LA LIBERACIÓN DE BONAVENTURE

15 años 4 semanas antes #27835 por Konrad
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[i:1pxj9asg]Día 3. 7:30h.[/i:1pxj9asg]

-Nada señor, sólo estática.

El general de brigada Karpechenko, refunfuñó, maldijo el maldito espíritu independiente propio de los pilotos de [i:1pxj9asg]Sentinel[/i:1pxj9asg], y se dirigió a su subordinado. El uniforme del joven teniente estaba arrugado, y el color verde oliva deslucido por el gris del polvo. No obstante, los ribetes rojos y la insignia del pecho que lo designaban como oficial de comunicaciones del Estado Mayor de la 16ª División de Infantería Samotracia lucían aún brillantes.

-Teniente Pavelsky, sigan intentándolo. Quiero ya el informe de esos jodidos exploradores. No pienso enviar una columna hacia los distritos más allá del río sin saber qué demonios hay allí, por mucho que digan los culos gordos del cuartel general.

Un gesto de asentimiento, y el joven teniente desapareció de aquel tejado, en busca de la habitación donde se había instalado el equipo de comunicaciones principal. Karpechenko regresó con el mayor Dmitriy, primer oficial de Estado Mayor. El mayor estaba refugiado tras un parapeto de sacos terreros, observando con sus binoculares el entramado de calles que se extendía por debajo de ellos.

El día anterior, tras duros combates, la División, con el apoyo de un regimiento blindado narmeniano, había logrado asegurar gran parte del distrito de Esperance Norte. Karpechenko, comandante de la división en funciones tras la muerte del general de ésta, había decidido establecer su cuartel general de operaciones en el Edificio del Diezmo, una mole de hormigón que se elevaba veinte pisos por encima de cualquier edificio en un par de kilómetros a la redonda. En uno de los tejados superiores, se encontraba el puesto de observación, donde se encontraba ahora.

-Mi general, el coronel Ratko informa que el avance por la avenida del Triunfo está siendo duro.- Le dijo un sargento mayor, ya entrado en años, con los cascos de una unidad transmisora ligera de campaña colgando del cuello.- Solicita apoyo.

Karpechenko tomó los binoculares de uno de los soldados allí presentes y miró en dirección a la avenida. Podían ver el humo de explosiones, hombres corriendo. Hasta llegaba a distinguir los penetrantes rayos carmesíes de las armas láser, los proyectiles incandescentes de armas de calibre pesado.

El mayor Dimitriy se dirigió a él.

-Creo que Ratko es capaz de resolver el asunto.- Se pasó la mano por el cabello negro cubierto de polvo.- Además, el Mando de la Flota empieza a estar un poco mosqueado por la gran cantidad de salidas que hacen al día.

-Qué se joda el mando de la flota.- Dijo Karpechenko. Volvió a echar una ojeada.- Ratko es un oficial competente. No solicitaría apoyo a no ser que realmente lo necesite.

Dio media vuelta y regresó al interior del edificio, a la sala anexa al balcón. En otro tiempo fue el despacho de un alto cargo, con mesas de madera noble, cortinas de terciopelo y vasijas de porcelana. Ahora, gran parte del espacio estaba ocupado por una gigantesca mesa de mapas holográfica. El suelo de baldosas con elegantes motivos geométrico estaba cruzado por cables de alimentación e informes rotos y arrugados.

-¿Dónde se encuentran las fuerzas de Ratko?

Un alférez señaló varios cuadrantes del mapa con un lápiz holográfico rojo.

-De acuerdo. –Karpechenko tomó un papel y un bolígrafo y apuntó con trazos rápidos y enérgicos una serie de órdenes concisas. Las tendió a un soldado.- Llevé esto al teniente Pavelsky. Orden de retirada a Ratko a los cuadrantes designados como 25, 26 y 27, y solicitud de bombardeo sobre los cuadrantes 35, 36, 37 y 42.

El soldado se cuadró, saludó, y salió de la sala.

-Bien. ¿Qué hay del avance del 116º y 312º regimientos?

Un capitán le respondió.

-Resistencia media, señor. Combates frecuentes, pero el ritmo de avance no se ve afectado. No hay bajas significativas.- Con una vara, señaló varios puntos en el mapa. Quedaron marcados de color azul.- Aquí han establecido puestos de mando temporales, que actúan como frentes de avance seguros. –Volvió a señalar más puntos, está vez con color rojo. Karpechenko reparó en que formaban una línea algo dispersa, pero totalmente perpendicular al frente imperial.- Núcleos de resistencia bien fortificados, con armas pesadas.

-Perfecto. Contacte con el regimiento de artillería de la división. Que se bombardeen esos núcleos de resistencia.

El capitán asintió.

-¿El 75º regimiento está en reserva aún, no?

-Sí, general.

-Bien. Contacte con el coronel Zvetkovic. Quiero a sus hombres preparados por si hace falta reforzar el avance de Ratko.

El soldado que antes había en enviado con las órdenes a comunicaciones, volvió a entrar. Se presentó frente al general, se cuadró y saludó, tendiéndole un papel. Reconoció la abigarrada caligrafía del joven teniente. La tomó, y el soldado regresó a su puesto.

Lo leyó rápidamente. Su cara se ensombreció. Llamó al soldado, intercambió unas breves palabras con éste, y acto seguido, volvió a salir de la sala.

-Bien, señores, esto se pone serio. Nuestros exploradores informan de que han trabado contacto en el puente Macharius con una fuerza sólida y bien organizada. Se han visto obligados a retirarse. He informado ya al cuartel general.

Un silencio flotó en la sala. Dmitriy estaba algo nervioso. Odiaba la costumbre de Karpechenko de dar las malas noticias revistiéndolas de un tono de dramatismo y teatralidad.

-Tenemos en primer contacto confirmado con el Pacto Sangriento.

[img:rl5ziuli]http://i674.photobucket.com/albums/vv106/feofitotu/shooter-1.jpg[/img:rl5ziuli]

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15 años 4 semanas antes #27836 por Sidex
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Buena parte, aunque pronto te tocara actualizar a los guardias, los sentinel nuevos podran ir con misiles y tl jeje.

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15 años 4 semanas antes #27837 por Grimne
Respuesta de Grimne sobre el tema Ref:LA LIBERACIÓN DE BONAVENTURE
Sí, y tener un observador avanzado de artillería capaz de disparar un basilisk por turno por tener una radio y un mapa propios. ¡BOOOOOM!

[img:3ppbkf6b]http&#58;//img33&#46;imageshack&#46;us/img33/6517/firma2joy&#46;jpg[/img:3ppbkf6b]

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15 años 3 semanas antes #27910 por Konrad
Respuesta de Konrad sobre el tema Ref:LA LIBERACIÓN DE BONAVENTURE
Hasta que aparezca un veterano de la GI que puede vencer CaC un dreadnought del Caos, separaré ficción literaria y reglas de juego.

[img:rl5ziuli]http://i674.photobucket.com/albums/vv106/feofitotu/shooter-1.jpg[/img:rl5ziuli]

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15 años 3 semanas antes #27911 por Sidex
Respuesta de Sidex sobre el tema Ref:LA LIBERACIÓN DE BONAVENTURE
Pooder puede, le das granadas de fragmentacion, y como ahora siemrpe es por detras, teoricamente puede :whistle:

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15 años 3 semanas antes #27912 por Konrad
Respuesta de Konrad sobre el tema Ref:LA LIBERACIÓN DE BONAVENTURE
[i:16y4rcmu]Día 3. 14:30h.
[/i:16y4rcmu]
Las herramientas resbalaban en sus guantes húmedos. Era incapaz de asir con la precisión que exigía su tarea los instrumentos. El sudor se acumulaba en su frente, estaba tenso y nervioso. No obstante, el pulso no le temblaba lo más mínimo. Cansado, dejó a un lado las pinzas de metal manchadas de sangre y abrió la herida con sus propios dedos. A un gesto suyo, uno de sus ayudantes iluminó con una pequeña linterna láser el interior.

La carne era roja y brillante. La sangre salía a borbotones de una arteria seccionada. Coincidiendo con cada latido, un chorro de sangre manaba de la herida, y manchaba sus manos, brazos, y el suelo de baldosas. El líquido carmesí inundaba la herida. No veían los restos de metralla que habían abierto ese atroz agujero.

El individuo estirado en la cama, un fornido hombre de mediana edad con la cabeza rapada y los brazos tatuados, temblaba espasmódicamente. Aún llevaba unos pantalones de camuflaje verdes, ahora manchados de sangre. La camiseta y la chaqueta habían sido arrancadas, y mostraba un torso musculoso y desnudo. Un profundo agujero había abierto la parte superior del abdomen, por encima de los intestinos, y de allí manaba el torrente de sangre.

Un débil foco colgaba del techo, arrojando escasa luz. La operación debía realizarse con ayuda de una linterna láser. La cama de operaciones de metal, el suelo de baldosa blanca, los delantales y guantes de los cirujanos, los instrumentos quirúrgicos de la bandeja… todo estaba empapado de sangre. Durante siete horas seguidas habían realizado una veintena de intervenciones, sin tener tiempo apenas de limpiarlo todo.

El capitán Haight, oficial médico del 118º regimiento de Kolstec, seguía intentando extirpar los fragmentos de metralla de las entrañas del hombre. No obstante, sabía que lo más probable era que no sobreviviera a la operación. La herida era demasiado profunda, y había seccionado gran número de vasos sanguíneos, de modo que la hemorragia era fatal. Podía notar como la vida abandonaba al hombre. Sus temblores se hacían cada vez más débiles. Volvió a intentar encontrar el fragmento de metralla que se estaba incrustando en el hígado. De nuevo, brotó otro chorro de sangre, manchándole las manos y los brazos. El hombre dejó de temblar.

-Señor, ha dejado de latir el corazón.- Deva, una joven cabo de rubio cabello perteneciente al cuerpo médico que actuaba como su ayudante, apartó su mano del pecho del hombre.- Ha muerto.

Sacó sus manos de la herida, dejó los instrumentos en la bandeja y se quitó los guantes. Se miró: parecía más un matarife del mercado de Puerto Nova que un cirujano. Se acercó al cadáver. Tendió sus dedos al cuello del muerto y encontró la placa de identificación. Con el pulgar, limpió la superficie metálica de sangre.

-Salam, apunta.- Su ayudante tomó una libreta y un bolígrafo.- Soldado de primera clase Mikael Elijah Borone, 214º regimiento, 55º división krassiana.

Se apartó de la mesa, se sacó el delantal y lo colgó de la pared. Salió de la sala de operaciones cuando Salam entraba con una bolsa negra. Recorrió la atestada sala llena de heridos. La escena acongojaba a cualquiera, excepto a los más veteranos. Más de doscientas camas, todas ellas repletas de heridos. Muchos de ellos, gritaban de dolor, producto de horribles mutilaciones burdamente cubiertas por vendas sucias. Enfermeros iban de un camastro a otro, administrando antibióticos para aquellos que habían tenido la desgracia de que sus heridas se habían infectado. Otros administraban morfina a los casos más graves.

Aquello apestaba a sangre, a bilis y a carne corrupta. A pesar de los esfuerzos del personal médico, las infecciones se habían extendido, y la gangrena había hecho su aparición. Vio soldados quemados, con la carne viva, cubierta por vendas y lociones. Sabía que sus horas estaban contadas. Los sacerdotes iban de un lado a otro, con sus hábitos marrones de tela tosca manchados de sangre, consolando a moribundos.

Por fin, llegó a la puerta. Salió al exterior. El aire era frío, y le hacía temblar, pero disfrutó de esos momentos de paz. Allí olía a aire limpio, a exterior.
Se alejó un poco del edificio. La antigua Clínica Imperial, en las afueras de la ciudad, había sido reformada y adaptada para desempeñar el papel de hospital de campaña. El capitán se imaginó como, en otro tiempo, las familias de trabajadores de la siderurgia o los altos hornos habían acudido allí, donde un afable médico de cabecera del Administratum les habría recetado píldoras contra la tos o habrían enyesado algún brazo roto.

Ahora, llegaban transportes [i:16y4rcmu]Chimera[/i:16y4rcmu] de los que bajaban camillas con soldados heridos. Algunos se mantenían serenos, impertérritos, la mayoría gritaban, chillaban, pataleaban. Otros, ni siquiera se movían. El oficial inspector de la puerta destinaba estos últimos a la parte trasera del edificio. Allí, fila tras fila de bolsas negra anónimas se acumulaban, esperando ser llevadas al horno crematorio. Sólo algún sacerdote se paseaba por allí, administrando su última bendición a los que ya descansaban en paz. También llegaban algunos soldados cansados y sucios, con rifles al hombro y los cascos colgando, presentando sus últimos respetos a un camarada querido o un oficial respetado.

Se sentó en un banco al otro lado de la calle, de cara al río. Las aguas grises arrastraban témpanos de hielo. Al otro lado, la ciudad en ruinas presentaba una imagen melancólica, bajo el cielo nublado. Por el puente afluían más vehículos cargados de heridos. En la otra dirección, columnas de soldados iban hacía el matadero de las calles de Bonaventure. Se sacó un cigarrillo del bolsillo, y hurgó en busca de un encendedor.

-Toma, Karl. Creo que es lo que buscas.

Se giró. Una mano arrugada le tendía una caja de cerillas. Miró el rostro anciano, su benévola sonrisa, su barba larga y gris, su solemne calva. El padre Frederick.

-Gracias, padre.- Encendió una cerilla, y lo propio hizo con el cigarrillo. Aspiró una calada de humo. Aquello lo relajó.

-¿Puedo sentarme a tu lado, hijo?

-Por supuesto, padre.

El anciano sacerdote sonrió, se arremangó la pesada túnica marrón y se sentó. Miró al cirujano y sonrió, pero era una sonrisa cansada. Sus fatigados ojos desvelaban lo mucho que había visto, y sufrido.

-¿Cansado, hijo?

-Hasta mis límites. Diecinueve intervenciones, siete horas seguidas.- Se le hacía un nudo en la garganta.- Sólo ocho han sobrevivido.

-Hijo, has hecho lo que has podido.

-Sí… pero me da la sensación de que podría haber hecho más. Llevo veinte años metido en esto, veinte años. Cientos, o quizás miles de hombres, han vivido o muerto gracias a mí.- Aspiró otra calada. El cigarrillo, que antes lo había relajado, empezaba a parecerle nauseabundo.- Cuando estoy allí dentro, logro realizar mi trabajo. Pero cuando salgo fuera… Sagrado Emperador, todo me cae encima.

-Capitán Haight, dices que ocho hombres han sobrevivido hoy. Has salvado ocho vidas. ¿Y aún crees que no has hecho suficiente?

-No sé, padre, esto es difícil. Y sé que esto no es más que el principio… a veces pienso. Pienso en todos esos chavales que mueren en mis manos. Pienso en ellos… y maldigo al general, al Estado Mayor, al señor de la guerra… por si no podrían salvar sus vidas. Que yo, o los de mi quinta, muramos, me parece fácil de asumir. Pero no chavales de veinte años. Eso no.

Volvió a dar otra calada. El cigarro ya le daba asco. Lo arrojó al río. Tomó la cabeza entre sus manos.

-Ya parezco un jodido hereje, joder.

-No hijo, no.- El padre posó su mano sobre el hombre del cirujano. A pesar de su edad, su abrazo era firme.- Tener dudas es parte de la condición humana. Tú ves la muerte, cada día te enfrentas a ella miles de veces. Y lo haces con una entereza digna de admirar. Muchos de los que se hacen llamar héroes no pueden presumir de tanto.

-Padre, vos veis tanta muerte como yo, y sin embargo, no dudáis.

-Hijo, he visto más muerte en mi vida de la que tú verás en mil vidas. He estado en Balhaut, Morlond, mil campos de batalla. Antes de so, viajé por millares de mundos, ofreciendo mi asistencia a la gente. Sí, he visto muchos horrores. Pero también he visto muchas maravillas.

Miró a los ojos al capitán.

-He visto gente corriente luchar por un ideal como verdaderos héroes. He visto gente corriente realizar magníficas proezas para ayudar a sus semejantes. ¿Y sabes qué? Allí es donde vi al Emperador. Ni en las basílicas, ni en las catedrales, ni el Santo Sínodo de Terra. Sino en cada uno de nosotros, en cada uno de esas pequeñas acciones que nos engrandecen.

Se levantó y con un ademán, señaló a todo su alrededor.

-Así, cada soldado que aquí da su vida por sus compañeros, por los ciudadanos esclavizados por el Caos; cada hombre que, como tú, le salva la vida a otro, cada uno de ellos, es digno depositario de la confianza de nuestro señor el Sagrado Emperador. –Paró, y le señaló.- Hijo mío, no lo dudes: la sola tarea de intentar salvar una vida, os hace mucho más dignos a ojos de Él que muchos hombres del Estado Mayor.

-Gracias padre.

El anciano sacerdote asintió, con una tenue sonrisa en sus labios, y cruzó la calle. Vio como paraba a conversar con un grupo de soldados que debían de buscar a uno de sus compañeros entre los heridos llegados con los últimos transportes.

Un pájaro de blanco plumaje se posó en la barandilla, lo miró con un profundo ojo color almendra, y regresó a las nubes con un rápido aleteo. Miró de nuevo hacia el río. Las aguas grises arrastraban blancos témpanos de hielo.

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