Capítulo 3: La Despiadada Cosecha del Dolor

14 años 5 meses antes #41710 por Darth Averno
Reverendo escribió:

Sin animo de ser melodramatico os recomiendo que leais esta parte usando esta música:

http://www.youtube.com/watch?v=aQVz6vuN ... re=related

Leyendo esto me estan entrando ganas de escribir alguna cosilla jejeje


Me resulta curioso... había pensado en alguna ocasión "recomendar" una canción para cada sección... pero claro, no es lo mismo conocer una melodía que escucharla por primera vez... al igual que no todos leemos a la misma velocidad... (y, a fin de cuentas, esto no es cine, desgraciadamente no me puedo apoyar en la música para dar lugar a una sensación).

Pero he leído nuevamente la sección (por vez cincuenta :laugh:) con la música que decías... y me he sorprendido al imaginármela como siempre... pero a cámara lenta (como aquellas películas que en el momento más álgido meten música lenta y va todo a cámara lenta, no sé si tendrá una denominación exacta).

Así que estoy encantado que haya este tipo de participación para "completar" el relato...

(Y por cierto, empieza a escribir YA. Te recuero que tenías algo comenzado, que me gustó, pero que cayó en el olvido... :whistle: )

Un saludo... y no me olvido de dar las gracias (como siempre) a las correcciones por privado de Sir Fincor, que da siempre en el clavo... ¡coño! ;)

Témeme, pues soy tu Apocalipsis.
[url=http://www.letaniadesangre.com:rl5ziuli][img:rl5ziuli]http://www.letaniadesangre.com/firmas/firma02.jpg[/img:rl5ziuli][/url:rl5ziuli]
"Nena, que buena que estás... ¿te vienes a... matar humanos?..."

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14 años 5 meses antes #41741 por Ragnar
Hola Darth, ya casi creía que nos habías olvidado! me ha encantado retomar la historia y con estos dos peazo de capítulos, vaya puteo que les pegas a los pobres gi...xdd

En fin, que gracias por continuar y seguiremos esperando ;)

Un saludo

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14 años 5 meses antes #41853 por Sidex
Con lo de artillero ya me imaginava al sgt pillando un rifle de plasma o algo pro el estilo y coje un bolter, por trasfondo, es una arma muy destructiva, pero con el chip de jugador puesto, no parece gran cosa jeje.

Me encantan tus relatos, lso tuyos tienen un noseque que les hace creibles y se esplica todo con su justa medida, el que yo comence lo leo y me parece uqe todo se explica de forma apresurada y con poca credibilidad en los personajes, pero ueno, sigue asi, que eres de los mejores que he leido.

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14 años 5 meses antes #42013 por Darth Averno
Hola a todos!

Re-bienvenido, Ragnar! Ya nos hemos juntado todos nuevamente! :laugh: Tranquilo que mientras sigáis ahí, seguirá avanzando la historia...

Por otro lado, tienes razón, Sidex. El bólter no es &quot;gran cosa&quot; para un jugador, aunque para los relatos me suelo decantar más por el lado trasfondístico puro y duro. Fíjate que el sargento Barbon utiliza los dos brazos para apuntar, además que apoya el arma en los muslos...

Muchas gracias por tus halagos sobre el relato. La verdad es que es una recompensa añadida por el trabajo que lleva el redactarlo. De todos modos, hay algo que me ronda la cabeza: por un lado, sé a ciencia cierta que Sir_Fincor ha escrito algo, también Reverendo comenzó por su lado... lo tuyo lo leí y te ayudé a maquetarlo para la revista... (el único que me queda es Ragnar, que es misterioso y no sé nada de él :woohoo:)... pero, a veces pienso que podríamos escribir algo entre todos... (y, puestos a pedir, añadiría a alguien con el talento de Konrad también :whistle:).

... Aunque ahora voy saturado para desarrollar la idea... pero si alguno coge el relevo...

En unas horas subiré la sección de esta semana... cuando tenga un poco de tiempo...

Saludos!

Envio editado por: Darth Averno, el: 2009/11/09 20:18

Témeme, pues soy tu Apocalipsis.
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"Nena, que buena que estás... ¿te vienes a... matar humanos?..."

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14 años 5 meses antes #42055 por Darth Averno
Sección X: Thomas.

El sargento Thomas Barbon aspiró el corrupto aire del campo de batalla entre dientes. Se concentró en la turba que venía hacia él, todavía lejos. Parecía que habían empezado a emplear el cerebro, y apoyándose en el hecho de su superioridad numérica, se acercarían para rematarlo.

Notaba como la cálida sangre le resbalaba desde el estómago. Y sentía en la boca su sabor cobrizo.

Ignoró a sus enemigos, y se giró hacia donde estaba Gabriel. Menos de cien metros, pero ya no podría llegar. Su carrera había terminado en ése punto. El plan de mantener la última línea junto al joven sargento, con un poderoso bólter y su escopeta, se revelaba inalcanzable.

El sargento Barbon contempló como el multiláser del Rojo Uno dejaba de disparar. Con un siseo, el arma comenzó a humear y varias llamas azuladas brotaron por sus cañones, antes de que estallara en una nube blanca. Desafortunado, pero no inesperado. El estrés había sido excesivo, y el mantenimiento nulo. Las pocas células de energía restantes se habrían vuelto inestables.

En medio de la locura, Gabriel continuaba gritando a sus hombres. Sería un líder hasta el final, porque quedarían escasamente un par de ellos con vida. El sargento Barbon vio como cargaba nuevamente su rifle láser con movimientos precisos.

Los enemigos sabían que el tanque había callado. Pero se encontraba eficazmente protegidos tras la grotesca barrera que habían formado, apilando cadáveres tanto amigos como enemigos. La sangre se deslizaba entre los cuerpos sin vida, empañando una treintena de ojos vidriosos que se clavaban en el infinito. Los soldados enemigos se sentían relativamente seguros en su posición, por lo que no se plantearían retomar el ataque. El sargento Barbon sabía bien de eso. Cuando una escuadra no disponía de liderazgo, los soldados preferían que fuese otro el valiente que diese el primer paso.

Como haciendo caso a tal pensamiento, el sargento Barbon vio como un marine espacial traidor aparecía de la nada. Su servoarmadura de color hueso se mostraba reluciente en la lluvia, con los rebordes dorados brillantes y la dantesca profanación que emanaba de cada milímetro de la coraza exultante ante la espeluznante masacre que se desarrollaba ante sí. Destacaba su armamento, pues llevaba a una mano una espada larga y cónica, como un estoque. El sargento Barbon nunca había visto tal arma con anterioridad, pero supuso que era del tipo que no mataba rápidamente.

El titán traidor llegó a la altura de la barricada, y la saltó ágilmente, cayendo al suelo y levantando una lengua de barro. Sin perder aparentemente velocidad, se impulsó con irrefrenable voracidad hacia el Rojo Uno. Pero Gabriel no se amilanó. No dudó ni un instante en gritar la orden de fuego. Los pocos rifles láser que quedaban lanzaron una andanada, pero los rayos carmesí rebotaron inocuamente sobre la servoarmadura consagrada al Caos.

De repente, emergiendo entre un montículo de cadáveres apilados, apareció la hermana de batalla. Quizá esperando su oportunidad para boicotear el asalto al tanque. Su armadura, aunque incomparable a la del marine espacial, resultaba terrorífica. Antaño en colores blancos y negros, ahora era de un ocre oscuro, completamente manchada de barro y sangre. El pelo de la guerrera, moreno y largo hasta media espalda, estaba revuelto y enmarañado. Su rostro era una máscara de ira. Y su grito de guerra tronaba con las notas de un epitafio.

Porque sabía no tenía ninguna posibilidad contra el monstruo.

El lanzallamas se había quedado sin piropetróleo hacía ya una eternidad. Las ornamentadas espadas cortas que le habían acompañado descansaban enterradas en los cuerpos de otros desgraciados. Pero el campo de batalla era generoso en cantidades de restos. Aunque no demasiado en su calidad.

Así que la hija del Emperador saltó como una fiera, y empleando un eléctrico latigazo con todo su cuerpo, descargó un golpe brutal con la lanza que llevaba en su mano derecha.

Que se astilló y salió despedazada sin hacer ningún daño al Adeptus Astartes, el cual se giró y le lanzó un rápido puñetazo. La hermana de batalla lo esquivó, dejándose caer, apoyando manos y pies en el suelo ensangrentado, y lanzándose como una exhalación con un machete hacia el cuello de su adversario.

Pero el marine traidor cortó su movimiento ensartándola con su espada en el hombro. La hermana de batalla chilló, e intentó alcanzar el cuello de su adversario infructuosamente, clavándose aún más en el arma. El marine traidor, con la seguridad de quien no precisa emplearse a fondo, le golpeó secamente hacia abajo, haciendo que la seguidora del Emperador resbalase por su arma dejando un hilo de sangre espesa y cayese violentamente al barro, retorciéndose de dolor.

El Adeptus Astartes, ignorando una nueva salva de disparos láser desde el Rojo Uno, se agachó y agarró a su adversaria por el pelo. La levantó con un solo brazo y la estrelló violentamente contra el suelo. La guerrera tuvo un par de sacudidas espasmódicas, y luego se quedó inmóvil. Con una risa maníaca que retumbó por el campo de batalla, el marine la volvió a izar con un único brazo. La hermana de batalla mostró el rostro ensangrentado y lleno de barro, con el pelo pegado. Tenía el cuerpo laxo, la barbilla apoyada contra el pecho. Toda la parte de armadura de su hombro había sido destrozada, la sangre se deslizaba por su costado y brazo, hasta desprenderse en gotas entre sus dedos enguantados. El traidor retrasó su brazo armado, apuntando al cuello de su víctima. Presto a dar la estocada mortal.

En ese momento dos proyectiles del tamaño de un puño mordieron el suelo a sus pies, con un sonido húmedo, salpicando de barro. El sargento Barbon apretó los dientes mientras descargaba su peso hacia delante, para contrarrestar el brutal retroceso del bólter. La experiencia de sus años de artillero le gritaba al oído. Pero corregir el ángulo de disparo con tal arma era complicado.

Y más aún cuando cada disparo le obligaba a reprimir la urgente sensación de vomitar.

Un tercer proyectil se elevó, perdiéndose en la distancia. Los disparos láser de los herejes volvieron a repiquetear alrededor del sargento Barbon. Pero el sargento Barbon no iba a cejar en su empeño. A sabiendas de su escaso tiempo vital, e intuyendo que su punto de mira había sido fijado, afianzó los pies en tierra, apretó sus manos sobre el arma, y, rezando al Sagrado Emperador en el Santo Trono Dorado de Terra, apretó el gatillo hasta el fondo.

El bólter bramó y escupió muerte. El marine traidor se había girado hacia él, encorvándose levemente. Todavía sostenía con un único brazo a la hermana de batalla. Había clavado la espada en el suelo y buscaba con el otro brazo su pistola bólter. Se había movido de la posición sobre la que había apuntado el sargento Barbon, así que los dos siguientes proyectiles no le dieron.

La corrección del arma fue inmediata. Una pequeña presión sobre la culata. Un levísimo cambio de fuerza sobre la compensación del retroceso. Dos disparos sucesivos volvieron a recortar distancia hacia el objetivo. El marine espacial desenfundó su pistola bólter y la levantó hacia el sargento Barbon. Pero el siguiente disparo del bólter le dio en mitad el pecho, haciéndole trastabillar hacia atrás. Otro disparo le perforó el muslo, haciendo saltar un chorro de sangre. El sargento Barbon sintió cómo perdía la fuerza de los brazos, y por tanto la puntería. Maldijo. El resto de proyectiles atravesaron el cielo desde el arma descontrolada.

Pero era suficiente.

El Adeptus Astartes dio un par de pasos hacia atrás, cayendo finalmente de rodillas. Levantó rápidamente la pistola bólter. Pero no llegó a disparar. Aunque el impacto del pecho había rebotado, añadido a la herida del muslo había sido suficiente como para comprometer su equilibrio y desorientarle durante una décima de segundo.

El tiempo exacto que necesitaba la hermana de batalla, en posición inerte hasta el momento, para reaccionar una vez que sus pies tocaron el suelo. Con un grito final, la guerrera se revolvió y clavó su machete en el cuello del Astartes, por la zona de juntura entre el casco y la armadura. El sargento Barbon vio cómo la guerrera, todavía cogida por el pelo por su adversario, se ayudaba incluso de su brazo ensangrentado para descargar todo el peso de su cuerpo sobre el arma, abriéndole el cuello al traidor, haciendo manar una cascada de sangre.

Así que todo terminaba ahí, pensó con amargura el sargento Barbon. Vió como se desplomaban los dos guerreros a la distancia. Suspiró. No le quedaba munición del bólter, y estaba fuera del rango de disparo de su escopeta. Y ni tan siquiera le quedaban energías para alcanzar la posición del Rojo Uno.

Todo estaba hecho. Su orgullo como guerrero tendría que conformarse con lo conseguido hasta ése punto. Ya no podía hacer nada más por Gabriel. Tan sólo restaba el finalizar su agónico epitafio. Así que, aunando sus últimas fuerzas, entre pesadas respiraciones y con el insistente sabor cobrizo de la sangre en la boca, el sargento Barbon se giró hacia los soldados que cargaban sobre él. No sabía por qué no lo ejecutaban disparando, pero le daba igual. Si ellos no mostraban la más férrea de las disposiciones para acabar con su vida, sería él quien los erradicara sin compasión.

Sus labios se empezaron a mover, musitando el juramento que había llevado toda su vida en su corazón.

Marchando orgullosos al combate.

El enemigo le asaltó como una jauría rabiosa. El sargento Barbon golpeó secamente al más cercano con el bólter, y el arma se resbaló de sus manos. Desenfundó su fiel escopeta, mientras saltaba torpemente hacia atrás, y descerrajó dos disparos a la masa enemiga, levantando una densa nube de sangre.

Nuestra alma ruge con furia.

Se giró sobre sí mismo, evitando la estocada de una espada, y descargó un seco golpe con la culata de su arma sobre la cara de un desharrapado. Un desagradable crujido confirmó que le había abierto el cráneo. El infortunado cayó al suelo, probablemente muerto, y fue engullido por el avance del resto de soldados, que gritaban como poseídos.

Nuestros corazones son de acero.

El sargento Barbon utilizó la inercia para dejar volar el cañón del arma, que golpeó contundentemente sobre el cuello de otro enemigo. Resbaló y estuvo a punto de perder el equilibrio, lo que le hizo evitar un disparo de pistola láser a quemarropa. Pero un cuchillo apareció de la nada, y le golpeó en la cara, desgarrándole la carne mientras se deslizaba por su pómulo, a escasos milímetros del ojo izquierdo.

Somos hijos de esta tierra, y nuestra sangre es suya.

La descarga de adrenalina era tal que tan sólo sintió calor en el rostro. El dolor era una sensación sorda, paulatinamente ofuscada por la insensibilidad y debilidad que estaba ahogando su cuerpo. Lanzó un puñetazo con la izquierda, intentando ganar un poco de espacio sobre la jauría que se cernía sobre él. Los filos de las armas brillaban conforme hendían la fina lluvia en su dirección. Con la escopeta a la altura de los muslos, apretó el gatillo descargando cuatro disparos que hicieron volar a varios enemigos, abriendo un momentáneo pasillo de sangre entre los asaltantes.

Vengaremos a nuestros hermanos caídos, hasta el fin de nuestro aliento.

Le quedaba la mitad de la munición. Y no podría recargar. Un enemigo de los que se encontraban en primera fila, herido, resbaló en el barro y cayó al suelo. Afortunadamente, el siguiente no lo pudo esquivar a tiempo, y tropezó para terminar derribando a otro compañero más. El sargento Barbon tomó aire con la boca abierta durante el fugaz descanso e hizo acopio de las escasas fuerzas que le quedaban. Fijó la escopeta al hombro y disparó nuevamente al frente enemigo en general.

Hoy caminaremos al lado del a Muerte.

Se lanzó a la carga. Golpeó a diestro y siniestro. Sabía que la falta de sangre y la adrenalina que manaba por su cuerpo le hacía sentirse momentáneamente inmune al cansancio. Una espada roma salió disparada hacia su cuello, pero la esquivó haciéndola resbalar por el cañón de su escopeta con una lluvia de chispas. Se agachó e hizo que su arma recorriese un círculo vertical, golpeando con fuerza en la barbilla de un atacante, que salió despedido hacia atrás escupiendo dientes y sangre.

Cumpliendo nuestro deber con orgullo.

Un cuchillo se le enterró hasta el mango en el brazo. Gritó de dolor y apretó el gatillo del arma, llevándose más vidas enemigas. Otra arma le atravesó el muslo. La vista se le nublaba, y cada nueva inspiración le hacía querer toser sangre. Los brazos le empezaban a fallar. Sin poder ya apenas esquivar los ataques, vio un machete viajar hacia su rostro. Lo blocó con el arma, y vio con desesperación cómo saltaban los dedos de su mano izquierda.

Por nuestro juramento.

-Bien hecho. –Tronó una voz.

Y el sargento Barbon vio cómo aparecía un Adeptus Astartes Traidor entre las tropas enemigas. Vio los visores rojos fijos en él. El casco parecía tener dientes en la zona del respirador, y rezumaba sangre. Pero ya no había donde huir. El sargento Barbon esperó medio latido de su corazón para que la inconmensurable mole estuviese ante él, y levantó su fiel escopeta. Aunque tenía el brazo izquierdo atravesado por un cuchillo, y la mano destrozada, apoyó el arma con esfuerzo en su antebrazo y apretó el gatillo hasta el fondo, vaciando el resto de su munición en una rápida sucesión de secos estampidos.

La violencia de la descarga fue tal que el marine traidor vio frenado su avance.

Por nuestro honor.

El Astartes se recuperó. Su servoarmadura caótica humeaba en el lugar de los impactos, donde las postas al rojo vivo se empezaban a desprender. El titán enemigo volvió a avanzar, engullendo la poca distancia que le separaba del sargento herido.

El sargento Barbon intentó golpearle con el arma. Un último asalto hacia la gloria.

Pero un puñetazo del Adeptus Astartes, lleno de ira, destruyó la escopeta, para alcanzarle violentamente en el rostro.

Por Sartos IV

Fin de la Sección X: Thomas.


Un guerrero cae, debilitando la llama de la esperanza... la valentía y el coraje serán su memento... mientras las almas chillan angustiadas "¿de verdad no habrá un mañana?"

Témeme, pues soy tu Apocalipsis.
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14 años 5 meses antes #42071 por Sir_Fincor
brutaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaalllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll

+1 karma sin dilación

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