Paranoid.

Se dice que los marines del Caos no pueden desprenderse de sus armaduras, pero no es una regla común.
Ladislash, por lo menos, no encontraba práctica ni sentido a la costumbre de mantenerla puesta durante el tiempo suficiente como para dejar que la disformidad la fundiese con su cuerpo, pues aunque la servoarmadura se adaptase a la perfección a su cuerpo, siempre resultaba mucho más agradable el tacto de una ligera túnica de finas telas.
Como la que llevaba en ese momento, recluido en la soledad de su cámara del Mitopoeia, repasando, como de costumbre, sus obsesiones. Sentado frente al escritorio, el renegado alado releía las palabras que Cezaram escribiera antes aún de la creación de los Custodios, lo que era tan solo una excusa de su mente para remover los recuerdos de aquellos primeros años.
Volvía una y otra vez a cuando, tras un largo tiempo al servicio del Emperador, este había ordenado los experimentos con psíquicos humanos.
Le escocía como el primer día la sensación de ver traicionada su confianza y lealtad, el lacerante dolor que sacudía cada músculo de su cuerpo en forma de descargas eléctricas que lo sumían en violentas convulsiones, los punzantes objetos con los que hurgaban en su cerebro y traían a la memoria, en ráfagas recuerdos tan dolorosos que le hacían llorar seguidos de otros tan ilarantes que no podía dejar de reir, continuados por otros inducidos... Y todo en tan breve espacio de tiempo, que le hicieron confundir la realidad con la ficción, hasta llegar casi a la locura.
Recordaba también como suprimieron su capacidad de descanso, obligándole a una vigilia íntegra en los que debía de poner a prueba sus poderes una y otra vez.
Y sobre todo recordaba las torturas, a sus compañeros suplicando la absolución de la muerte, a quienes experimentaban con ellos consolándoles con vacías promesas sobre el fin de su sufrimiento, los pensamientos que le arrastraban a la traición, la hiriente sensación de haber sido abandonado por aquel en quien más confiaba, a quien más veneraba, por quien se hubiera sacrificado gustoso en la batalla.
Todo aquel sufrimiento, que había sido transformado en odio y resentimiento después de más de diez mil años, después de haber pasado por la Paz de Prospero:
¡Aquellos sí que le resultaban gratos recuerdos!
En el umbral de la locura, fue rescatado por Magnus, que curó sus heridas y reforzó sus convicciones, dándole vía libre para sus estudios arcanos.
Pero poco duraban estos pensamientos en la mente del hechicero, sustituidos por lo sangriento del ataque de los Lobos Espaciales.
Ese sentimiento de ser traicionado con una acusación de traición por haber informado al Emperador...
En su momento llegó a pensar que quizás les venció la necesidad de demostrar la realidad de su Arte, pero cuando vio a Magnus luchando con desesperación contra Russ, se dio cuenta de que si el Emperador fuera tan justo como les habían hecho creer, aquello no estaría pasando. No tenían nada que demostrar, no habían traicionado nada; los habían traicionado a ellos.
Y eso ardía aún hoy en su interior.
Enfurecido, incapaz de espantar esas imágenes de su cabeza, de acallar esa rabia, Ladislash la emprendió a golpes con los libros que atestaban la celda, arrancando sus páginas, prendiéndolos fuego con la mente, convirtiendo la estancia en un batiburrillo de desorden y destrucción.
Durante una fracción de segundo, el hechicero fijó la mirada en sus preciados libros destruidos, sintiendo rabia contra sí mismo por lo que acababa de hacer. Si hubiera podido, se hubiera arrodillado junto a ellos y hubiera llorado su pérdida.
Pero ya no podía; era algo que había dejado atrás hacía mucho tiempo, desde Terra.
Inmerso en sus propios desvaríos, no escuchó la llamada a la puerta, que se repitió varias veces, antes de que una voz anunciara que el viaje estaba próximo a su fin.
Ladislash tomó el informe como u na intrusión del servidor, a quien no tuvo reparos en lanzar una mirada flamígera que obtuvo como resultado la muerte del servidor por paro cardiaco; en realidad, le había echo estallar el corazón.
Una norma de la que el hechicero no informaba era que nadie fuera de sus Custodios podía verle sin la máscara que le cubría el rostro que le desfiguraron en Fenris.
Lo consideraba una humillación.
Se le ocurrió que aquel desgraciado se había estado burlando de él, por lo que con un nuevo ataque mental, hizo estallar el cadaver, desperdigando por las paredes de la estancia regueros de carne y sangre coagulada mientras caían repiqueteando al suelo, los restos biónicos del servidor.
ASqueado, Ladislash empleó el mínimo tiempo en enfundarse el equipo y colocarse la máscara, antes de abandonar airado la cámara, que apestaba ya a carne en descomposición.

(Continúa)

Apretó el paso hasta llegar al puente de mando, donde le esperaban Zakiev e Ismael, que flanqueaban a un enfebrecido Saphor, embelesado con la disformidad.
Ladislash se detuvo un momento a contemplar la escena; el de Valhalla, que jamás se desprendió del ya ajado abrigo y gorra de comisario, a los que se limitó a cambiar la simbología, se veía impaciente por poner en práctica los enrevesados planes que habría ideado para aquella batalla. Al otro lado, el adivino con rostro de muchacho, murmuraba despropósitos a modo de siniestra melodía, aún enfundado en los oscuros ropajes de su antigua orden, que ocultaban su brazo deforme y su mutado cráneo.
Sin hacer uso de los arneses que los imperiales necesitaban para evitar los efectos de la disformidad, Saphor disfrutaba de su tarea.
-"Zakiev"-llamó Ladislash en un murmullo.
El aludido se volvió hacia él con un gesto marcial, inclinando la mirada.
-"Señor"-devolvió el saludo.
-"¿Están listas las tropas?"
-"Por supuesto".-El brillo en los ojos de Zakiev desvelaba que esa pregunta dicha de otra boca, hubiera traido problemas.
Ladislash asintió.
- "Una garra en una máscara,
una partida, una intacta,
Sangre y magia, lodo y barro,
Más poderoso es el Cambio..."
La melodía de voz rasposas de Ismael, les interrumpió y el hechicero se sintió satisfecho con lo que él tomó como un vaticinio.
-"Saphor"-habló poniendo la mano en el hombro del Navegante-"¿cuándo avistaremos Gablis?"
-"En apenas seis horas, señor"-Informó este, pletórico por recibir la atención del Maestro.
Ladislash tomó fuerzas con ese contacto, pues había absorvido parte de la energía del ingenuo navegante para ahuyentar sus propios fantasmas.
-"Reuníos los Nueve en las cubiertas inferiores"-ordenó a Zakiev-"Os hablaré en una hora".
-"Así será, señor"-asintió el otro haciendo una inclinación de cabeza.


Una hora exacta después, Ladislash se reunió con sus Custodios.
-"Hijos mios"-comenzó, casi con ternura, paseando la mirada sobre los Nueve, cada uno tan diferente del otro y tan parecidos al par...
-"Hijos mios"-repitió- "todos hemos sentido la ignominia y traición del imperio, todos hemos sentido el dolor de sus continuos ataques.
Nos llaman traidores porque temen reconocer la razón en nuestras palabras, nos quisieron eliminar por ser superiores, y ahora quieren volver a hacerlo, porque temen nuestro poder y sabiduría.
El Dios al que veneran fue en su día un traidor, a lo que él mismo proclamaba, y en estos momentos se pudre mientras sus carroñeros siervos vilipendian lo que pudo llegar a ser un gran imperio, y que ahora es un hervidero de ignorancia y traición.
Una y mil veces nos han enviado a sus perros, y una y mil veces los hemos devuelto a Fenris.
¡Y hoy lo haremos de nuevo! Enseñaremos a esos perros sarnosos que está en nuestra mano escribir el fin de la eternidad...
¡Todo es polvo!"-pronunció estas palabras elevando la voz, que rebotó entre las metálicas paredes y se expandió por la cubierta como un eco.
Los nueve Custodios alzaron sus voces exultantes, uniéndose a la máxima como si fuera una invocación.
-"¡Todo es polvo!"-gritó de nuevo Ladislash con entusiasmo- "y nosotros vamos a demostrárselo"-añadió bajando el tono hasta la peligrosa intimidad, encabezando su regreso hacia el puente de mando, desde donde podía verse a lo lejos Gablis, el satélite donde los Lobos Espaciales se hallaban llevando a cabo una misión de reconocimiento.
Ladislash y sus Custodios guardaron silencio ante lo majestuoso de la visión, sumido cada uno en sus propios planes para la batalla inminente...

Mientras en Gablis amanecía, el Arquitecto del Destino tejía sus propios planes para ellos...

FIN.

Este relato es una escena que describe parte de las relacciones entre los Custodios e intenta describir la insana mente de Ladislash...<!-- s:evil: --><img src="{SMILIES_PATH}/icon_evil.gif" alt="" title="Evil or Very Mad" /><!-- s:evil: -->

Envio editado por: Kitiara, el: 2008/07/19 12:14

Me gusta, me gusta.

PD: He estado una semana fuera pero ya he vuelto:evil: <!-- s:evil: --><img src="{SMILIES_PATH}/icon_evil.gif" alt="" title="Evil or Very Mad" /><!-- s:evil: -->

Lo de insana no te lo discuto...

bueno, pues dado me piden por ahi que continue, y que Ladislash me reclama que siga contando sus gestas <!-- s:evil: --><img src="{SMILIES_PATH}/icon_evil.gif" alt="" title="Evil or Very Mad" /><!-- s:evil: --> voy a continuarlo un poco mas....