Asesinos

16 años 1 mes antes #7784 por Konrad
Asesinos Publicado por Konrad
VINDICARE

La lluvia caía sobre el desgastado rococemento de los contrafuertes y las torres de la antigua catedral. Las gárgolas desgastadas por siglos de lluvia ácida vomitaban por sus fauces litros de agua sucia, que caían trescientos metros más abajo, en el desgastado pavimento de la plaza. El cielo sobre la antigua ciudad era de color plomizo. Todo el mundo que se veía desde la torre no tenía otra tonalidad que un triste gris neutro.

Agazapado, el cazador esperaba tras un ventanal roto. Nadia había subido en lo alto del campanario de la torre en muchos años. Los ventanales estaban rotos, el suelo cubierto por los excrementos de los pájaros y murciélagos que habían convertido esa ruina en su hogar.

Observaba, esperaba. Parecía una estatua esculpida allí. Llevaba horas en la misma posición: agazapado, con el rifle apoyado sobre su brazo apuntando hacia la distante plaza, con el ojo fijo en el visor.

Las horas pasaban, y la lluvia amainó poco a poco. El cielo, no obstante, siguió con el mismo color plomo de siempre, y el mundo siguió sumido en una descolorida paleta e grises. Él siguió esperando.

Una multitud se reunió en la plaza. Miles de ciudadanos vociferantes, gritando, sumidos en una espécie de trance hipnótico. Llegaron de las calles circundantes y se extendieron como líquido por la plaza, colgándose algunos de los árboles corroídos por la lluvia ácida. Todos ellos lucían los mismos colores grises que la ciudad.

Una figura salió al balcón del palacio que se encontraba frente a la catedral. Sus brillantes ropajes púrpura eran la única mancha de color. Sus guardias también vestían uniformes grises.

Pantallas de decenas de metros se encendieron a lo largo de la plaza, y el cazador sabía que miles más lo habían hecho a lo largo del planeta. El rostro de la figura de ropas púrpuras apareció: un hombre de unos cincuenta años, completamente calvo, con pose enérgica y una chispa de locura en la mirada. El governador traidor. Su objetivo.

Empezó a pronunciar su discurso, proclamando su clarividencia y negándose a seguir sirviendo al Imperio. La multitud gritaba, sumida en un estado de éxtasis por las palabras el demagogo.

Suavemente, el cañón del arma se deslizó sobre su mano, hasta que en el centro de la mira apareció el rostro del hereje. Sin dejar de mirar por el objetivo, tomó un cargador de su cinto y lo situó en la recámara. Un proyectil rompepantallas: sabía por experiencia propio la afición de los traidores a usar escudos personales.

El indicador de carga se mostró verde. Con total naturalidad, bajó su ritmo cardíaco y sus inspiraciones. Estaba tan inmóvil como las gárgolas del torreón. El objetivo seguía en el punto de mira. Un leve movimiento, su dedo se deslizó sobre el gatillo.

En miles de pantallas a lo largo y ancho del planeta, la misma imagen apareció: el governador, en su discurso triunfal, murió cuando el proyectil le reventó la cabeza. La confusión reinó en la plaza: la multitud gritó, corrió, huyó, aplastando a miles de personas. Los guardias del governador, confusos, no supieron qué hacer, mientras en las pantallas aparecía el cadáver decapitado de su líder.

El asesino tomó el rifle, extrajo el cargador y lo guardó en su funda. Se colgó la capa mimética a los hombros y se dispuso a abandonar su puesto. Los maestros del Templo Vindicare y los Altos Señores estarían satisfechos.

Un águila cruzó el cielo gris en majestuosos círculos, observando la confusión bajo sus alas. El asesino se permitió un pensamiento: "Muy apropiado". Y sonrió bajo su máscara

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16 años 1 mes antes #7785 por Konrad
Respuesta de Konrad sobre el tema Ref:Asesinos
CULEXUS

Aelian, el vidente de Alaitoc volvió a consultar las runas de hueso espectral que había en el suelo. Suavemente, deslizó su mano sobre los pequeños fragmentos de hueso espectral, que emitieron un pequeño fulgor azulado. En su mente, el futuro se le mostró en todas sus posibilidades.

Y todas ellas terminaban con su muerte y la derrota de su hueste.

Un Falcon sobrevoló el dosel del bosque, sacando a Aelian de sus ensoñaciones. Aquello no tenía ningún sentido. Los mon-keigh sufrían una derrota tras otra, el precio por profanar uno de los mundos vírgenes. Sólo era cuestión de tiempo que quedaran aislados y fueran aniquilados.

Pero todas sus visiones culminaban en ese punto. su muerte, y la derrota de Alaitoc en aquél mundo. Llevaba días viéndolo, y el futuro no cambiaba. Se sentía inquieto. Sólo podía ver el final, pero no se le mostraba ningún camino.

Una suave llamada psíquica resonó en su mente.

-Vidente, la escuadra de guerreros especialistas de Saeros no responde.

Aelian salió de su trance meditativo y reconoció a su interlocutor. Undriel, uno de los brujos de su séquito.

-¿Saeros? ¿Cómo puede ser? Los mon-keigh no pueden haber llegado tan lejos. Los vagabundos se lo habrían impedido.

-No sé cómo ha sucedido, pero han entrado en el perímetro.

-Bien. Llama a los guardianes de Daliume. Debemos proteger el...

No puedo terminar la frase. La comunicación se cortó bruscamente. Intentó descubrir qué sucedía, sondeó con la mente, pero no vió nada. Se encontraba ciego y amordazado.

Abrió los ojos y regresó al mundo sensible, lejos de los ecos resonantes del plano psíquico. Lo que vió lo horrorizó.

Un mon-keigh alto y delgado, pero fornido, avanzaba entre su escolta de brujos. Avanzaba con una agilidad y rapidez antinatural entre su espécie. La escolta de Aelian, con sus brillantes espadas bruja, le atacaban, pero no podían llegar a él. Cuando se le acercaban, caían desvanecidos. Tres de sus brujos yacían inconscientes en el suelo, y otros dos seguían aun de pie, retorciéndose de dolor.

El mon-keigh paró, y contempló a sus atacantes. Iba enfundado en un traje ajustado de color negro, que le marcaba su musculada constitución. Su cabeza estaba cubierta por un yelno de arcana tecnología. Aelian lo reconoció. Su peor pesadilla.

El yelmo se activó, y la repulsiva esencia del mon-keigh se desató. El vacío psíquico, la nada. Sin apenas esfuerzo, arrancó las almas de los brujos. Sus piedras espirituales se rompieron, y sus cuerpos se marchitaron hasta no ser nada más que huesos y pellejo.

Aelian intentó resistir la vorágine destructuro. Gritó de dolor, se arrancó el yelmo cristalino, enloqueció al oir los aullidos de agonía de las almas de sus brujos.

Todo cesó. Volvió a ser consciente del mundo que lo rodeaba.

El mon-keigh se le acercó.

-Monstruo Yngir...- Musitó Aelian.

Una voz fría le respondió en gótico imperial. Aelian había llegado a comprender la rudimentaria lengua mon-keigh.

-No soy más monstruo que tú, escoria xenos. Mis órdenes eran matarte, pero puedo decir, con morbosa satisfacción, que las cumplo con gusto.

Se agachó. El yelmo con forma de calavera humana quedaba a la misma altura que el rostro de Aelian. Los inexpresivos visores se le clavaron en los ojos. Puso su palma en la frente del vidente. Aelian sintió ganas de vomitar ante ese nauseabundo contacto.

-Te doy asco, te horrorizo. No sabes cuánto me gusta. Ahora sabes lo que es estar ciego. Ahora, por fin, comprendes lo que significa ser un Culexus. Lástima que tal conocimiento te llegue al fin de tu existencia.

El yelmo volvió a activarse. Aelian sintió como su alma era fragmentada en miles de pedazos, y como estos eran absorvidos por la arcana tecnología. Sintió como su esencia desaparecía poco a poco, en una cascada de dolor psíquico.

El asesino retiró su palma de la marchita frente y desactivó el yelmo. Se levantó y activó el transmisor que llevaba en su muñeca. Era la señal convenida: los tres regimientos blindados narmenianos que estaban a la espera se lanzarían a la carga para acabar con los eldars restantes, confusos sin la guía de su vidente.

Antes de irse, reparó en las runas esparcidas por el suelo. Sin poder reprimirlo, las apartó del suelo con la bota.

Ilusos. Sus débiles trucos no eran nada para él.

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16 años 1 mes antes #7786 por Konrad
Respuesta de Konrad sobre el tema Ref:Asesinos
EVERSOR

Un nuevo impacto sacudió el búnker, y fragmentos de polvo de yeso llovieron sobre los hombres apostados en su interior. El aire se cargó de pequeñas partículas. Los presentes ni se inmutaron: sus cascos estaban perfectamente sellados para contigencias peores que ésa.

Kargol, paladín elegido del Khorne, gritó en señal de desafío.

-¡Esos perros del Emperador tendrán que darnos más fuerte si quieren hacernos algo!

El resto de miembros de su escuadra graznaron unas toscas risas en respuestas. Asían sus espadas sierras con ansia, esperando impacientes a que terminara el bombardeo y pudieran salir a destripar sus enemigos. El polvo cubría sus armaduras del color de la sangre seca.

Súbitamente, una de las paredes del búnker estalló hacia dentro. Dos de los berzérkers fueron destrozados por la explosión, y el esto fueron derribados por la honda expansiva. Una bomba de fusión.

Kargol se levantó, observando el boquete en la pared de rococemento. Una figura surgió poco a poco del humo. Enfundado en un traje corporal negro, con el rostro cubierto por una máscara en forma de calavera sonriente. En una mano empuñaba una pistola. Sus visores eran dos rojos rubíes, que le devolvieron la mirada a Kargol.

Rápidamente, su arma disparó y le dio a Kargol en el pecho, derribándolo. Dos marines más se levantaron, para caer al instante muertos con varios proyectiles de aguja clavados en las junturas del casco. Sus hermanos se levantaron y activaron sus armas.

Un grito resonó cuando uno de los marines blandió su espada sierra y se lanzó sobre su enemigo. Sin apenas esfuerzo, esquivó los enloquecidos tajos del berzérker. En un sólo movimiento fluido, arrojó la pistola y desenfundó una brillante espada de energía. Con un rápido mandoble, decapitó a su oponente. La cabeza y el casco cayeron, rebotando en los cascotes, mientras el cuerpo caía como un árbol cortado.

Tres marines más se arrojaron sobre él. Como si fuera líquido, esquivaba con facilidad las chirriantes espadas y hachas sierra de los marines del Caos. Dos de ellos cayeron con la coraza pectoral rajada, mientras más se unían a la refriega. Sus frenéticos golpes se entorpecían y eran fácilmente esquivados por el asesino. Éste, con estoques quirúrgicamente precisos, acababa con sus asaltantes.

Siete cadáveres yacían ya bajo sus pies, y sólo dos berzérkers seguían en pie, cuando Kargol se levantó y se lanzó a la refriega. A pesar de las heridas de pistola bólter del pecho, ignoró el dolor. El ansia de matar lo consumía. Blandiendo en un mortal arco su hacha sierra, partió en dos al marine que le cortaba el paso y se lanzó a por el asesino cuando daba cuenta del otro berzérker.

El asesino reparó en su nuevo atacante, pero era demasiado tarde. Esquivó su ataque a costa de dejar su espada clavada en el cadáver. Viendo su enemigo indefenso, Kargol lo acorraló con golpes de hacha.

-¡Estúpido! ¡No sabes con quién te enfrentas, idiota!

Los dos ojos rubíes se clavaron en Kargol. Un ruido gorgoteante sonó, y el elegido de Khorne se dió cuenta de que bajo su máscara, su enemigo se reía a carcajadas.

Más rápido de lo que podía ver, el puño izquierdo de su enemigo se estrelló contra su cara. El golpe aturdió a Kargol. Antes de poder reaccionar, el asesino extendió los dedos de su mano derecha. Un rápido golpe, y el puño neuronal atravesó la ceramita y el hueso, licuando el cerebro de su oponente.

El asesino retiró suavemente su mano del destrozado cráneo, y el cadáver de Kargol cayó a plomo sobre los cuerpos de sus guerreros. El asesino volvió su mirada al suelo. Recogió su pistola, ocultada por los cadáveres, y enfundó de nuevo su espada. Retrajo las agujas del puño neuronal.

De un salto salió por el boquete en el rococemento del búnker. A su alrededor, la batalla rugía como un dios enfurecido. Sin embargo aquello no le importaba lo más mínimo.

Su misión lo impulsaba a seguir. Su misión, y la incontenible furia homicida de las drogas de combate. Aún quedaban demasiados herejes con vida. Él les iba a demostrar lo brutal que podía llegar a ser la cólera del Emperador.

Era un Eversor. Era su Apocalipsis.

Envio editado por: Konrad, el: 2008/02/29 16:36

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16 años 1 mes antes #7787 por Konrad
Respuesta de Konrad sobre el tema Ref:Asesinos
CALLIDUS

Aun'o' Kais contempló desde la nave de desembarco clase Orca el desembarco de las fuerzas de la Casta del Fuego sobre aquel mundo. Los Gue'la se habían negado a escuchar las sabias palabras de los representantes de la Casta del Agua,y habían renunciado a unirse al Bien Supremo.

Pero la expansión de la Tercera Esfera tau era imparable. Una fuerza de coombate de la Casta del Aire y del Fuego se había destinado allí. Aunque fuera por la fuerza, el Bien Supremo prevaleceria. Nada se le podía resistir.

Alguien paro detrás suyo, y con voz respetuosa se dirigió al Etéreo.

-Aun'o, los guerreros de la Casta el Fuego se han desplegado, y nuestros aliados Kroot dicen estar dispuestos. ¿Cuáles son sus órdenes?

Aun'o contempló al recién llegado. Shas'o' Thon' Kar, el veterano comandante del la Casta del Fuego al mando de la fuerza de combate. Su aramadura lucía el color blanco de Bor'kan, y el cuchillo Talissera colgaba de su cinto.

-Bien, muy bien. Creo que es el momento de avanzar y llevar el Bien Supremo a este mundo, Shas'o.

Thorn' Kar asintió, y se dirigió al Etéreo.

-Aun'o, su seguridad es mi prioridad. Le ruego por favor que me permita escoltarle hasta su camarote.

Aun'o asintió, y se alejó de la plataforma de observación de la nave. Seguido por Thorn'Kar, llegó a su camarote. Con un suave toque de su palma, la puerta se abrió. El comandante lo siguió al interior, cerrando la puerta tras él.

Se quedó frente al Etéreo, y ejecutando una reverencia, le entregó un papel. Lo tomó en sus manos y lo miró: era una carta, muy parecida a las que usaban sus aliados Gue'la para jugar. Un sólo dibujo aparecía en ella: una balanza.

Levantó los ojos hacia su subordinado para interrogarle sobre aquél comportamiento, cuando vio que frente a él se encontraba una persona distinta.

Era una muchacha Gue'la joven, no más de viente años. Llevaba el pelo negro recogido en una larga trenza, y su cara no mostraba ninguna expresión. sin embargo sus ojos oscuros tenían una mirada siniestra. Aún llevaba la armadura blanca de Bor'kan.

-Bien, Aun'o, -La palabra sonó cargada de desprecio.- su viaje termina aquí. Su campaña está abocada al fracaso, y su muerte es inminente.

-¿Quién eres tú para decir eso? Nada puede oponerse al Bien Supremo.

La muchacha sonrió. Sin que le diera tiempo a verlo, el Etéreo se encontró con un cuchillo en la garganta.

-Soy una Callidus, una ejecutora de los enemigos del Emperador. Ha osado desafiar al Señor de la Humanidad, profanando uno de sus mundos. Pero la justicia del Emperador es rápida, y no conoce la misericordia.

Un leve movimiento de muñeca, y la cabeza del Etéreo cayó rebotando al suelo, en un reguero de sangre azul. La asesina volvió a cambiar su aspecto, y volvió a aparecer como Thor'Kan. Respondió con la grave voz del veterano guerrero del Fuego.

-Adiós, Aun'o.

Antes de salir, no obstante, se agachó y recogió la carta de las manos del tau muerto.

Era una carta del Tarot. La balanza, la Justicia. Nadie escapaba del csatigo divino del Emperador.

Envio editado por: Konrad, el: 2008/02/29 16:36

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16 años 1 mes antes #7788 por AGRAMAR
Respuesta de AGRAMAR sobre el tema Ref:Asesinos
Hey, tiene muy buena pinta...!
Voy a leerlos con más detenimiento.

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16 años 1 mes antes #7790 por Grimne
Respuesta de Grimne sobre el tema Ref:Asesinos
ME ENCANTAN!:woohoo:

Es agradable leer historias de todos los asesinos, normalmente en las novelas y tal sólo aparecen Callidus por lo sutiles que son y Culexus por lo raros que son. A mí personalmente me gustan mucho más los Vindicare y los Eversor.

Siempre me he imaginado al Vindicare como un maestro del sigilo consiguiendo disparos imposibles con su munición ultrarara, y me encanta la manera que tiene el Eversor de cargar él sólo contra especialistas en CaC que le subestiman y machacarlos.

¿Lo has escrito tú Konrad?

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