Lineaje II

14 años 10 meses antes #32064 por Iyanna
Respuesta de Iyanna sobre el tema Ref:Lineaje II
Quedaba poco antes del amanecer, y el grupo de voluntarios estaba ya congregándose en las puertas del alcázar. Si todo iba bien, poco antes de que las luces del nuevo día se colasen entre las rendijas del portón, se lanzarían contra los atacantes que ocupaban el patio. Era de esperar pillarles por sorpresa. Su misión era simple. Si permitían reunir el número suficiente de cadáveres en el patio y que éstos asaltasen continuamente el alcázar, aunque rechazasen una y otra vez sus asaltos a la larga acabarían todos agotados e indefensos para un asalto decidido del enemigo con las restantes tropas que poseía en retaguardia. Por eso no debían fallar. Posiblemente no serían capaces de levantar el asedio, pero eso les haría ganar tiempo hasta que s eles ocurriera otra cosa mejor que hacer. Edwin miraba a sus compañeros desde la lejanía y su corazón se hinchó de orgullo. Todos los supervivientes que podían moverse, e incluso alguno que no podía hacerlo, se habían presentado voluntarios para realizar la carga suicida. Muchos incluso se habían mostrado decepcionados cuando les rechazó y les obligó a volver a sus puestos. Llevaba mucho tiempo sin dormir, y debía descansar un rato. Sí… si esto salía bien, descansaría un rato. Y si no, también lo haría, eso seguro. En el Tártaro.

- Hu… ¿Jefe?

Salisha interrumpió las meditaciones de Edwin. Portaba una armadura negra como la noche que brillaba con reflejos carmesíes bajo la débil luz de las antorchas, lo que la daba un aire casi demoníaco. Con un simple gesto fruto de la rutina se quitó el casto, desvelando un rostro angelicalmente sereno que no contrastaba en absoluto con la férrea determinación de la que hacía gala en batalla. Perforó a Edwin con sus perturbadores ojos azules y sonrió de forma maquiavélica. La imagen de un ángel embutida en semejante armadura infernal era, como poco perturbadora.

- Edwin, ya están listos. ¿Cómo van los hechizos de ocultación?
- Bien, pronto habrán terminado. Evey y Milady Dienya se ha prestado voluntarios para tejer unas ilusiones y que no se den cuenta de que la puerta se ha abierto hasta que sea demasiado tarde. Ya sabes que a esos dos siempre se les ha dado bien eso de las ilusiones. Recuerda el festival de la cosecha del año pasado. Están en el piso de arriba, con Dark, que trata de potenciar sus habilidades. Me ha dicho que al menos otros dos compañeros se han desmayado ya por el esfuerzo, y dice que no serán capaces de mantener el engaño demasiado rato, así que hay que ponerse en marcha.

- Si, tranquilo, ya están preparados. Por cierto, gracias por dejarme dirigir la carga. Es todo un honor.
- ¡Oh, vamos! – respondió Edwin con una sonrisa forzada – Te mando a una muerte segura, ¿y te parece un honor? Tú sólo preocúpate de devolverme a esos bastardos con vida. Por cierto, ¿cómo les va? Supongo que estarán algo asustados…
- ¿Asustados? ¿Después de estar encerrados con los enemigos paseándose por su castillo? ¡Já! ¿Pero tú te has fijado bien?


Edwin miró a sus colegas, y la verdad es que deseó que estuviesen un poco más preocupados de lo que aparentaban. ‘Busca’ llevaba un enorme yelmo abollado por el que asomaban unas vendas mal puestas, y estaba contándole chistes verdes a Brave, que se le notaba que hacía importantes esfuerzos por ignorarla; Kiku y ‘Orc’ estaban haciendo una competición de alaridos y cabezazos pera ver cuál de los dos era más bruto; Hertru, tras lanzar las plegarias de combate pertinentes, estaba frente al espejo arreglándose el peinado distraídamente; Zólex trataba en una esquina de convencer a Denise de que dejase de jugar con la espada (sin mucho éxito); por lo demás, el resto de los voluntarios estaban matando el rato de una forma u otra, algunos de los cuales hasta estaban jugando una partida de dados. Suspiró. Bueno, al menos la moral estaba alta.

- Bien, ya lo pillo. Veo que están ya listos. Que se preparen, Salisha. Por cierto, ¿dónde está Farru?
- Ahora le despierto. – fue toda respuesta que obtuvo.


Salisha fue a una esquina y dio un capón a Farru. Se había quedado dormido de pie apoyado en una columna. Bueno. Al menos había uno que no estaba nervioso. Edwin suspiró y se unió a sus hombres. Murmuraba para sus adentros ‘¡Oh mierda, oh mierda!’ una y otra vez.





- Es lo que te digo, Garth. Vinimos aquí para luchar por la diosa Einhasad y para acabar con el mal que se había adueñado de Gludio ¿no?
- ¡Chsssssssss! Habla más bajo. Te van a oír.
- No, no, escucha lo que te he digo. No me importa morir luchando por Einhasad, pero esos son Nigromantes. ¡Levantan a los muertos y los hacen obedecer sus órdenes!
- ¡¿Quieres callarte?! Los Inquisidores saben lo que se hace. A veces el fuego se debe combatir con fuego. Tú preocúpate por llegar vivo a mañana y deja eso en sus manos. Ellos saben lo que se hace.


Los dos guardias hablaban entre murmullos sentados en lo que antaño fue los establos del castillo. Su nerviosismo tenía una razón de ser. Hombres devotos y sencillos a los que toda la vida se les había forzado a creer que la brujería y la magia eran obra de los enemigos de la Verdadera Fe – pese a los milagros de los clérigos de Einhasad que veían diariamente, por irónico que resulta la cosa – se encontraban ahora inquietos por los rituales y perversiones que los Nigromantes estaban llevando a cabo en el patio del castillo, y si bien el miedo era generalizado, pocos se atrevían a contradecir las órdenes de los Inquisidores que tenían por dirigentes.

- ¡Espera! ¿Has oído eso?
- ¿Ya estás otra vez con que has oído fantasmas? ¡Cállate de una vez!

Alec se dio la vuelta para contemplar un enorme animal negro como la noche y enormes colmillos preparado para saltar. No tuvo tiempo siquiera de soltar un grito. La colosal pantera saltó a su cuello y le desgarró la garganta. Su compañero trató de reaccionar un segundo demasiado tarde. De un sencillo golpe su cabeza calló rodando a un lado mientras su cuerpo se desplomaba llenándolo todo de sangre.

- Bueno, muchachos, tenemos la sorpresa. Kiku, ‘Busca’, ‘Orc’, y el grupo de Brave, contened a los no-muertos en el patio. Zólex, Hertru, Farru, y mi grupo trataremos de contener a los refuerzos junto a la puerta y los barracones. Fraxi y Teti deben estar ya en posición. Antak dice que él y los hechiceros que nos quedan nos cubrirán cuando nos retiremos. ¿Alguna pregunta?
- ¡Hoooo-ho-ho-ho-ho! – la risotada de Kiku fue toda respuesta que necesitó.

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14 años 10 meses antes #32065 por Iyanna
Respuesta de Iyanna sobre el tema Ref:Lineaje II
- ¿Chass? Están a punto de salir. Espero que todo esto funcione.

Antak esperaba desde la puerta del sótano a ver la reacción de Chass, pero la pequeña no se movió de su sitio, y siguió jugando con su draco. Se dio la vuelta lentamente y murmuró otra vez:

- No lo hacemos por ti, ¿sabes? No sé lo que está tramando, pero tampoco te dejaré que juegues así con ella. Ni con nosotros. No es una amenaza: es una declaración de intenciones.

Chass levantó la cabeza y le miró confundida, pero Antak empezaba ya a alejarse escaleras arriba.

- ¿Tiito Antak? ¿Qué pasa? ¿Qué dices?

No obtuvo respuesta alguna, así que se encogió de hombros y siguió con lo suyo.

- Se ha enfadado conmigo… pero si me porté bien… ¿entonces por qué dice esas cosas? Ah… ¿quiere saber el secreto? Pero si es un juego ¿no mamá?....




Postearé poco a poco por si acaso hasta que me quede sin texto o hasta que os aburráis de mí.

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14 años 10 meses antes #33299 por Ragnar
Respuesta de Ragnar sobre el tema Ref:Lineaje II
Pues espero que cuando pares sea porque te quedaste sin texto, un relato de aventuras nunca es aburrido, y más, a las puertas de una batalla.

Un saludo

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14 años 9 meses antes #33477 por Iyanna
Respuesta de Iyanna sobre el tema Ref:Lineaje II
Una enorme mole tambaleante se movió pesadamente por el patio. A su alrededor, varias figuras más babeaban estúpidamente, desplazándose torpemente sin rumbo fijo. Eran en su mayoría los cuerpos destrozados de los soldados atacantes animados por las energías nigrománticas, aunque muchos de los defensores que no habían podido ponerse a salvo se habían unido también a sus filas. Un agotado aprendiz de Nigromante se acercó al grupo, levantó la vara y dio una orden imperiosa a su última marioneta, que se movió unirse a la decrépita muchedumbre. Parecía contento: no todos los días podías comandar semejante horda de esclavos bajo tus órdenes.

- ¡Waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaarrrrrrrrrggggggggggggggggggg!

El gutural grito sacó al aprendiz de su ensoñación, y miró con pavor a su alrededor. No pudo ver nada más que sombras, lo que le hizo sentirse nervioso. Levantó la vara y murmuró un conjuro protector. Entonces escuchó ruidos de pelea al final del mayor grupo de cuerpos animados.

- ¡Ho, ho, ho…! – bramó una ciclópea silueta - ¡Ya voy siete!

Una cabeza golpeó el suelo a su lado y rodó hasta quedar a sus pies. Se quedó helado. Trató de reaccionar, quería dar la alarma, pero no le salía la voz. Un demonio gigantesco estaba cargando contra la marea de no-muertos, que se dirigían hacia él como autómatas al haber descubierto un corazón vivo en sus proximidades. El demonio alzaba, descargaba y zarandeaba una enorme alabarda como haría un campesino con su guadaña para segar un campo, mientras reía escandalosamente. A su lado, otro colosal demonio verde cargaba contra varios cuerpos animados más, despedazándoles con una gigantesca espada.


- ¡Juas juas, ‘Orc’, ya llevo doce! – Bramó Kiku
- ¡Dieciséis! – espetó ‘Orc’ mientras arrancaba una cabeza con la mano - ¡No, diecisiete!

Kiku se paró un segundo incrédulo, y momentos después cargó a pecho descubierto en medio del patio, quedando rápidamente rodeado y sepultado por una docena de no-muertos.

- ¡¿Pero qué hace ese loco?! – ‘Busca’ corría tanto como le daban sus cortas piernas tratando de apoyar a sus compañeros - ¡Que alguien le ayude! ¡Sacadle de ahí!

Un cadáver salió volando con el torso totalmente despedazado, y segundos después le siguieron una lluvia de brazos, piernas y cabezas. Kiku emergió entre la marea de atacantes, y sin parar de blandir su colosal alabarda gritó:

- ¡A mi no me gana ningún maldito pielverde! ¡diecisiete, dieciocho, diecinueve…!

Poco a poco, empezó a aumentar la montaña de cadáveres que iban cayendo a sus pies…




Para cuando llegaron a la puerta del castillo ya les habían descubierto los centinelas de la muralla. Un poco demasiado pronto para su gusto, pero podría valer. Si hubieran tardado un poco más su trabajo habría sido más sencillo. Farru miró de reojo al arquero que le estaba apuntando y se paró, esperando a que soltase la flecha. En cuanto lo hizo, su espada se transformó en un borrón, partió la flecha en el aire, y volvió a su sitio. Bostezó de aburrimiento y siguió caminando hasta la puerta de los barracones, ahora ocupados por el enemigo. Varios grupos de soldados empezaban a lanzarse contra sus camaradas, pero no pareció preocuparle. Como si de un paseante casual se tratase, rodeó a la pantera de Salisha que estaba abriendo la garganta de un soldado, se apartó con presteza cuando el cadáver de otro que caía envuelto en llamas, y se dirigió directo a por un capitán enemigo de armadura recargada. Varios espaderos se cruzaron en su camino, protegiendo a su señor.

Dejó que atacasen primero. Era muy injusto no dar a un hombre una oportunidad de sobrevivir, aunque fuese mínima. Como moviéndose a cámara lenta, el primer soldado alzó el arma y descargó un golpe. O lo intentó. Farru, haciendo gala de una habilidad sobrehumana, desarmó al espadero, le cortó la mano por la muñeca y después de abrió un agujero en la garganta. Cayó al suelo entre gorgojeos, llenando el suelo de sangre. El segundo espadero trató de hacerle frente, mientras que un tercero trataba de flanquearle. Qué poco originales. Paró el arma de su primer contrincante, hizo un giro para atrapar su brazo y empujó para un lado con fuerza, abriendo su defensa y haciendo que empalase a su propio compañero. Farru hizo una mueca. Un segundo después el último obstáculo caía al suelo con la armadura destrozada y el vientre reventado. Con cuidado de no ensuciarse, pasó de un saltito sobre el cadáver de su oponente y siguió avanzando. Su presa prefirió correr.

- ¡Oh, demonios! ¿por qué corren? ¿por qué siempre corren? ¡Vamos!

Farru se detuvo. Ese cosquilleo, esa excitación volvía a recorrer cada nervio de su cuerpo. Se giró lentamente hacia la puerta del barracón. Un humano armado con una fenomenal espada profusamente labrada y vestido con una armadura plateada bajó los escalones de la entrada con tranquilidad. Dejó caer la espada, que se clavó en el suelo con fuerza, y sacó un par de guantes del cinto. Farru sonrió. Se descolgó el escudo del cuello y se lo ató con fuerza al brazo sin dejar de mirar a los ojos de su contrincante.

- No os preguntaré vuestro nombre – espetó el Inquisidor mientras se ajustaba los guantes – ya que no sois digno de que nadie os recuerde.
- ¿De veras? – rió Farru con sorna – Disculparéis entonces que no os pregunte el vuestro. Los muertos no necesitan uno en el inframundo.

Al oír esto, el Inquisidor arremetió con furia contra Farru, que hábilmente bloqueó su ataque con el escudo y respondió con una velocidad endiablada. Su oponente detuvo cada una de sus arremetidas. La excitación iba apoderándose lentamente de Farru, mientras sus sentidos de despertaban y el ruido de la batalla a su alrededor se amortiguaba. Uno de los dos no acabaría el día con vida.

Envio editado por: Iyanna, el: 2009/06/20 13:00

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14 años 9 meses antes #33478 por Iyanna
Respuesta de Iyanna sobre el tema Ref:Lineaje II
El aprendiz husmeó un poco el aire, y se atrevió a sacar al cabeza de entre los escombros. Estaba fráncamente aterrorizado. Primero unos locos cargaban diréctamente contra el grueso de los no-muertos recién levantados, y al poco otro grupo de salvajes cargaba contra la puerta y los barracones exteriores, en un intento de contener a los refuerzos de los Inquisidores. De hecho, incluso un elfo oscuro con pintas de psicópata estaba peleándose con uno de los petulantes Inquisidores de Giran (juraría que era el Alto Comisionado Jurdel, un Paladín extremista amigo de las 'torturas para purificar el alma de los pecadores'). Se tranaquilizó un poco al ver que estaban cláramente en desventaja y que en cuanto se acercase el gruesó de los refuerzos serían aniquilados. Y no habrían ganado nada. ¿Qué son la pérdida de varios cadáveres bamboleantes?. Así no conseguirían más que retrasar su asalto final al alcázar. Hasta se permitío sonreír con malicia desde su seguro y cómodo escondite. Miró un poco el devenir de la escaramuza, y entonces escuchó un gutural quejido a su espalda. Se volvió. Nahelek, Gran Nigromante de la Orden, estaba plantado mirando el combate. Posiblemente decidiendo cómo exterminar a esos incordios. Pero, ¿por qué no se movía?. Se fijó bien. El Nigromante dejó caer su bastón, se le fexionaron las piernas, y de su boca manó sangre. Estupefacto, volvió a esconderse. Ni siquiera quiso mirar cuando el cuerpo de Naheelk cayó como un saco al suelo.

Teti sacó lentamente la daga de la espalda del Nigromante y lo dejó caer al suelo. Admiró el brillo del amanecer sobre en negro acero de su daga, y por un momento se sintió ensimismada. El fluir de la corrupto alma de su presa hacia el Abismo liberó oleadas de placer que casi la hicieron estremecerse. Levantó el filo, y se lo llevó a los labios, saboreando la sangre aún caliente. Un brillo perverso, letal, sensual, se encendió en sus ojos. Con movimientos pausados y una gracia felina, comenzó a caminar hacia la tienda en la que se refugiaban los Nigromantes. Ni siquiera paró cuando mató de un simple movimiento a los dos guardias que protegian la entrada. Ahora sólo podía sentir la Llamada de la Sangre.

- ¡Oh, mierda! - se quejó Fraxi - Fantasbuloso, ya se le ha buelto a ir la pinza.

Con su brazo alzó un poco más a su presa mientras lo asfixiaba.

- No sabes la suerte que tienes ¿Sabes? Tú no vas a tener que calmarla luego.

El perverso mago se movió de forma espasmódica, y entonces su cuello hizo 'crack' y se partió como una caña. Fraxi abrió la mano y lo dejó caer.

- En serio, no sabes como... - se volvió y se quedó helado

Dos Nigromantes alzaron las manos y comenzaron a tejer magia. Fraxi alzo la vista al cielo y suplicó:

- ¿Es que no podría tener un poco de suerte alguna vez? ¿Es pedir demasiado?

En el último segundo, Fraxi saltó tras unas cajas, esquivando por los pelos lo peor de las deflagraciones de infernales llamas que estallaron a su alrededor. Sintió cómo el amuleto de su pecho emitía descargas tratando de dispersar la magia hostil, pero por fortuna aguantó. Se volvió a lavantar con la armadura chamuscada y se puso en guardia, esperando valientemente su final... pero no llegó. Le costó un segundo comprender. Estaba débiles. El maná corrupto que abastecía su Magia estaba casi agotado. Alzó la vista de nuevo al cielo y murmuró "gracias". Pegó un brinco totalmente desproporcionado en el momento más inadecuado posible (pero era chulo, así que estaba obligado por si había admiradoras cerca) y se plantó delante de los aterrados Nigromantes. Con unos ademanes dignos de los mejores teatros de Aden cortó la garganta de sus adversarios, e incluso acabó con una pirueta y una pose chachi antes de que calleran al suelo.

- ¡Toooooooooooooooooooooooooooma yaa! ¿Quién es el amo? ¿eh? ¿Quién es el ...?

Una Inquisidora de brillante armadura y fenomenal espadón le estaba observando incrédula. Se miraron. Ella arqueó la ceja.

- Esteeeeeeeeee... - empezó Fraxi - ¿Los Nigromantes eran tuyos?

Asintió.

- ¡Oh vaya, cuánto lo siento! No lo sabia. No te preocupes, que ahora voy a buscarte otros para reemplazar la pérdida. Prometo que la próxima vez que queráis destruir Gludio preguntaré antes.Bueno, esto... nos vemos.

Fraxi se volvió con cautela y comenzó a andar haciéndose el loco.

- En serio, ¿tú eres tonto, o un cobarde?

Fraxi se detuvo. Se volvió con su rostro deformado por la ira.

- ¡NaDie! ¡EscuChame Basura EnLAtada! ¡Nadie me llama COBARDE!

"Salvo Teti" Pensó mientras cargaba contra la Inquisidora.

Envio editado por: Iyanna, el: 2009/06/20 13:02

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14 años 9 meses antes #33479 por Iyanna
Respuesta de Iyanna sobre el tema Ref:Lineaje II
Con un chasquido, las costillas del último Ol-Mahum se rompieron, perforando sus pulmones. Se derrumbó como un saco y se convulsionó un rato mientras moría. Felagud miró a sus muchachos. Estaban todos frustrados, desmotivados y cabreados en general. Llevaban ya dos semanas y media limpiando las escarpadas montañas del norte de Dion de las bandas de saqueadores vagabundos que infestaban el norte del país, y no habían hecho más que dar largas caminatas por terrenos intrincados. De vez en cuando se topaban con grupos aislados de bestias, pero eran apenas campamentos improvisados y ninguno supuso un reto para sus hombres. Empezaba a sospechar de que había gato encerrado. Hacer que sus hombres y sus aliados se internasen en las montañas con el equipo completo para una amenaza tan insignificante era extraño. ¿Serían las exageraciones de unos campesinos asustados? Se encogió de hombros. Al menos la paga era buena. Demasiado quizás. Al rey de Dion debía de sobrarle el oro para querer malgastarlo así.

- Venga muchachos, mirad lo que se pueda salvar del campamento. – Se fijó en que varios de sus hombres estaban sentados por ahí sin mostrar interés alguno - ¡A ver, hombre! ¡Moved el culo! Se hace ya la noche y no quiero pasarla en este cementerio.

Entre gruñidos y quejidos se fueron levantando, y alguno soltó una seca maldición, pero obedecieron la orden. No podía culparles. Estaba claro que con una cuarta parte esto hubiese funcionado igual de bien. Se volvió para encontrarse con Fauvé. El masivo orco estaba arrodillado en el suelo, husmeando unas briznas de hierba. Cogió una hoja y se la acercó a la nariz. La olisqueó, un par de veces y estrechando los ojos se quedó tieso.

- ¿Fauvé? ¿Qué pasa? ¿Alguna bestia más?

El orco se levantó de golpe y echó a correr a lo alto de una escarpadura. En cuanto llegó a lo alto se estiró cual largo era y se puso a otear el horizonte. Felagud le siguió a grandes pasos. Puede que Fauvé no fuese alguien de palabra fácil, de hecho consideraba que si no tenías nada importante que decir uno debería callarse. Por eso era un compañero de viaje extremadamente aburrido, ya que a veces ni siquiera contestaba a las preguntas. Sin embargo era un rastreador excepcional. Se decía que podía seguir el rastro de tres días de una presa lloviendo a mares y en plena noche. En cuanto llegó a su lado, miró el horizonte. Para su sorpresa Fauvé habó por primera vez en días.

- Ha cambiado el viento.

Felagud se extrañó.

- Sí, es cierto, ahora que lo dices. Viento del oeste, desde Gludio y más allá. Inusual para esta época del año, es cierto. Pero ¿qué tiene que ver?
- No hay viento del Norte. Pero no huelo el Mar.

Ahora sí que estaba totalmente perdido. Cuando sopla el viento del oeste desde Gludio siempre suele llegar cargado de humedad, y en raras ocasiones se puede oler el propio mar, sobre todo desde las alturas. Pero eso tenía sentido.

- No te sigo orco, ¿Qué tiene que ver el viento en todo esto?

Fauvé aspiró profundamente y gruñó largamente. Señaló al horizonte y murmuró:

- Huele a sangre y fuego.

Felagud oteó de nuevo la lejanía, y buscó alguna señal que el revelase lo que preocupaba a Fauvé opero no vio nada. Estuvo a punto de desistir cuando las primeras sombras de la noche le permitieron ver un extraño punto de luz. Extrañado, agudizó su vista. Cuando por fin vislumbró el horror que se estaba desencadenando, comprendió el sutil engaño del que se habían sido víctimas.

- ¡TODO EL MUNDO EN PIE! ¡AHORA! ¡MOVEOS MALDITOS BASTADOS! ¡OS QUIERO EN MARCHA YA!

Bajó el risco de un salto seguido de Fauvé y comenzó a levantar a patadas a sus camaradas. La gente estaba confusa y sobresaltada, pero no había tiempo que perder:

- ¡Esos cabrones nos engañaron! ¡Nos mandaron aquí a perseguir sombras! – Explicó rápidamente - ¡Esos sucios bastardos están asaltando Gludio!

Lo iban a pagar muy caro. Todos ellos. Iba a matarlos a todos con sus propias manos y después bailaría sobre sus tumbas. Eso si era capaz de recorrer toda esa distancia a tiempo. No… daba igual. Aunque Gludio cayese, aunque sus hombres fuesen aniquilados, aunque el viento barriese el recuerdo de la orgullosa Alianza, por todos los demonios del infierno que pagarían por lo que habían hecho.

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