María Fátima Lucile

El juego de luces que danzaba en las frías paredes de piedra del Escritorum creaba un ambiente fantasmagórico, irreal, capaz de abrumar el corazón más animoso. El fuego del centenar de cirios se agitaba mecido por alguna brisa inexistente, contribuyendo a que los ya de por sí cansados ojos de la Hermana María Fátima Lucile realizaran un sobreesfuerzo, una vez más, casi inhumano. Los cánticos procedentes de la capilla acunaban la lectura de los Textos Sagrados, haciendo aún más fervoroso su estudio. Tan sólo el crepitar de las pequeñas llamas de las velas y el incesante susurrar procedente de los labios de Lucile rivalizaba dentro de la sala con las voces de las Hermanas Serafines del coro de la Comendadoría.
Cerró los ojos por un momento, después de casi nueve horas sin haberlo hecho más que para parpadear. Pero rápidamente, recordando su deber para con el Emperador, reemprendió el viaje por las líneas benditas de la historia de la Humanidad. Fue en aquel momento cuando las angelicales voces de las Hermanas resonaron con mas fuerza en el Escritorum.
–Hermana María –se escuchó una voz desde el pórtico recién abierto de la sala–. La Canonesa Comendadora requiere vuestra presencia.
–¿La mía? –preguntó sorprendida Lucile. Nadie, desde que llegase a la Comendadoría hacía ya diez años, había requerido su presencia.
–Si –contestó de inmediato la Hermana–. Acaba de llegar el Inquisidor y la Canonesa Comendadora quiere que nos presentemos todas las Hermanas ante él. Ignoro sus motivos.
–Está bien, Hermana –respondió al fin Lucile. Detestaba salir de aquel cubículo, casi zulo, en el que se pasaba las veinticuatro horas del día. Incluso dormía, cuando su deber sagrado se lo permitía, en un pequeño catre en el rincón más oscuro de la habitación sin ventanas–. Dame un par de minutos y estaré con vosotras.
La Hermana asintió y cerró la puerta del Escritorum. Las voces de las Hermanas Serafines volvieron a amortiguarse y de nuevo el ambiente alrededor de Lucile se enrareció, o más bien, para ella se normalizó. Suspiró pesadamente, se frotó los ojos y volvió a clavarlos en los Textos Sagrados. La susurrante letanía volvió a acompañar el crepitar de los cirios y, como telón de fondo, a los cánticos de la capilla.

Yo no aria esperar mucho a un inquisidor y menos para leer <!-- s:lol: --><img src="{SMILIES_PATH}/icon_lol.gif" alt="" title="Laughing" /><!-- s:lol: -->

Las consecuencias vienen despues... xD