo.

De repente, la horda del Caos se lanzó contra ellos, aullando y rugiendo con todo su poder. Los Grandes Demonios de Nurgle avanzaron torpemente entre sus seguidores, sobresaliendo como gigantes de una altura cuatro o cinco veces superior a la de los humanos, como señores de sus abominables seguidores.

Los ensangrentados demonios avanzaron con sus vísceras podridas colgando por los suelos y con nauseabundos gases surgiendo de sus heridas de las grietas de su coriácea piel. Junto a ellos avanzaban los marines Espaciales del Caos de ese pestilente Dios con sus armaduras verdosas y rancias por la descomposición, al igual que sus cuerpos cubiertos de enfermedades. Ante ellos se había formado una nube de moscas que zumbaba alrededor de la Guardia de Hierro cubriéndoles los ojos, taponándoles los oídos y entrándoles en la boca con sus peludos cuerpos.

Las Rifles Láser de la Guardia de Hierro disparaban sin pausa contra la chillona horda. Los Rifles Láser disparaban al unísono cada vez que los Capitanes ordenaban disparar contra la maligna masa de atacantes. Desde el Palacio Tetrarcal llegaba el rugir de los Cañones Automáticos, los rabiosos ladridos de los Bolters y el penetrante chasquido de los Cañones Láser. Las dotaciones de las armas recargaban y disparaban sin cesar con una precisión mecánica, no deteniéndose ni un instante ni alterando en ningún momento esta rutina. Las vísceras de los demonios corrían como un río por la antaño blanca plaza, pero cuando una bestia caía, dos mas ocupaban su puesto, pasando por encima de su cuerpo mientras seguían su avance hacia las posiciones de la Guardia de Hierro.

Los Capitanes ordenaron a sus hombres que se retiraran hacia las escaleras del Palacio y formaran una línea de tiro. Actuando muy disciplinadamente, la Guardia de Hierro se preparo para una ultima andanada antes de que las fuerzas del Caos se abalanzaran sobre ellos. Había llegado el momento del enfrentamiento final, aunque quedaban muy pocos para ver su inevitable derrota.

¡VICTORIA!

Los defensores de Mordia no podían ni imaginar el poder o las intenciones del Caos. No podían imaginar que mientras las hordas del Caos se lanzaban contra ellos, el poder de los Dioses del Caos sobre Mordia era cada vez menor. El hechizo que los había traído al espacio mortal y había alimentado sus cuerpos de energía física estaba casi agotado. Las llamas que ardían en el cielo estaban debilitándose, y los gritos de los demonios resonaban menos poderosamente en el aire.

Ante la estupefacta mirada de la Guardia de Hierro, sus enemigos se disolvieron ante sus ojos. EL cielo se oscureció recuperando su habitual negrura. En la oscuridad pudieron verse las luces de posición de las astronaves Imperiales brillando entre las estrellas. La Guardia de Hierro no sólo había ganado una batalla, sino el aliado más importante de todos el tiempo. Desde mas allá de la órbita de Mordia, los Psíquicos Imperiales habían lanzado un contra hechizo para romper el poder del Caos. Mientras la Guardia de Hierro luchaba en la superficie del planeta, tenía lugar una batalla de voluntades entre los mortales y los dioses. Sólo la heroica resistencia de la Guardia de Hierro había conseguido que los Psíquicos dispusieran del tiempo suficiente para utilizar sus habilidades místicas antes de que el planeta fuera engullido por el Caos por toda la eternidad.