Deathwing

16 años 1 mes antes #7984 por AGRAMAR
Deathwing Publicado por AGRAMAR
"De la muerte llega la esperanza, de la desolación vienen los nuevos comienzos, de las estrellas desciende la Deathwing”.

La profecia





Cloud Runner contempló la ruina en la que se había convertido su mundo y sintió ganas de llorar. Cerró los ojos e inspiró con fuerza tres veces, pero cuando volvió a mirar nada había cambiado. Se volvió hacia la nave de desembarco de la Deathwing.

Weasel-Fierce acababa de descender por la rampa. Miró a su alrededor con rapidez a lo que una vez había sido la aldea de Cloud Runner, tras lo cual colocó su bolter de asalto en posición de combate. Una mueca desfiguró su cadavérico rostro.

"Ángeles Oscuros, estad preparados. La Muerte ha caminado por aquí.”, dijo. El sol arrancó furiosos destellos a su negra armadura de exterminador. Con su pelo blanco y varios tatuajes-cicatriz en forma de Y, se asemejaba al Devorador de Huesos que hubiese venido a reclamar el mundo.

Cloud Runner sacudió su cabeza si creer lo que veía. Durante doscientos años había guardado la memoria de este lugar en su mente. Aunque el Capítulo era su hogar y los Hermanos su única familia, siempre había creído que su espíritu volvería a aquel lugar cuando el Emperador le concediese el descanso. Miró en dirección de los montículos funerarios. Habían sido desecrados. Se acercó a la entrada. Vio que todos los huesos estaban rotos y esparcidos por todas partes. Era una blasfemia que solo el más encarnizado de los enemigos podría llevar a cabo. Era el fin de su clan.

"Los fantasmas de mis antepasados vagan sin reposo”, dijo. “Se convertirán en bebedores de sangre y devoradores de excrementos. Mi clan ha sido deshonrado”.

Sintió un pesado guantelete en su hombro y se giró para ver a Lame Bear mirándole desde la altura. Hacía dos siglos, él y Cloud Runner habían pertenecido a clanes rivales. Ahora los guerreros con los que había luchado codo con codo estaban muertos, y la vieja rivalidad se había convertido con rapidez en amistad y confianza.

"Los Ángeles Oscuros son tu gente, ahora”, dijo Lame Bear en voz baja. “Si es necesario vengaremos esta afrenta.”

Cloud Runner sacudió la cabeza. “Este no es el Camino. Los Guerreros del Cielo están por encima de las pataletas de los clanes. Elegimos sólo a los más valientes de la Gente de la Pradera. No tomamos parte.”

"Tus palabras honran a tu Capítulo, Hermano Capitán.”, dijo Lame Bear, deteniéndose para tomar algo que estaba sobre la hierba. Cloud Runner pudo ver que era la cabeza metálica de un gran hacha. La pena luchó con la curiosidad, y terminó venciendo.

"Esta no era la vuelta a casa que había imaginado,”, susurró Cloud Runner. “¿Dónde están los niños reuniendo flores para la Fiesta de Otoño? ¿Dónde las jovenes chicas que se apiñan para lanzar serpentinas sobre nuestras armaduras? ¿Dónde Los Que Hablan con los Espíritus, que quieren comulgar con nosotros? Muertos. Todos muertos.”

Lame Bear se escabuyó, dejando a Cloud Runner a solas con su dolor.

“Dos Cabezas” estudió los cuerpos disecados dentro del recinto. Uno era el de un viejo guerrero. Su agarrotada mano aún sostenía un hacha de piedra que lucía la runa del Pájaro del Trueno grabada en el filo. El otro cuerpo era el de una doncella. Entre sus esqueléticas manos estaban los restos de un bebé. Por la posición se adivinaba que había sido ella la que había estrangulado al niño antes que dejar que callese vivo en manos del enemigo, o al menos eso dijo Bloody Moon. El Bibliotecario se dio cuenta del terror que dominaba la voz del marine. Inspiró profundamente, intentando ignorar el rancio olor que impregnaba el lugar.

“Algo malvado ocurrió aquí, pero fue hace décadas”, respondió “Dos Cabezas”, intentado calmar el miedo supersticioso de Bloody Moon. Necesitaba tiempo para pensar, para rebuscar entre los acontecimientos del pasado. El aura de terror ancestral casi lo sobrepasó. Las sombras se cernían sobre la estancia. Había algo ominosamente familiar en el aura psíquica de la zona.

"Gran Chamán . . ." dijo Bloody Moon. El Bibliotecario esbozó una leve sonrisa. Los hábitos ancestrales y sus costumbres afloraban con fuerza en aquellos hombres ahora que pisaban de nuevo su mundo natal.

"Hermano Bibliotecario es mi título, Bloody Moon. Ya no formas parte de mi guardia de honor. Ahora ambos somos Marines.”

"Gran… Hermano Chamán,” continuó diciendo Bloody Moon. "Ningún guerrero de las Planicies podría causar semejante destrucción. ¿Creéis que…?"

"Aún debemos investigar, viejo amigo. Tenemos que visitar el resto de los asentamientos, hablar con sus jefes. Si las cosas han vuelto a como estaban en la Era de las Invasiones, debemos ponerles fin.”

Se rumoreaba que algunos de los Clanes de las Colinas aún se aferraban a los antiguos ritos de adoración demoníaca que databan de mucho antes de la llegada de las primeras tropas del Emperador. Si eso era cierto, los marines debían entrar en acción.

De alguna forma “Dos Cabezas” no creía que las cosas hubiesen llegado a tal extremo. Esto no tenía pinta de ser obra de los adoradores de demonios, aunque había y hedor en el aire que le era familiar. Un horror casi palpable se aferró a su mente. Lo desechó de nuevo y rezó para que sus sospechas no fuesen ciertas.

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16 años 1 mes antes #7985 por AGRAMAR
Respuesta de AGRAMAR sobre el tema Ref:Deathwing
La ciudad se extendía sobre la planicie como un leviathan durmiente. Cloud Runner la vio antes que los demás y ordenó a Lame Bear que aterrizase la nave de desembarco en un pequeño valle, fuera de la vista de las murallas de la ciudad.

Desde lo alto de la colina, estudió el lugar con unos magnoculares. Era un sitio feo que le recordaba a los Mundos Colmena en los que había estado. Cubría muchas millas y estaba aprisionada dentro de unas murallas megalíticas. Grandes columnas de humo se elevaban en la distancia, vomitando acres nubes químicas hacia el cielo grisáceo.

Fuera de las murallas, los ríos fluían negros de veneno. Mientras Cloud Runner observaba, vio rebaños siendo conducidos desde grandes barcazas hacia unas naves en el interior de la ciudad. Desde inmensos barracones de piedra la gente se apresuraba a cruzar las calles hacia gigantescas factorías de ladrillo. Una niebla rala se levantaba ocasionalmente, ocultando la sombría ciudad y a sus temerosos habitantes.





"De ahí es de donde procede el hacha de metal de Lame Bear," dijo “Dos Cabezas”, descendiendo al suelo tras Cloud Runner. "Me pregunto quién lo construyó.”

"Es una pesadilla," murmuró Cloud Runner. "Volvemos a casa para encontrar nuestras aldeas arrasadas y esta… abominación en su lugar.”

"Esa ciudad puede albergar a todos los clanes de todos los pueblos de las Planicies y diez veces más. ¿Es posible que nuestra gente haya sido esclavizada y traída aquí, Hermano Capitán?”

Cloud Runner permaneció en silencio, pensándolo. “Si así ha sido, bajaremos ahí con bolters y lanzallamas para liberarlos.”

"Debemos saberlo antes de actuar. Podríamos vernos superados en número y atrapados con facilidad.”, respondió el Chamán.

"Yo digo que entremos ahí con las armas listas”, dijo Weasel-Fierce desde más atrás. “Si encontramos enemigos, los quemaremos.”

"Supón que ellos piensen lo mismo. La basura y suciedad dan al lugar un aspecto puramente Orko.”, replicó Lame Bear. Había estado explorando un poco más por delante.

"Ningún Orko ha puesto piedra sobre piedra de esa forma antes”, objetó “Dos Cabezas”. “Esa es ingeniería humana.”

"No es obra de las Gentes de las Planicies”, concluyó Cloud Runner. "Esos barracones son cien veces más grandes que cualquier choza, y están hechos de ladrillo y cemento.”

"Sólo hay una forma de averiguar algo”, masculló tras un rato “Dos Cabezas”. “Uno de nosotros debe visitar la ciudad”.

Los guerreros asintieron con aprobación. Cada uno hizo un gesto para indicar que estaba dispuesto a ser el voluntario.

“Dos Cabezas” negó con la cabeza. “Yo iré. Los espíritus me protegerán”.

Cloud Runner vio que el resto de los guerreros le miraban esperando su decisión final. Como Capitán estaba por encima del Bibliotecario y podría impedirle actuar. Miró de nuevo a la ciudad, luego al Chamán que permanecía quieto y orgulloso ante él. Una sensación de vacío, de futilidad, le invadió. Su pueblo, su gente, habían desaparecido.

"Como deseéis, Gran Chamán. Habla con los espíritus y solicita su ayuda.”, dijo por fin usando la respuesta tradicional desde incontables siglos. “La escuadra de Bloody Moon permanecerá aquí para protegerte. El resto de nosotros nos iremos con la Deathwing para visitar el resto de los asentamientos de los clanes supervivientes.”

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16 años 1 mes antes #7986 por AGRAMAR
Respuesta de AGRAMAR sobre el tema Ref:Deathwing
La noche cayó mientras “Dos Cabezas” completaba sus preparativos. Colocó las cuatro calaveras de sus predecesores en el suelo a su alrededor. Cada una miraba hacia uno de los puntos cardinales y vigilaba uno de los puntos de acercamiento desde el reino de los espíritus. Encendió un pequeño fuego en una hondonada en el centro de las calaveras, echó en él un puñado de hierbas e inspiró profundamente. Tocó la calavera alada ceremonial del pectoral de su armadura y luego la cabeza de la muerte de la hebilla de su cinturón. Finalmente rezó al Emperador, domador de los pájaros del trueno y faro del camino de las almas, para que lo protegiese mientras realizaba su magia. Y comenzó a cantar. Los vapores de las hierbas llenaron sus pulmones. Sintió que se elevaba por encima de su cuerpo y miraba toda la escena desde arriba. Los otros Exterminadores se alejaron del círculo ritual. Una brisa gélida sopló a través de él, y la vida se le fue escapando mientras su espíritu vagaba por las sendas del borde de la muerte. Grandes espasmos sacudieron su cuerpo, pero consiguió dominarse y proseguir con el ritual.

Estaba en un lugar desangelado y sombrío. Sintió unas presencias blanquecinas en el borde de su campo de visión, borrosas como la niebla y frías como un túmulo. El Chamán habló a las presencias, hizo pactos que las obligaban a prestarle servicio y les recompensó con una porción de su fuerza. Sintió que los hambrientos espíritus se arremolinaban a su alrededor, listos para ocultarlo a cualquier vista, para evitar que nadie más pudiese encontrarle y que sólo los amigos fuesen capaces de verle.

Caminó fuera del círculo, a través del grupo de vigilantes Marines. Mientras coronaba lo alto de la colina vio la ciudad a lo lejos. Incluso de noche, sus fuegos estaban encendidos iluminando el cielo y convirtiendo a la metrópolis en una sombra gigante que reptaba pr el valle.

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16 años 1 mes antes #7987 por AGRAMAR
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Sobre ellos, a través de la penumbra, se cernían las Montañas de la Tormenta. Cloud Runner se preguntó cómo lo estaría llevando Lame Bear. La cara del hombretón era una máscara blanca. No se dejaba a sí mismo pensar en lo que le podría haber ocurrido a su gente.

El pueblo de los Osos Cazadores era el último que habían visitado: el más alejado, construído en las cavernas bajo el Pico del Jirón de Nubes. Lame Bear subió a la carrera por el estrecho sendero que les conducía a través de los barrancos.

Cloud Runner intentaba no pensar en los demás asentamientos que habían visitado. No habían encotrado otra cosa más que desolación y tumbas desecradas. Ningún alma viviente excepto los Marines caminaba entre los tótems caídos. Habían enterrado los cuerpos que habían encontrado y ofrecido plegarias al Emperador por la seguridad de los muertos.

Cloud Runner pudo ver a Weasel-Fierce hacer una pausa. La gran mano del hombre jugeteaba con la empuñadura emplumada de su daga ceremonial. Estudiaba los bordes rocosos que había más arriba del camino y olía el aire a su alrededor.

"No hay centinelas”, dijo. “De joven yo solía cazar por estas montañas. Los Osos Cazadores tenían los centinelas más eficientes de todas las tribus. Si alguno estuviese vivo, ya deberíamos haber sido desafiados.”

"¡No!" gritó Lame Bear mientras se lanzaba en una loca carrera hacia las cavernas que estaban más arriba.

“¡Escuadra Paulo, en vigilancia!” ordenó Clod Runner. Cinco Exterminadores detuvieron su movimiento y permanecieron como estatuas vigilando la entrada. "El resto que me siga. Cascos puestos. Mantened vuestros ojos sin parpadear. Weasel-Fierce, establece un seguimiento sobre Lame Bear. No le pierdas.”

Las luces de búsqueda de las armaduras iluminar la entrada de la cueva cuando comenzaron a avanzar. Docenas de túneles partían en distintas direcciones desde aquel lugar. Pequeñas criaturas chillonas se alejaban aleteando furiosamente de sus luces. Durante un momento Cloud Runner se permitió albergar algunas esperanzas. Si iban a encontrar algunos supervivientes de las Gentes de las Planicies sería aquí. En ese enorme laberinto de oscuridad, el pueblo de Lame Bear podía haberse escondido durante años, evitando cualquier persecución.

Mientras seguían la señal del localizador de Lame Bear a través de la confusión de galerías, la desesperación comenzó a minar la confianza de Cloud Runner. Cruzaron salas en las que los muertos se amontonaban. Algunas veces los cuerpos tenían marcas de lanzas y hachas; otros estaban aplastados por una fuerza inhumana. De algunos apenas quedaban miembros reconocibles. Cloud Runner había visto cuerpos en aquel estado antes, pero se decía a sí mismo que no podía haber ocurrido allí. Aquello no podía ocurrir en su mundo natal – en las vastas naves espaciales a la deriva en el frío espacio quizás, pero no aquí.

Encontraron a Lame Bear de pie en el centro de la más grande de todas las cuevas. Incontables huesos alfombraban el suelo. Grupos de roedores escaparon de sus haces de luz y se escurrieron en las sombras. Lame Bear sollozaba calladamente, y apuntó hacia las paredes cuando entraron sus compañeros. Pinturas murales que databan del comienzo de los tiempos cubrían los laterales de la caverna, pero fue la representación pictórica más elevada, cercana al propio techo, la que llamó la atención de Cloud Runner. No había duda en aquella forma malvada con cuatro brazos. El odio y el miedo se dieron caza uno a otro en su mente.

"Genestealers," escupió. Tras él, Lame Bear gimió de dolor. Weasel- Fierce profirió su risa corta que sonó como un ladrido. El sonido hizo que a Cloud Runner se le helase la médula de los huesos.

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16 años 1 mes antes #7988 por AGRAMAR
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“Dos Cabezas” se introdujo a través de las abiertas puertas de la ciudad. Un hedor insoportable asaltó su nariz. Su concentración decayó, y sintió que los espíritus luchaban por alejarse de él. Puso en juego su voluntad de hierro, y el hechizo de protección continuó en activo.

Estudiando sus alrededores, se dio cuenta de que no habría necesitado preocuparse. No había guardias, sólo un puesto de peaje en el que se acomodaba un funcionario de cara mantecosa, comprobando un montón de papeles y recibos. A su manera, esto también era preocupante: los constructores de la ciudad no sentían miedo como para poner vigilantes.

“Dos Cabezas” contempló al escriba. Se sentaba tras una pequeña ventana bajo la cual había una especie de mostrador. En su mano había una pluma. Estaba escribiendo a la luz de una mortecina lámpara. Durante un segundo pareció sentir alguna presencia y miró a través de la ventana. Tenía los pómulos altos y la piel rugosa de la Gente de las Planicies, pero las similitudes terminaban aquí. Sus miembros parecían entumecidos y débiles. Sus facciones mostraban una palidez enfermiza. Con una fuerte tos volvió a ocuparse de su trabajo. Su cara no mostraba las cicatrices propias del ritual de madurez. Sus ropas estaban hechas de algún tipo de tejido, no de pieles de alces. Tampoco tenía armas al alcance de su mano, y no parecía incómodo por estar sentado en aquella minúscula oficina en lugar de acechando en campo abierto. “Dos Cabezas” pensó que era difícil de creer que aquél fuese un descendiente de su orgullosa cultura guerrera.

Continuó adentrándose en la ciudad, eligiendo su camino a través de las irritantemente estrechas y sucias calles que serpenteaban entre los enormes edificios. El lugar estaba edificado sin ningún tipo de orden o propósito. Había grandes plazas frente a los edificios de las factorías, pero no se apreciaba ningún plan final en aquella disposición. La ciudad había crecido sin control, como un cancer.

No había sumideros ni alcantarillado, por lo que el pavimento estaba lleno de basuras. El hedor de los desperdicios humanos se mezclaba con el de la comida frita y el aroma inconfundible del alcohol barato. Las sombrías puertas achaparradas de tabernas y tiendas de comida se abrían en los bordes de las plazas.

Niños sucios correteaban por todas partes. Aquí y allí, hombres fuertes y bien alimentados que lucían largos abrigos azules se abrían paso entre la gente. Tenían en su rostro los tatuajes-cicatriz rituales, y se movían con un orgullo que rallaba la soberbia. Si alguien se interponía en su camino, le golpeaban con grandes porras de madera. Para sorpresa de “Dos Cabezas”, ninguno de los golpeados osaba responder al ataque. Parecían demasiado débiles de voluntad como para desear pelear.

Mientras vagaba por allí, el Bibliotecario se dio cuenta de algo aún más horrible. Todos los componentes de la multitud, excepto los golfillos y los hombres de los abrigos azules, estaban mutilados. Hombres y mujeres tenían algún miembro amputado o grandes zonas de su piel quemada y retorcida. Algunos descansaban sobre cajas o empalizadas de madera, dejando colgar los muñones de sus piernas. Otros estaban ciegos y eran los niños los que los guiaban. Un enano sin piernas pasó a escasos metros, arrastrándose por el suelo utilizando sus manos como método de locomoción. Todos parecían ser las víctimas accidentales de algún enorme proceso industrial.

En la oscuridad, a la luz de las llamaradas que salían de las infernales chimeneas, se movían como sombras que vagasen por el más allá en busca de almas, o de su liberación. Llamaban a gritos al Padre Celestial, al Emperador de cuatro brazos, para salvarles. Maldecían y malvivián y se lamentaban bajo un cielo contaminado. “Dos Cabezas” vio a los pobres robar a los pobres y se preguntó con dolor cómo su pueblo había llegado a caer tan bajo.

Recordó a los altos y fornidos guerreros que vivían en los asentamientos de la llanuera, sin pedir nunca nada de ningún hombre. ¿Qué magia maléfica podía haber convertido a la Gente de las Planicies en estas patéticas criaturas?

Sintió un tirón cuando un niño le cogió del brazo. “Monedas, viejo. Monedas para comprar comida.”

“Dos Cabezas” suspiró con alivio. Su hechizo aún se mantenía. El niño sólo podía ver una figura embozada e inofensiva. Podía sentir el empuje de los espíritus que pugnaban por alejarse de él subconscientemente, pero aún no se habían librado de su control.

“No tengo nada para ti, pequeño”, dijo. El muchacho se escabulló entre un torrente de maldiciones.

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16 años 1 mes antes #7989 por AGRAMAR
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Deprimidos y furiosos, los Marines abandonaron el poblado en las cuevas. Cloud Runner se dio cuenta de que el rostro de Lame Bear estaba blanco. Hizo un gesto al hombretón y a Weasel-Fierce para que le siguiesen. Los dos líderes de escuadra caminaron tras él. Subieron hasta un gran saliente de roca y miraron hacia el valle que había más abajo.

“Stealers,” dijo. “Debemos informar al Imperio.”

Weasel-fierce escupió sobre el borde rocoso.

“La oscura ciudad es suya, entonces,” gruñó Lame Bear. Había un poso de odio en sus tranquilas palabras que Cloud Runner comprendió. “Deben haber conquistado a los Pueblos y haberlos sometido a esclavitud.”

"Algunos clanes se resistieron,” Cloud Runner continuó. Estaba orgulloso de ello. El hecho de que su propio clan hubiese decidido continuar con una lucha perdida de antemano en lugar de rendirse le reconfortó de alguna forma.

“Nuestro mundo está acabado; nuestra era ha tocado a su fin.”, murmuró Weasel-Fierce. Sus palabras resonaron tristemente como grandes campanas en la mente de Cloud Runner. Weasel-Fierce tenía razón. Toda su cultura y modo de vida habían sido barridos.

Los únicos que podrían recordar la vida de las Gentes de las Planicies eran los Marines de los Ángeles Oscuros. Cuando éstos muriesen, los clanes sólo sobrevivirían en los registros de la Flota del Capítulo. A menos que los Ángeles Oscuros cambiasen sus tradiciones milenarias y comenzasen a reclutar de otros planetas, el Capítulo desaparecería con la actual generación de Marines.

Cloud Runner se sintió vacío. Había retornado a su mundo con tantas esperanzas. Iba a caminar una vez más entre su gente, ver de nuevo su pueblo natal antes de que la edad o el enemigo se lo llevasen. Y ahora se encontraba con que su mundo estaba muerto, lo había estado durante muchos años.

"Y ni siquiera nos enteramos”, dijo en voz baja. “Nuestros clanes han estado muertos durante años, y nunca lo hemos sabido. Maldigo el día en que volvimos con la Deathwing a nuestro planetal natal.”

Los líderes de escuadra permanecieron en silencio. La luna derramó sus rayos a través de un claro en las nubes. Más abajo, en el valle, vieron la difusa silueta de una calavera alada gigantesca tallada en la basta roca.

“¿Qué es eso?”, preguntó Weasel-Fierce. “No estaba ahí la última vez que exploré ese valle.” Lame Bear le dirigió una mirada extraña. Cloud Runner sabía que su viejo amigo estaba intentado digerir la noticia de que un guerrero de otro clan hubiese pisado lo más profundo del valle sagrado de su tribu. Incluso después de un siglo, el callado guerrero de los Osos Cazadores aún podía sorprenderles.

“Era donde nuestros hombres santos practicaban su magia y hablaban con los espíritus.”, contestó Lame Bear tras un momento. “Deben haber intentado invocar a la Deathwing, la que trae a los guerreros desde el cielo. Tienen que haber estado muy desesperados para haber probado semejante cosa. Confiaron en que nosotros les protegeríamos. Nunca vinimos.”

Cloud Runner oyó a Weasel-Fierce gruñir. “Les vengaremos”.

Lame Bear asintió con fuerza. “Iremos a arrasar esa ciudad.”

"Nosotros somos sólo treinta, contra una ciudad posiblemente abarrotada de Stealers. El Codex es extremadamente claro en situaciones como esta. Debemos realizar un bombardeo vírico desde las naves orbitales.”, contestó Cloud Runner. Lame Bear y Weasel-Fierce le miraron sin entender.

"¿Pero qué ocurrirá con nuestra gente? Aún pueden sobrevivir.”, replicó Lame Bear aunque sin mucha fe en sus propias palabras. “Debemos considerar esa posibilidad antes de purificar nuestro mundo natal.”

Weasel-Fierce se había puesto pálido. Cloud Runner nunca le había visto tan abatido.

"No puedo hacerlo”, susurró. “¿Y tú, Hermano Capitán? ¿Puedes dar la orden que destruiría nuestro mundo, y a nuestra gente, para siempre?”

Cloud Runner sintió el peso de una enorme responsabilidad sobre sus hombros. Su tarea estaba clara. Aquí, en su mundo, había una gran amenaza para el Imperio. Una palabra suya podía condenar a todo su pueblo a la desaparición. Intentó no pensar en que Lame Bear podía tener razón, que la Gente de las Planicies podían no estar completamente esclavizadas por los Genestealers. Pero el pensamiento seguía presente porque él también esperaba que fuese así. Estuvo paralizado durante un momento, abrumado por la enormidad de la decisión.

"La elección no es solo tuya, Cloud Runner," dijo Weasel-Fierce. "Esto incumbe a todos los guerreros de las Planicies."

Cloud Runner miró directamente a sus ojos ardientes, ya que Weasel-Fierce había invocado el antiguo ritual. Debía ser respondido. El Capitán Exterminador miró a Lame Bear. El rostro del gigante estaba petrificado.

Cloud Runner asintió. “Debe haber un Concilio”.

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