Sacado del codex Cazadores de Brujas "En mi tribunal no existen las declaraciones de inocencia. Toda declaración de inocencia es culpable de hacerme perder el tiempo. Culpable".
Gran Inquisidor Fyodor Karamazov

La reputación del Gran Inquisidor Fyodor Karamazov como Cazador de Brujas despiadado e implacable ya era bien conocida por todo el Segmentum Solar cuando se enfrentó al Eclesiarca Decius XXIII en 945.M41. La confrontación casi acabó en batalla y causó el martirio e inmolación de un joven predicador del mundo de Salem Proctor. Este mundo había roto sus votos de fe con la Eclesiarquía; su cardenal apóstata había explotado los recursos de ese planeta en su propio beneficio y había desterrado a todos los que lo habían desafiado. El Gran Inquisidor Karamazov lideró una flota, junto con dos órdenes completas del Adepta Sororitas, con la intención de destituir al apóstata; pero, a su llegada, descubrió que aquel mundo ya se había rebelado contra su traidor gobernante.

Un humilde predicador llamado Icarael lideró la revuelta popular de Salem Proctor contra el cardenal traidor y, junto a las fuerzas del inquisidor, derrotó a sus ejércitos y lo expulsó de las ardientes ruinas de su catedral. Ninguno de los que conoció al joven pudo resistirse ante su simple elocuencia, su devoción al Emperador y su humildad. Para algunos, su increíble recuperación de un planeta bastaba para probar que Icarael era alguien guiado por una mano divina y que en su interior brillaba la luz del Emperador. No pasó mucho tiempo antes de que los inquisidores de la facción thoriana se enterasen de las hazañas de este joven clérigo y, ansiosos ante la posibilidad de haber encontrado un recipiente potencial para el espíritu del Emperador, partieron hacia Salem Proctor. Pero el Gran Inquisidor Fyodor Karamazov, sentado encima de los huesos carbonizados de cientos de herejes en su Trono del Juicio, tenía otros planes.

Karamazov había ascendido de manera continuada en el Ordo Hereticus durante décadas ganando muchos adeptos entre los elementos más puritanos de la Inquisición por su férrea determinación de castigar a la bruja y al hereje sin mostrar ningún tipo de piedad. Sus acciones se basaban en la aplicación estricta del credo imperial y, aunque algunos miembros de la Inquisición criticaban la rigidez de sus métodos y afirmaban que había enviado a miles de inocentes a la muerte, Karamazov siempre les replicaba con la famosa máxima del Juez Traggat, según la cual las declaraciones de inocencia no significan nada y sirven tan solo para demostrar una estúpida falta de precaución.

Como firme amalatiano, Karamazov se oponía a la noción de cambio, pues creía que el plan que el Emperador tenía destinado para su pueblo debía desarrollarse tal y como Él lo había dispuesto y sin la arrogante intervención de aquellos que creían comprender su voluntad. Antes de que llegaran los inquisidores thorianos, Karamazov arrestó a Icarael y lo condujo a la fortaleza inquisitorial de Severian, donde lo arrojó a los Salones de la Verdad y la Penitencia. Karamazov era un juez muy estricto y hacía caso omiso de las declaraciones de inocencia, llegando en una famosa ocasión a afirmar con orgullo que había mandado más brujas y herejes a la hoguera que el propio Macharius. Durante seis meses, Karamazov sometió a Icarael a todos los tormentos y argumentos teológicos que tenía a su disposición ignorando las repetidas demandas de otros inquisidores y miembros de la Eclesiarquía que deseaban poder ver al predicador.

El Eclesiarca Decius XXIII solicitó a los Señores de la Inquisición que ordenasen la liberación de Icarael, mientras que otros inquisidores movilizaron fuerzas locales y se prepararon para poner asedio a Severian en caso de que no se les concediera permiso para ver al predicador. Pero para entonces ya era demasiado tarde. Actuando como juez, jurado y verdugo, Karamazov ascendió al Trono del Juicio y dictó su sentencia sobre Icarael: no era más que un falso profeta del Emperador y por ello iba a ser purificado por las llamas de la redención. El lexicomecánico del trono efectuó el acta notarial de la sentencia y el servoverdugo implantado la llevó a cabo. Tras ejecutarse la sentencia, los restos carbonizados de Icarael se entregaron a la Eclesiarquía para ser inhumados y Karamazov regresó a sus quehaceres cotidianos. El eclesiarca exigió su arresto y ejecución inmediata, pero, cuando más tarde se descubrió la mancha del Caos entre los que habían seguido las enseñanzas de Icarael en Salem Proctor, Karamazov fue reivindicado lo más públicamente posible. A pesar de todo, Karamazov se había ganado la perenne enemistad de la Eclesiarquía y de la facción thoriana de la Inquisición.