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No todas las cruzadas de los Templarios Negros movilizan a gran cantidad de efectivos, algunas están compuestas por una sola nave y los soldados que caben en ella. Una de estas cruzadas fue dirigida por el Castellano Raimer, comandante del crucero de asalto Bahía de Ofidio y superviviente de la fracasada Cruzada de Garon. Raimer dirigió a los noventa Templarios Negros a su cargo en una cruzada por una zona de espacio sin explorar perteneciente al Velo, en el sur de la galaxia.

Los planetas periféricos de un sistema en que descubrieron vida estaban habitados por un floreciente imperio de primitivos alienígenas que vivían en enormes ciudades de oro y adoraban a un ser que conocían por el nombre de "Voz del Emperador". Raimer tenía curiosidad por saber qué tipo de ser se escondía tras este nombre y decidió destruir todos sus templos antes de atacar con sus guerreros.

Al tiempo que la cruzada avanzaba, los Templarios Negros descubrieron que muchos de los planetas que visitaban ya habían sido destruidos por una fuerza mucho más poderosa que la suya. El Bahía de Ofidio era una nave muy rápida y, mientras se acercaba a los planetas centrales, sus sensores detectaron una pequeña flota de navíos que abandonaban la órbita de otro planeta devastado.

Los augures determinaron que se trataba de Marines Espaciales del capítulo de los Ángeles Oscuros. Raimer y el Señor de los Ángeles Oscuros intercambiaron elaborados saludos en gótico culto y los Templarios Negros se ofrecieron para combatir a los alienígenas junto al ilustre capítulo de la Primera Fundación.

Los Ángeles Oscuros aceptaron a regañadientes la ayuda de los Templarios Negros.

La batalla final de la Cruzada del Bahía de Ofidio se libró en el recinto dorado del Templo de la "Voz del Emperador", el último refugio de un individuo misterioso que, de algún modo, había logrado dominar a todo un imperio alienígena para convertirlo en su feudo personal. Blasfemias como esta no pueden permitirse, por lo que, junto a sus guerreros de los Ángeles Oscuros que proseguían el ataque al sistema, el Castellano y hermano de armas Raimer lideró a los Templarios Negros en el asalto a la fortaleza Dorada del alienígena.

Mientras los Ángeles Oscuros aniquilaban el ejército alienígena a distancia con la potencia de sus escuadras de devastadores, los hermanos de armas al mando del Paladín de Emperador Korbinian, destruyeron la puerta principal de la fortaleza gracias a los disparos del cañón de fusión de un Land Raider Cruzado. La tecnología alienígena era avanzada y aterradora ya que sus guerreros tenían la habilidad de hacerse invisibles en el campo de batalla; por si fuera poco, sus armas superaban la formidable protección de las servoarmaduras gracias a extraños rayos multifásicos. Aunque el número de guerreros era inferior a cien, los Templarios Negros se abrieron paso a través de la cortina de fuego y rompieron una brecha enorme en una sala del centro de la fortaleza, aunque Korbinian tuvo la sensación de que les habían dejado llegar hasta allí.

En el centro de la cámara se encontraba sentada una curiosa figura, ataviada con una armadura negra como la de los Marines Espaciales. Cuando los Templarios Negros entraron, la figura se puso en pie y los marines pensaron que era uno dellos. Llevaba una espada a la espalda y dos pistolas al cinto, pero el guerrero no les atacó sino que simplemente sonrió, como si le hubieran sorprendido agradablemente y, a continuación dijo: "Vosotros no sois los cachorros del león, ¡qué curioso!"

Como se trataba de un Marine Espacial, Korbinian le contó la noticia de su descubrimiento al Castellano Raimer, y este decidió que debían llevar al prisionero a el Bahía de Ofidio para interrogarle (una decisión que Raimer lamentaría en breve cuando los Ángeles Oscuros descubrieron lo que había pasado).

En cuanto Raimer llegó a su nave, el comandante de los Ángeles Oscuros se puso en contacto con él y le exigió que le devolviera el prisionero. Al principio, Raimer se opuso, pero, en cuanto los sensores de alerta de su nave indicaron que los navíos de los Ángeles Oscuros estaban transmitiendo energía a sus sistemas de armas, supo que no le quedaba otra opción que obedecer. Raimer entregó el prisionero a los Ángeles Oscuros, que abandonaron el sistema sin decir palabra.

La suerte que ha corrido el Bahía de Ofidio es todo un misterio, pues, tras una única comunicación con el sistema de salto en ruta, el Castellano Raimer no ha vuelto a ponerse en contacto con ninguna de las fortalezas de los Templarios Negros.