LA LIBERACIÓN DE BONAVENTURE

15 años 2 días antes #29531 por Ridli_Scott
Respuesta de Ridli_Scott sobre el tema Ref:LA LIBERACIÓN DE BONAVENTURE
Konrad escribió:

monjas beatas puritanas con mala huva y sexualmente interesadas sólo por los lanzallamas, pues sí, muertes inútiles.


Auch! Después de eso deben de necesitar mucha aole vera.

[url=http://ridliscott.wordpress.com/:rl5ziuli]Cañon de Plasma Lineal[/url:rl5ziuli]

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14 años 11 meses antes #29921 por Konrad
Respuesta de Konrad sobre el tema Ref:LA LIBERACIÓN DE BONAVENTURE
[i:28mk9z59]Día 4. 15:00h.[/i:28mk9z59]

Tres detonaciones seguidas hicieron retumbar las paredes. Yeso y polvo de ladrillo llovió sobre los hombres situados en la habitación, cubriendo sus caras, uniformes y armas con una fina capa gris blancuzca. Cuando el polvo que flotaba en el aire finalmente se depositó en el suelo, tres nuevas detonaciones seguidas, que volvieron a estremecer el edificio y levantar las capas de polvo sedimentado.

-Doce segundos, señor.- Dijo uno de los hombres del interior, consultando su cronómetro de pulsera.

-Bien, sigue contando.

Tres nuevas detonaciones casi al unísono. Todos se agacharon, mientras de nuevo el polvo se levantaba. Fuera, en la calle, tres chorros de barro, cascotes y metralla se elevaron.

-¿Sargento?

-Doce segundos de nuevo, señor.

-Bien, perfecto.- Levantó la vista hacia los hombres de su pelotón, hacinados en esa estrecha habitación.- Sargento Lockart, su escuadra. La sección de apoyo irá con ustedes.

Un grupo de hombres se separó del resto y se le acercó. De entre ellos se destacó un hombre ya mayor, con las insignias de sargento casi cubiertas por el polvo. El teniente calló con las nuevas tres explosiones, y agachó la cabeza. Una nube de polvo entró por las ventanas, junto con restos de pavimento. Una lluvia de finas piedras cayó sobre ellos.

Volvió a levantar la cabeza y se dirigió al sargento.

-Localicen las posiciones de los morteros y elimínenlos. Tardan doce segundos en cargar y disparar de nuevo sus armas. Aprovechen esos momentos para desplazarse.- Calló con el siguiente bombardeo.- Les doy veinte minutos. Si en ese tiempo no han callado los morteros, enviaré al siguiente grupo. ¿De acuerdo?

Los quince hombres asintieron. Se llevaron las armas al hombro, y esperaron. De nuevo tres detonaciones. Los primeros cinco salieron, cruzando las nubes de humo, hasta llegar al edificio frente a ellos. Esperaron.

Tres nuevas explosiones. Cinco hombres más cruzaron la calle, entrando en el vestíbulo donde les esperaban sus compañeros. Tras las detonaciones siguientes, los soldados de la sección de apoyo cruzaron la calle como un rayo, a pesar del peso de los bolters pesados y las cajas de municiones.

Se encontraban en un edificio de apartamentos ya viejo, y desvencijado. Su factura barata era la propia de aquel barrio, y como Lockart había notado, todos seguían la misma disposición, una muestra del escaso interés de los arquitectos en la construcción de barriadas de obreros industriales. Si avanzaban por el angosto pasillo frente a ellos, en lugar de subir las escaleras, llegarían a una puerta trasera, la cual daría a otra calle.

-Santos, ven aquí. –Un cabo alto, de unos treinta años y mirada hostil, se le acercó.- Toma a dos hombres contigo. Subid al tejado e identificad donde están los jodidos morteros.

El cabo señaló a dos hombres más. A su gesto, el trío subió por las escaleras, con los rifles a la cadera y la bayoneta calada. Cinco minutos más tarde, volvieron a bajar. El cabo se le acercó.

-Los hemos localizado.- Con la bayoneta, hizo un dibujo en el yeso de la pared.- Siguiendo por la calle que hemos cruzado, torcemos el primer callejón a la izquierda. Allí, cruzamos un bloque de edificios y llegamos a una especie de jardín o parque, donde tienen sus jodidos morteros.

-Perfecto. Coged los cacharros. Nos vamos.

De nuevo, salieron en grupos de cinco en cinco, de forma alternada con las detonaciones, hasta llegar al edificio vecino. Siguieron hasta llegar al callejón del mismo modo, evitando las explosiones y la metralla. Torcieron tal como había dicho Santos. El callejón era algo angosto. Apenas permitía el paso de dos hombres, de forma que se vieron obligados a avanzar en fila india por entre paredes de ladrillo desnudo.

Lockart fue el primero en llegar al otro extremo del callejón. Un crujido resonó en el aire, y cayó herido en la pierna. Antes de que pudieran socorrerle, el fuego de varios rifles láser en modo automático lo acribilló a él y al hombre que le precedía.

Los hombres se echaron cuerpo a tierra, pero la cobertura era escasa en aquel reducido espacio. Algunos respondieron, pero pronto dos hombres más yacían en el suelo. Uno de ellos gemía, con la rodilla destrozada. El otro yacía estirado, sin moverse ni decir nada. Un certero disparo le había atravesado el cráneo.

-¡Retiraos, retiraos!- Gritaba Santos. Había hilvanado una solución- Hasta el inicio del callejón. Farggin, dame una carga de demolición.

El soldado se la tendió. Sacó la cinta detonadora, y arrojó la carga contra una de las paredes de ladrillo. La explosión lo derribó a él y varios de sus hombres al suelo, quedando conmocionados y sordos. Pero también abrió un inmenso boquete en la pared. Sin apenas fuerzas para levantarse, aun dolorido y semiinconsciente, señaló la pared. Sus hombres comprendieron. Entraron por el boquete en el edificio.

Pronto tomaron posiciones en las ventanas y respondieron al fuego enemigo. La calle entre ambos edificios era cruzada por brillantes rayos carmesíes de láser. Pronto la sección de apoyo tomó posiciones, y los rugidos del bolter empezaron a oírse, al tiempo que la fachada del edificio de enfrente era brutalmente acribillada por los proyectiles explosivos.

Santos, ya recuperado, dio de nuevo órdenes.

-Sección de apoyo, mantengan el fuego. El resto de los hombres, cargaremos y tomaremos el edificio.

Seis soldados cruzaron la calle, mientras los minimisiles explosivos de las armas de apoyo destrozaban ladrillos y carne por igual. Sacaron las granadas de sus cintos, y las arrojaron por las ventanas. Acto seguido, entraron. Las granadas habían destrozado el mobiliario y a varios enemigos. Salieron al vestíbulo principal de la casa.

Disparando frenéticamente, abatieron a tres enemigos que bajaban por las escaleras. Arrojaron dos granadas al piso superior. Oyeron gritos de dolor tras la explosión, y subieron. Dos cadáveres más yacían. Se escamparon por el pasillo central. Una puerta se abrió, y salieron dos milicianos más. Arrojaron las armas al suelo y huyeron corriendo. Antes de llegar al final del pasillo, ya habían caído abatidos.

-¡Rápido, a las ventanas! ¡Ozzel, Murdock y Hans, asegurad el piso superior.- Abrió el microcomunicador.- ¡Apoyo, os quiero en las ventanas del patio trasero ya!

Derribaron las puertas y entraron en las habitaciones, arrojando granadas delante de ellos. Se asomaron a las ventanas que daban al patio trasero. Allí se encontraron con las posiciones de mortero enemigas. Antaño debió de ser un jardín de recreo. Pero ahora los parterres de flores y los setos de arbustos habían sido substituidos por trincheras y agujeros con parapetos de sacos terreros. Tres pequeñas posiciones fortificadas estaban ocupadas por los morteros. Pero estos ya no respondían.

Sus dotaciones, junto con los defensores supervivientes del edificio, huían. Una veintena de figuras cruzaban el descampado con la esperanza de llegar a los edificios del otro extremo. Muchos de ellos habían arrojado sus armas para ir más livianos. Era una carrera de cincuenta metros en la que apenas había cobertura.

Los guardias imperiales empezaron a disparar, y varias figuras cayeron al suelo. Alguno de ellos, que aún conservaba su arma, se giraba y devolvía el fuego, pero era una acción fútil, pues los guardias imperiales estaban bien parapetados tras las ventanas del edificio. Pronto llegaron los hombres de la sección de apoyo, y añadieron su fuego pesado. Surtidores de barro y sangre cruzaron el pequeño parque. El resto de enemigos fueron derribados. Ninguno de ellos llegó al otro extremo.

Santos ordenó a sus hombres que cesara el fuego. Alguna figura tendida en el suelo se arrastró en busca de algún refugio. Dos ráfagas de bolter acabaron con todo movimiento de los cuerpos. Lo que allí quedaba no era ya nada más que cadáveres.

Se dirigió al soldado que había estado disparando por la misma ventana que él.

-Bock, ve a informar al teniente. Morteros eliminados, posición consolidada.

El soldado se levantó, se colgó el rifle láser, y saludó. Rápidamente se giró, salió por la puerta y despareció por las escaleras. Santos volvió su mirada al parque. Del cielo gris plomizo descendió una bandada de pájaros de negro plumaje, graznando, atraídas sin duda por el olor de la sangre y la matanza. Un disparo reventó una de las aves. Las otras levantaron el vuelo, asustadas, y graznando aún más fuerte.

Se oyeron las risas de varios de sus hombres.

-¡Al idiota que gaste munición le corto los huevos!

Las risas se apagaron, y algún soldado refunfuñó. Le daba igual que se hubieran quedado con ganas de matar más cosas. Los pájaros no tenían nada que ver ni con ellos, ni con esos malditos herejes.

Mientras los veía como devoraban los cadáveres, pensó que al menos esos pájaros sí que estaban allí por un buen motivo.

[img:rl5ziuli]http://i674.photobucket.com/albums/vv106/feofitotu/shooter-1.jpg[/img:rl5ziuli]

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14 años 11 meses antes #30507 por Darth Averno
Respuesta de Darth Averno sobre el tema Ref:LA LIBERACIÓN DE BONAVENTURE
Ha pasado tiempo... pero, finalmente, me animo a contestar en el hilo de éste relato (te dije que lo haría, así que...).

Por un lado, te hago una visión general de esto que llevas entre manos. Lo primero que destaca es que me resulta un argumento con una aproximación novedosa. No existe el protagonista principal, ni existe el antagonista (odio los clichés que llevan siempre ambos, así que me gusta). Ni tan siquiera se les da más vida a los personajes que la justa para cumplir su sección. Todo confluye como una gran maquinaria, compuesta de muchas ruedecitas pequeñas... que, aunque algunas, siendo más vistosas que el resto, dejan de girar de modo inesperado, no entorpecen el movimiento general.

Con lo último, quiero decir que también me gusta la aleatoriedad de la guerra. Puede caer el personaje principal de la sección, o puede caer un secundario... o todos, o ninguno... (estoy cansado de encontrarme a los primos de Bruce Willis en "La Jungla de Cristal"...)...

Como estimación, creo que esta Liberación de Bonaventure ya se ha definido. Al principio pensaba que retomarías a los supervivientes de las secciones, y los irías hilvanando nuevamente, dándole continuidad. Pero llegados a éste punto, creo que -y no creo que te haga spoiler- que todo esto terminará, para bien o para mal, donde comenzó (con el nuevo general)... aunque, claro, es una suposición...

Finalizo. Me han llamado mucho la atención varias secciones. La de la artillería pesada bombardeando a la distancia (aunque me hubiese gustado una descripción de cómo los edificios eran afectados por su tarea... cómo se derrumbaban, o eran acribillados por la metralla... me he quedado con las ganas de una imagen más nítida de tal destrucción). La del piloto también ha estado correcta, dando un personaje que me ha recordado al Samuel Vimes de Terry Pratchett.

Pero, sin duda, la que ha destacado por encima de todas, a mi humilde opinión, ha sido la del médico. Tanto éste personaje como el sacerdote que lo acompaña tienen "vida" propia. Y, además, el entorno también es trágicamente vívido. No sé encontrar las palabras justas para expresar ese "algo" que he visto latente en esa sección.

Y lo dejo aquí, después del tocho. Espero poder seguir leyendo más de éste interesante relato.

Un saludo.

Témeme, pues soy tu Apocalipsis.
[url=http://www.letaniadesangre.com:rl5ziuli][img:rl5ziuli]http://www.letaniadesangre.com/firmas/firma02.jpg[/img:rl5ziuli][/url:rl5ziuli]
"Nena, que buena que estás... ¿te vienes a... matar humanos?..."

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14 años 11 meses antes #30949 por Konrad
Respuesta de Konrad sobre el tema Ref:LA LIBERACIÓN DE BONAVENTURE
[i:11tcnt5o]Día 5. 6:00h.[/i:11tcnt5o]

El amanecer había llegado hacía media hora discretamente, como si los rayos de sol temieran enfrentarse al frío abrazo que la noche había dejado en el paisaje. Una tenue luz se filtraba entre las nubes. Las copas de los árboles cubiertos de nieve adquirían un ligero fulgor rosado, que lentamente evolucionaba hacia un dorado pálido.

Bajo los árboles, el mundo seguía sumido en una paleta de colores fríos, con el predominio casi absoluto de una gama de azules y púrpuras intensos. La nieve tenía un color azul eléctrico. Los troncos de los árboles se sumían en un profundo índigo casi indistinguible del negro de la noche.

Si la luz apenas había cruzado la barrera de las densas copas de negras agujas de los abetos, el calor ni lo había intentado. La escarcha brillaba en las ramas, y éstas crujían a la tenue brisa al romperse el hielo sobre ellas. Los hombres se aferraban con los dedos entumecidos a las riendas de sus monturas, con el cuerpo agarrotado. Bestias y jinetes exhalaban densas nubes de vapor con cada respiración.

Los cascos de los caballos se hundían en la nieve, crujiendo débilmente. Sobre ellos, sus jinetes se encorvaban, conservando dentro de sus abrigos el escaso calor corporal que les quedaba. Avanzaban en una columna de dos, entre los árboles. Ascendían la pendiente, los caballos resoplando, los hombres en el más absoluto silencio. Al llegar a la cumbre de la elevación, un hombre levantó la mano. Tras él, tres mil jinetes pararon, y se distribuyeron en una sola fila a lo largo de la cornisa, entre los árboles.

Montado en su corcel, el coronel Denikin soltó las riendas. Tomó sus binoculares con las manos enguantadas y observó. El bosque terminaba cerca, a unos cincuenta metros. Más allá, continuaba la pendiente, y se abría a una hondonada, rodeada por espesos bosques como en el que se encontraba. En la hondonada cubierta de nieve, había empezado a asomar el sol. Los rayos de luz mostraron un apiñamiento de tiendas de campaña y trincheras excavadas en el frío suelo. Algunas figuras enfundadas en pesados abrigos se desplazaban por la nieve. Bajó los binoculares.

Con un gesto de su mano, se acercó un jinete. Montaba un caballo bayo, con una mancha blanca en la frente. Como el resto de caballos del regimiento, era un corcel no especialmente alto ni bello, pero robusto y resistente, con un denso y enmarañado pelaje que lo protegía del frío invernal. Lo montaba un jinete de mediana edad, ataviado con pantalones de montar azul oscuro, una chaqueta acolchada. En el casco lucía las insignias de mayor.

-Vlasov, tome quinientos jinetes y diríjanse hacia la derecha del valle, allí donde limita con el bosque. Asegúrese de que no se nos escapa ninguna liebre.

El hombre asintió, dio media vuelta y recorrió la fila de jinetes. Un nutrido grupo le siguió al trote hacia donde había dicho Denikin. Pronto, se los tragó la oscuridad del bosque.

Denikin volvió a mirar por los binoculares. El campamento enemigo parecía no haberse despertado aún. Creerían no haber sido descubiertos. No obstante, durante la noche, habían llovido informes sobre una columna enemiga que había roto la línea imperial en un punto y se había internado en los bosques. Había sido localizada, peligrosamente cerca de las posiciones de artillería imperiales. Así pues, era necesario acabar con aquél peligro por el flanco.

Con gran parte de la infantería luchando en las calles de Bonaventure, la tarea había recaído en el 217º Regimiento de Rough Riders al mando de Denikin. En el fondo, tanto él como sus hombres agradecían la misión: la guerra urbana había relegado a los jinetes a combatientes a pie. Ahora, sobre los caballos, estaban en su elemento.

Su subalterno, un fornido capitán de espeso bigote llamado Makhno, se le dirigió.

-Coronel, el mayor Wrangel acaba de comunicarnos que ya se encuentra en posición.

-Bien, la trampa está cerrada.- Se adelantó, y se giró. Todos sus hombres le veían.- Soldados, dejad los rifles en sus fundas. Lanzas prietas, formación de carga en cuanto salgamos del bosque. ¡Por el Emperador!

Un rugido le respondió.

Con la mano izquierda, tiró de la brida. Su corcel empezó a moverse. Tras él, dos mil quinientos jinetes lo siguieron. Empezaron a bajar al paso, pero pronto espolearon sus caballos. Se deslizaban entre los árboles al trote, la nieve crujía bajo sus pies. Dejaban atrás los árboles, cada vez menos densos, el bosque se aclaraba.

Salieron al linde. Espolearon aun más sus monturas. Ya bajaban al galope tendido. Cien metros los separaban de la primera fila de tiendas enemigas. Denikin desenvainó su espada de energía. Levantó en alto el sable de labrada empuñadura. Un débil rayo de luz incidió en la hoja, que brilló al activarse el campo energético. Sus hombres cerraron filas. Cada zancada de sus caballos dejaba atrás metros de nieve.

Los centinelas enemigos los vieron. Algunos gritaron, otros silbaron sus pitos, dando la voz de alarma. Alguno disparó, y se oyó el chasquido de las armas láser. Un jinete aislado cayó, luego otro. La carga prosiguió, con más intensidad aun.

-¡Por el Emperador!

Las lanzas bajaron al unísono. Los caballos saltaron los pozos y trincheras de los centinelas. Éstos huían hacia la protección de las apiñadas tiendas. Algunos se giraron e intentaron responder con fuego.

Un rugido atronador se oyó cuando tomaron contacto. Un grito de furia de dos mil quinientos hombres. Las lanzas de caza estallaron, destrozando y mutilando cuerpos. Los caballos aplastaban bajo sus cascos los confusos enemigos. Cuando estallaba la carga de sus lanzas, las arrojaban, ya inútiles. Desenfundaban las espadas y arrojaban las granadas. Pronto se disgregaron entre la población de tiendas, abatiendo con el filo de sus armas a los enemigos que salían confusos de las tiendas, y arrojando granadas en los pozos de tirador.

Denikin se lanzó contra un trío de soldados que intentaba montar un pesado cañón automático. Antes de que pudieran arrojar muerte sobre sus jinetes, su caballo salto sobre una barricada de sacos terreros. Con un gestó de su sable, atravesó metal, hueso y carne. Un soldado cayó con la cabeza partida en dos. Volvió a levantar el sable, y cortó a un mismo tiempo el rifle láser y las manos de un enemigo. Con otro golpe, le separó la cabeza de los hombros a su tercer contrincante.

Aún así, en el frenesí, tuvo tiempo de ver que bajo los pesados capotes grises y negros, los enemigos lucían uniformes de combate rojo oscuro, y tapaban sus caras con grotescas máscaras. El Pacto Sangriento. Su furia se redobló al luchar contra tan odiado enemigo. Asestando salvajes golpes, se abrió camino entre el enemigo.

Levantó la vista, y contempló el espectáculo. Los jinetes se abrían paso a sangre y fuego por entre el campamento enemigo. El humo empezaba a levantarse de varias tiendas ardiendo y puestos de tirador destruidos con granadas. El olor acre de los incendios empezaba a levantarse, y con él, más tenue, el de la sangre. Con el filo de sus hojas, sus hombres destripaban brutalmente las tropas del archienemigo.

No obstante, en el lado opuesto del campamento al que habían atacado, los soldados del Pacto Sangriento se estaban reorganizando. Salían de las tiendas en sus uniformes de combate rojos, sin tiempo a ponerse los pesados abrigos. Cargaban ya los rifles y armas pesadas, para hacer frente a las fuerzas imperiales. Si abrían fuego con sus armas automáticas, aquello sería una matanza.

Volvió su cabeza a su alrededor. Allí vio a Sergeyevich, uno de sus oficiales de comunicaciones, enfrascado en el combate. Él y dos jinetes más daban cuenta a sablazos de un pelotón de fusileros. Le gritó.

-¡Sergeyevich! –El soldado se giró, y vio a su comandante.- ¡La señal!

Asintió con la cabeza, y rebuscó en sus alforjas. Sacó una pesada pistola de ancho cañón. Apuntó el arma al aire, y disparó. Una brillante bengala roja salió disparada al cielo de la mañana, ardiendo brillantemente mientras caía lentamente.

Un rugido sonó desde el bosque, y dos mil jinetes salieron desde la espesura frente a ellos. La fuerza de Wrangel había respondido a la llamada. Como una ola gigantesca sobre las rocas, cayeron sobre las fuerzas del Pacto Sangriento que intentaban responder al ataque de Denikin. Arrollaron las filas de infantería, aplastando los herejes bajo sus cascos. Cogidos entre dos frentes, los soldados del Pacto Sangriento no tenían otra alternativa a luchar hasta la muerte. Pero sus bayonetas no eran rivales para los sables de los hombres de Denikin.

Un grupo nutrido intentó huir hacia los bosques. Allí los esperaban los hombres de Vlasov, que acabaron con ellos con el fuego de sus carabinas láser. Viendo que no les quedaba ya escapatoria, algunos de ellos depusieron las armas, la mayoría continuaron luchando con determinación suicida. Poco a poco, el combate se fue diluyendo, a medida que los últimos reductos de resistencia eran acallados con granadas.

Denikin acabó con su propia arma con uno de los oficiales. De un sablazo, le partió la máscara dorada y le atravesó el pecho. Levantó la vista y vio que apenas resonaba ya el fragor de los combates. Se oía el gemido de hombres y caballos heridos. A pie, grupos de sus soldados caminaban, en busca de supervivientes o moribundos enemigos, o de camaradas heridos. A éstos últimos los recogían y subían a sus caballos, para enviarlos al puesto médico más cercano, pero con los soldados del Pacto Sangriento que topaban no tenían el menor remordimiento en acuchillarlos.

Un hombre de alta estatura se le acercaba, montando en un caballo alazán de pelo hirsuto y rizado. Denikin le esbozó una sonrisa.

-Buen trabajo, mayor Wrangel.

-Esperaba no llegar demasiado tarde.- Con un gesto de la mano, abarcó todo su alrededor.- Pero, por lo que veo, sólo era demasiado tarde para esos bastardos.

-Nuestros amigos del Pacto. No los veía desde Khan Nobilis.

-No me sorprende, señor. Unos simples traidores sería extraño que rompieran el cerco imperial.

-A mí tampoco. Bien, otra tarea terminada, otro quebradero de cabeza para el Estado Mayor.

Makhno se les acercó. Sin duda había estado en lo más intenso del combate: tenía un corte en el brazo vendado de forma apresurada, y tanto la espada que colgaba de su cinto como sus botas y el pellejo de su caballo estaban manchados de sangre.

-¿Está bien, capitán?- Preguntó Wrangel.

-Sí, señor. No se preocupe, la mayor parte de la sangre es de los herejes.- Sonrió, mostrando los anchos dientes de su poderosa mandíbula.- Coronel, hemos acabado con un regimiento entero, parece. Aún no tenemos lista de bajas, pero no han sido significativas.

-Bien. ¿Algo más, capitán?

-Un centenar de herejes prisioneros, ilesos. ¿Qué ordena al respecto?

-A la mierda con las órdenes del Comisariado. Son asquerosos herejes y traidores del Pacto. ¿Qué más da otro centenar de cadáveres? Encargaos de ellos.

Un brillo de siniestra satisfacción asomó en los ojos del capitán cuando dio media vuelta para transmitir las órdenes



PD: Darth, como hagas otro spoiler, empezaré a sospechar de encomtrarme frente a un psíquico no autorizado... y ya sabes lo que toca...

Ahora en serio, gracias la crítica. Decir que coincidó plenamente contigo, y que precisamente, el propósito de la presente historia es ofrecer otra visión de la GI, desde mi punto de vista, e intentando ser lo más completo posible.

[img:rl5ziuli]http://i674.photobucket.com/albums/vv106/feofitotu/shooter-1.jpg[/img:rl5ziuli]

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14 años 11 meses antes #30973 por Grimne
Respuesta de Grimne sobre el tema Ref:LA LIBERACIÓN DE BONAVENTURE
Oooooooohhhhhh....

Qué grande tío, me encantan los Rough Riders. Nada menos que cinco mil. Te pongo un karma pero te mereces muchos.

¡Gracias por el relato!

[img:3ppbkf6b]http://img33.imageshack.us/img33/6517/firma2joy.jpg[/img:3ppbkf6b]

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14 años 11 meses antes #31561 por Ragnar
Respuesta de Ragnar sobre el tema Ref:LA LIBERACIÓN DE BONAVENTURE
Pedazo de continuación!! resulta difícil cuadrar una fuerza de combate a caballo en W40k pero te ha salido muy bien, gran trabajo.

Un saludo y me quedo con ganas de más....

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