Concurso: Relatos!

Si, en realidad ha salido un poco mal el tema de la participación, quizas por que las fechas coincidiesen con exámenes (que yo también los tuve) o por vaguería pero lo cierto es que son solo cuatro relatos.

Creo que es acertado dar una prorroga (pero que sea la última eh!!) y que la gente que de verdad quiera colgar algo que lo cuelgue sin más, ya que si no se pidiera más participación para tener más variedad no se habría dicho nada.

Y a los que lo hemos colgado a tiempo... si es por salir en la Telaraña, creo que con hacerle saber a los Cheffs que nos gustaría aportar algo (curratelo chaval por que olé) no habría problema.

Para la próxima que nos inviten a un helado o algo por transferencia bancária.

Recuerdo que solo quedan 7 dias para el fin de la proroga del concurso de relatos, animaros a poner algun texto.

Si,por que tanta bronca al final para que?Es facil,ya contesto yo,para naaadaaa.

Aunque solo sea para llevarle la contraria a Abbadon... Ahí va mi relato. Espero que os guste, aunque esté fuera de concurso o lo que decidais ^^

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Unos escasos rayos de luz se filtraban por las claraboyas de la capilla, tiñendo de colores rojizos y amarillentos las frías paredes de piedra. Allí dentro, el sonido de los truenos al estallar en el cielo sonaban amortiguados, lejanos, casi ilusorios. Una única figura se postraba arrodillada frente al altar del Emperador. El murmullo de la letanía que salía filtrándose entre sus labios constituía una tétrica banda sonora que dotaba al lugar de un aspecto aún más lúgubre. Allí estuvo, con las manos entrelazadas sobre el pomo de su espada, con los ojos cerrados y repitiendo sin cesar sus oraciones, hasta que sintió que era el momento de finalizar la tarea y emprender aquella otra que el Emperador había preparado para ella. Levantó la cabeza, dedicó unas últimas palabras de devoción, y arrancó la espada del suelo, encaminándose hacia la salida.

Las puertas se abrieron, y el estridente restallar de los truenos rugió con una fuerza abrumadora. Sin embargo, en aquel día, ninguna nube cubría el cielo. Angeline avanzó, impertérrita, hacia el puesto de mando. Apoyó ambas manos sobre el panel holográfico y estudió la situación.
–Mi señora Canonesa –dijo una de las presentes. En su casco podían verse los galones que la distinguían como una Hermana Celeste–, el flanco izquierdo está avanzando hacia las líneas enemigas. No tienen suficiente potencia de fuego para abatirnos allí. Sin embargo, el flanco derecho está siendo aniquilado por las dotaciones de bólteres pesados.
Angeline estudió la situación virtual de la batalla. Los iconos que representaban las unidades de la izquierda avanzaban lentamente hacia los marcadores etiquetados como “enemigos”, pero el flanco derecho estaba retrocediendo, a pesar de que nadie avanzaba hacia ellos.
–¿Qué hay de los Sentinels y los Chimera? –preguntó la canonesa sin apartar la mirada del mapa.
–Siguen en el centro del frente enemigo, listos para comenzar el ascenso a la montaña donde están las ruinas de la catedral.
En ese momento, Angeline levantó la cabeza. A unos dos kilómetros de distancia, colina arriba, los pilares de una antigua basílica y algunas paredes aún intactas se levantaban coronando el empedrado ascenso. Era un lugar sagrado, un lugar perteneciente a Su Majestad el Emperador. Era su deber, como fiel seguidora y devota creyente, evitar que aquellos repugnantes herejes pusieran un pie sobre aquella colina. Y si el Emperador disponía su muerte en combate, que así fuera. Despegó las manos del panel y miró alrededor.
–¿Situación de sus Basilisk? –preguntó.
–Una dotación de cinco tanques apuntan directamente hacia las ruinas.
Angeline hizo una mueca de disgusto.
–¿Cuántos Immolator nos quedan?
–Tan solo tres, mi señora. Los Leman Russ se han cobrado la mayoría de ellos.
La canonesa miró de nuevo al panel. Unos cuantos iconos enemigos habían comenzado a movilizarse por el centro del frente, en dirección directa hacia las ruinas del templo.
–Mi señora Canonesa, los Sentinels y los Chimera…
Angeline esbozó una sonrisa. Conocía muy bien al general enemigo. Sabía que Nicolai la estaba provocando, que el orgullo de la canonesa no le permitiría quedarse de brazos cruzados mientras sus Sentinels pisoteaban tierra sagrada. Quería hacerla salir, y estaba a punto de conseguirlo. Sin embargo, Angeline sabía que el Emperador estaba de su parte. Ensanchó la sonrisa. El Emperador protege.
–Quiero ocho dotaciones de Hermanas Vengadoras en el flanco derecho. Que todas las Hermanas de Batalla avancen por allí cubiertas por las Vengadoras.
–Mi señora, el flanco derecho… –Angeline se volvió a mirar a la Hermana Celeste.
–Los tres Immolators avanzarán en cabeza. Llama a toda Hermana Dominium, con lanzallamas o rifle de fusión, y que embarquen. Su objetivo es eliminar los Basilisk de la retaguardia.
–Entiendo, mi señora.
–Da la orden de continuar el avance por la izquierda, para evitar el refuerzo de sus tropas en el otro flanco. Y tú, reúne a tus Celestes y haz llamar a mi guardia personal. Avanzad hacia el templo, y que ningún maldito hereje ponga sus pies sobre la tierra sagrada del Emperador.
–Sí, mi señora.
La Hermana Celeste asintió y dio media vuelta, pero la canonesa la llamó de nuevo.
–Y recuérdales que nosotras somos las aliadas del Emperador. Ganaremos esta batalla y aplastaremos a los herejes en su glorioso nombre.
Después, Angeline observó la pendiente que ascendía hacia el templo. Era el camino más rápido para lograr la victoria, victoria que el Emperador decantaría hacia su bando.

La totalidad de los iconos del mapa holográfico que señalaba a las Hermanas de Batalla comenzó a movilizarse, pero ya nadie quedaba para observarlo. El campo se cubrió con cánticos de alabanza que glorificaban el nombre del Emperador, de horribles amenazas dirigidas contra los Imperiales herejes, de furiosos gritos de guerra. Incluso el retumbar de los cañones de los Basilisk quedaron empañados por la atronadora ola de letanías y oraciones que quebraban el cielo. Las Hermanas de Batalla estaban avanzando hacia la victoria.
Angeline y su guardia de Seraphines alcanzó la colina poco después. Desde las ruinas podían ver como los Sentinels se aproximaban en vanguardia, cubriendo los Chimeras cargados de pelotones de Imperiales dispuestos a mancillar las tierras del Emperador. La canonesa rugió, y saltó hacia delante, con su arma bendita en ristre, seguida de una decena de Seraphines. Las Hermanas cruzaron entre los bípodes enemigos como el mar que arrasa un castillo de arena. Las débiles patas de los Sentinels no resistían el envite de los evisceradores o de las bombas de fusión, ni había máquina lo suficientemente alta como para evitar que los pilotos fueran atravesados por las espadas de las Seraphines que usaban sus retropropulsores para alcanzar las cabinas. Angeline prosiguió hacia la dotación de Chimeras donde la aguardaban un numeroso pelotón de Imperiales. Seguida por su escolta personal, la canonesa clamó al cielo, al Sagrado Emperador de la Humanidad para que le diera fuerzas, para que pudiera aplastar a los enemigos del Trono Dorado. Su espada bendita atravesaba el blindaje de los Chimera como si se tratase de una vulgar armadura Imperial. Las Seraphines cazaban a los Guardias que desembarcaban a toda prisa de sus transportes, y el pánico terminó de cundir cuando las Hermanas Celestes se unieron a la batalla en el frente.
Las dotaciones de bólteres pesados dejaron de disparar cuando los Immolator pasaron sobre ellos escupiendo fuego purificador, y, más tarde, los Basilisk en la retaguardia cesaron sus disparos con estrepitosas explosiones. Angeline destrabó la hoja de su espada del cuerpo del último Guardia con vida y la alzó hacia el cielo, donde todos, aliados o enemigos, pudieran observarla.
–¡Por el Emperador! –gritó, y su voz recorrió el campo de batalla como un relámpago.

Bueno parece que esto se ha quedado un poco olvidado...

Cuando terminaba "el plazo"?